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Por Maximiliano Montenegro Los últimos datos sobre distribución del ingreso del INdEC, a los que accedió Página/12, revelan que los frutos de la economía argentina son acaparados cada vez en menos manos. En 1991, una persona del décimo más rico de la población ganaba, en promedio, 15 veces más que una del décimo más pobre. En agosto pasado la distancia se estiró hasta 25 veces, un record nunca visto desde que el INdEC empezó a elaborar este tipo de estadísticas a principios de los años setenta. En agosto, el club de los argentinos más pudientes se apropiaba del 37,2 por ciento de la torta mientras que el grupo de menores recursos accedía apenas al 1,5 por ciento, consolidándose uno de los repartos más injustos del mundo. El deterioro de las remuneraciones en los empleos peor pagos, junto con la mejora para los estratos más altos, explica esta impresionante concentración. Es decir: mientras los de abajo caen, los de arriba no paran de escalar. La información oficial sobre ingresos (salariales e independientes) está contenida en un módulo de la Encuesta Permanente de Hogares que relevaba el INdEC desde 1974 dos veces al año (mayo y octubre) hasta que en 1998 se agregó una onda más en agosto. Los datos de esta última encuesta se terminaron de procesar recién ayer. Para medir la distribución, el organismo oficial ordena a la población en diez grupos de igual cantidad de personas, llamada deciles en la jerga de los economistas. En agosto, el decil más rico de la población acaparaba el 37,3 por ciento de los ingresos totales, contra el 34,6 al inicio de la convertibilidad, y el 26,7 a principios de los 80. En cambio, el decil más pobre de la población, en agosto, se quedaba con un mísero 1,5 por ciento del total del ingreso, menos de la mitad del 3,2 por ciento recibía en la década pasada (ver cuadro). Otra manera de medir la desigualdad surge de comparar los ingresos promedio entre el grupo que está en la cúspide de la pirámide y el que está en la base. Así, como se dijo arriba, una persona del 10 por ciento más rico gana hoy 25 veces más que una del sector más bajo (ver cuadro). En las estadísticas internacionales, como las que elabora el Banco Mundial, se suele presentar las cifras dividiendo a la población en cinco grupos. De allí surge que el quinto más acomodado en Argentina se adueña hoy del 53,2 por ciento del ingreso, un nivel de concentración que confirma que Argentina ha dejado de ser un caso peculiar en términos de equidad en la región. Según datos del BM, en promedio, en América latina, el quinto más rico se apropia del 52,9 por ciento del ingreso, en Medio Oriente y el Norte de Africa el 45,4 por ciento, en Estados Unidos el 41 por ciento, en el Sudeste Asiático el 40 por ciento y en Europa el 38 por ciento. Durante buena parte de la convertibilidad el segmento más pobre perdía participación en el ingreso, mientras el más rico la ganaba. En los últimos relevamientos, el sector más acaudalado también copó riqueza a costa de la clase media. Los resultados de la encuesta de agosto del INdEC ratifican que la prosperidad para los sectores bajos y una distribución más igualitaria no está asociada con la mera reducción de la desocupación. En agosto, el desempleo se mantuvo en el mismo nivel que en mayo e incluso retrocedió en relación con octubre pasado. Sin embargo, no sólo empeoró la posición de los sectores bajos en comparación con los altos sino que, para colmo, hubo un deterioro en los ingresos en términos absolutos, que acentúa la pauperización ocurrida desde fines de 1994. Sólo entre agosto y mayo último, los ingresos del grupo menos favorecido de la población cayeron un 1 por ciento, mientras que los del sector alto aumentaron un 3 por ciento. Si la comparación se efectúa entre octubre del 94, justo antes del tequilazo, y agosto último, el ingreso promedio de un individuo del sector bajo disminuyó en un 19 por ciento, el de una persona del sector mejor posicionado aumentó casi un 9 por ciento. En los sondeos del INdEC existe una evidente subdeclaración en las remuneraciones, en especial de los sectores más altos, por miedo a que los inofensivos encuestadores del organismo terminen aportando información a la DGI. Así, de ajustarse las cifras, la concentración sería todavía mayor. De cualquier manera, como la encuesta en los últimos años no varió en absoluto, es un excelente termómetro para medir cómo evolucionaron las remuneraciones a ambos extremos de la pirámide. El nuevo salto en la desigualdad no sólo se explica por la destrucción de puestos de trabajo, que se hizo evidente en agosto, sino también porque las nuevas ocupaciones son características de un mercado laboral precarizado: modalidades temporarias con salarios bajos, empleos en negro, changas eventuales, y planes oficiales a nivel nacional y provincial, con sueldos inferiores a los 200 pesos.
EL 60 POR CIENTO VIVE CON MENOS DE 900 PESOS Por M.M.
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