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Un biólogo argentino que
dio un salto a la fama

Especialista en paleontología, Guillermo Rougier se convirtió en la tapa de la famosa revista “Nature” tras descubrir fósiles que ubican a los marsupiales en la época de los dinosaurios.

Guillermo Rougier en Mongolia, donde descubrió fósiles cruciales.
Cuenta que a los “siete u ocho años” decidió que sería paleontólogo.

Amor: “En la adoles-cencia visité el Museo de Historia Natural en Parque Centenario: desde ese momento quedé enamorado para siempre”, cuenta.

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Por Mónica Flores Correa  desde Nueva York

t.gif (67 bytes) Para el biólogo y especialista en paleontología Guillermo Rougier, ser “tapa” con sus trabajos en revistas de ciencia de primerísimo nivel se está volviendo casi una costumbre. En el último número de la revista Nature, este argentino de 34 años ocupó la primera plana con el relato del descubrimiento de fósiles de un ancestro de los marsupiales, el Deltatheridium, en el desierto de Mongolia. Pero anteriormente, en marzo de 1995, Rougier ya había hecho su debut como el primer argentino que publicaba una nota de tapa en la revista Science, en esa oportunidad con un “paper” sobre fósiles de tortugas hallados en La Rioja. El enorme logro de ser “front page” de tan prestigiosas publicaciones no lo aturde, sin embargo. “Algunos de mis trabajos son tapas y otros no”, comenta con sencillez.
Académico desde hace tres meses de la Universidad de Louisville en Kentucky, donde enseña anatomía, Rougier hizo una beca de posgrado en el museo americano de historia natural de Nueva York. Allí participó de las expediciones anuales que, en colaboración con la Academia de Ciencias de Mongolia, esa institución ha venido realizando a la localidad de Ukhaa Tolgod (Colinas Marrones) en el desierto del Gobi. El objetivo de estas expediciones, integradas por unos veinticinco paleontólogos y geólogos, “es recolectar todo tipo de fósiles” en un área particularmente rica para este tipo de búsquedas.
Especializado en mamíferos primitivos, la atención de Rougier en los viajes al desierto se centró en encontrar fósiles de especies pertenecientes a este grupo zoológico. Y lo que halló, como novedad, fueron restos casi completos del Deltatheridium, un marsupial primitivo “que vivió al mismo tiempo que los grandes dinosaurios. Son mamíferos muy antiguos, de más de ochenta millones de años”, dijo el paleontólogo a Página/12.
Para dar una idea de la antigüedad de los fósiles, Rougier explicó que “en las misma capas donde encontramos este mamífero, también había restos del Velocirraptor, el ‘malvado’ de (la película) Jurassic Park”. Y señaló también que “resulta interesante comprobar que el Deltatheridium dejó descendencia pese a que eran animales pequeñitos, muy frágiles. En cambio, los dinosaurios, que por su tamaño parecían bastante más prometedores para perpetuarse, dejaron poca o ninguna descendencia”.
Los marsupiales, que incluyen los canguros, los koalas y las comadrejas, son uno de los tres grupos en los que se dividen los mamíferos. Los otros dos son los placentarios, entre los que se incluyen los seres humanos, y los monotremas, de los cuales sólo quedan el ornitorrinco y otro animal pariente en Australia. El hallazgo de los restos prácticamente completos del Deltatheridium permite trazar la historia evolutiva de los marsupiales, tema anteriormente sujeto a debate, porque sólo se habían encontrado fósiles muy fragmentados que no posibilitaban una reconstrucción acabada de la historia de este grupo.
“La importancia de este hallazgo –y esto es lo que se ha destacado en la nota de Nature, también firmada por John Wible del museo de historia natural de Pittsburgh y Michael Novaceck, curador del departamento de paleontología de vertebrados del Museo de Nueva York– es que al haber encontrado restos muy bien conservados de este animal, hemos podido observar el interior del cráneo, la estructura de la mandíbula, los dientes. Esta información nueva nos permitió reconstruir el árbol filogenético para todos los grupos mayores de marsupiales y sus ancestros fósiles. Es la primera vez que se puede hacer un gran cuadro evolutivo del linaje de los marsupiales”, dijo Rougier. El estudio del contemporáneo de los dinosaurios y del “árbol genealógico” también posibilitó comprender que “ninguno de los marsupiales vivientes actuales tienen fósiles que puedan rastrearse en la época de los dinosaurios. Los marsupiales vivientes son especies más modernas”, señaló el paleontólogo.
Desde ya, para alguien que “desde los siete u ocho años” dijo que iba a ser paleontólogo, el hallazgo de este fósil crucial representa una satisfacción significativa. Es la recompensa a la fidelidad a un viejo amor. “En un momento de mi adolescencia, cuando tenía catorce años, pensé que la paleontología no era mi destino. Pero a los 16 años fui al Museo de Historia Natural en Parque Centenario con unos huesos que unos parientes me habían traído de Entre Ríos. Visité la sección de paleontología, charlé con los científicos que estaban allí y desde ese momento quedé enamorado para siempre”, recuerda Rougier, quien sin perder tiempo se convirtió en voluntario del museo “en el tiempito que me quedaba libre”.

 

Tierras de Indiana Jones
Por M. F. C.

Guillermo Rougier explica que la elección del desierto de Mongolia como destino de las expediciones organizadas por el Museo de Historia Natural de Nueva York se debe a que es un área “extremadamente rica en fósiles”.
En la década del veinte, el museo envió una serie de expediciones cuya notoriedad fue motivo de inspiración para las películas de “Indiana Jones”. El protagonista de esas películas tuvo como modelo un paleontólogo norteamericano de carne y hueso, apellidado Andrew, que fue jefe de esas expediciones.
La era comunista interrumpió los viajes científicos estadounidenses a Mongolia. Pero fueron retomados en la década del noventa, a partir del fin de la Guerra Fría.
Según Rougier “no es del todo fácil explicar los detalles de la conservación de los fósiles. Pero sabemos que en el período cretáceo superior, cuando vivían los animales que hemos hallado, esa era una zona de dunas. Estas grandes dunas, algunas de ellas de cien metros de alto, ocasionalmente recibían copiosas lluvias. Cuando la lluvia saturaba con agua la duna, había avalanchas de arena y sedimento que enterraban vivos animales enteros. Esto permitió que el esqueleto de estos animales se conservase muy bien.”

 

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