Por Fernando D'Addario A
veces, cuando arriba del escenario se confabulan sus manos grandotas con esa sonrisa
sincera, que parece escaparles sistemáticamente a los rigores de la vida, B. B. King
adquiere la fisonomía de un profeta del blues. Lo mismo que cuando habla, aunque en lugar
de las manos grandotas cansadas de gastar talento, esté su voz, serena, como si fuese la
prolongación de alguien que no tiene cuentas pendientes con su pasado. Y el pasado de B.
B. King abruma. Sólo el racconto de sus visitas a la Argentina alcanzaría para escribir
un libro, y ahora que el blues pasó de moda en Buenos Aires, sigue siendo un referente
inmune a los cambios de humor musical del público. Mientras está preparándose para un
nuevo desembarco en Buenos Aires cuenta en una entrevista telefónica con Página/12,
que "las primeras veces que fui me sorprendió el fervor de su gente por el blues. No
lo esperaba. Ahora ya no me sorprende: simplemente lo disfruto". El hombre que
cumplió 73 años hace un par de meses, y que no deja pasar una semana de su vida sin
subirse a un escenario (y tiene 49 años de trayectoria), actuará el miércoles y jueves
próximos en el Gran Rex, con Pappo de telonero, para presentar su flamante CD Blues on
the Bayou. "¿Pappo? --pregunta por teléfono-- será un gran placer volver a
encontrarme con él. Hace más de seis meses que no lo veo ni tengo noticias de él. Hemos
pasado juntos grandes momentos".
--Usted hace un promedio de 250 actuaciones al año. ¿Es un adicto
al trabajo?
--Sí, no podría hacer otra cosa. Cuando no estoy tocando o
grabando intento buscarme actividades. No soy de ir al cine, pero con el tiempo me he ido
convirtiendo en un adicto a la tele. Entre programa y programa me paso los días
componiendo, escribiendo y practicando. Tengo que practicar mucho para poder mantenerme en
forma. Es un trabajo y un placer. Pero como hobbie me gusta volar, soy piloto de aviones.
Me gusta volar sobre el desierto y las montañas cerca de Las Vegas. Pero tengo que
hacerlo acompañado por un piloto profesional. Ya no estoy en condiciones de largarme
solo.
--¿Y qué hace cuando está en Buenos Aires?
--Estar con la gente que me quiere, que es fan de la música, como yo.
Hacen que haga más divertida mi estadía.
--¿No sale del hotel?
--En general, prefiero quedarme. Tuve tiempo para salir y conocer
lugares lindos en Argentina, pero cuando uno está de gira no tiene mucho tiempo ni mucho
dinero para salir, porque hay que pagar la banda y el hotel.
--En Estados Unidos el blues es escuchado básicamente por blancos
de clase media. ¿Le duele que la música que usted ama no sea disfrutada por su
comunidad?
--Sí, me gustaría que hubiese más integrantes de la comunidad negra
que escucharan blues, pero yo no elijo a mi público, y tampoco soy un especialista para
determinar por qué ocurre eso. Cuando yo era un joven negro, tampoco era popular el blues
en mi país. Decían que era la música del diablo, les prohibían a los niños
escucharla. Debe ser que en estos tiempos prefieren escuchar otras músicas. Pero de todos
modos yo estoy muy contento porque el blues fue más allá de las fronteras entre blancos
y negros. Cada vez hay más gente que escucha blues, sobre todo jóvenes. Por suerte, se
han superado muchos prejuicios. Cuando se piensa en el blues, ya no se piensa en música
de pendencieros o de borrachos. Pero nosotros fuimos rebeldes y seguimos haciendo el blues
aun cuando no era lo más conveniente.
--Se dice que el blues tiene demasiado lamento, y que los jóvenes
afroamericanos se encuentran más contenidos en el rap, que es contestatario...
--Hay un dato que es cierto: los jóvenes negros hacen rap, pero yo no
lo analizo de ese modo. Es la música que les gusta, se han criado con ese ritmo y eso es
todo. Pero el blues no es sólo un lamento. Allí están todas las emociones. Y así sea
de dolor o de alegría o de nostalgia, lo que caracteriza al sentimiento blusero es que
siempre es sincero.
EL INCREIBLE CURRICULUM DE UN BLUESMAN DE LEY
¡342 conciertos en un solo año!
B. B. King nació el 16 de setiembre de 1925, en una cabaña de
una plantación de algodón cercana a Itta Bena, Mississipi, en pleno delta del río.
En 1946 abandonó su empleo de tractorista en la
plantación y viajó a Memphis. Allí vivió junto a su primo segundo llamado Bukka White
y aprendió algunas nociones básicas del músico profesional.
Su carrera, como tal, empezó dos años después,
participando de un concurso para aficionados en el teatro Palace de Memphis.
A principios de 1949, le pidió al famoso Sonny Boy
Williamson que lo dejara cantar en su programa de radio. Sonny Boy pidió a los oyentes
que llamaran para decir si les había gustado. Tuvo gran éxito y a partir de ese momento
comenzaron a llamarlo "la nueva estrella que puso al rojo vivo las llamadas
telefónicas".
Como suplente de Williamson, empezó a aparecer en la
radio para promocionar un tónico medicinal llamado Peptikon. Disponía de diez
minutos diarios para tocar lo que quisiera, siempre que terminase con el slogan
publicitario.
En 1955 compró un viejo colectivo por 500 dólares, lo
bautizó Big red y se largó a girar por todo el territorio de los Estados Unidos.
Le fueron otorgados cuatro doctorados honoris causa por
las universidades de Mississipi, Yale, Boston y Memphis.
En los últimos 28 años, ha ofrecido entre 250 y 275
concierto por temporada. Lo que hace un total aproximado de 6500 shows.
El record lo estableció en 1956, con ¡342!
conciertos.
Ha ganado 9 premios Grammy. El primero lo obtuvo en
1970 por "mejor performance vocal de rhythm & blues" y el último en 1996,
por "mejor performance instrumental".
Llegó por primera vez a la Argentina en 1980, dando un
concierto en el auditorio del Bauen y otro como parte del Buenos Aires Festival Jazz
en el estadio Obras. Tardó 11 años en volver: fue en diciembre de 1991 en el Luna Park.
A partir de ese momento, llegó regularmente --una vez por año-- para tocar en el teatro
Gran Rex, Obras y el Luna Park.
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