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UN GENERO ANTIQUISIMO HA RESUCITADO, CON BRIOS
El país de los cuenta-cuentos

El Primer Festival Nacional de Narración Oral acaba de certificar que la creciente cantidad de intérpretes del género ha logrado el milagro de “inventar” un público, que hasta los alienta.

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Ana Padovani y Ana María Bovo, dos de las narradoras con espectáculos actualmente en cartel.
“La narración oral estaba ligada al ámbito de las librerías. El público apareció de a poco”, dice Bovo.

Por C. B.

t.gif (67 bytes) Quizás inadvertidos de que a fin del siglo la frase “una imagen vale más que mil palabras” no genera polémica, o quizás como una sosegada y primitiva forma de resistencia, los “cuenta-cuentos” reviven los rituales de la tradición oral frente a un público cada vez más numeroso, pero lejos de la exposición masiva. Como indicador de un fenómeno que crece desde hace diez años, a la decena de espectáculos estables de narración oral que ofrece la cartelera porteña se sumó, la semana pasada, el Primer Festival Nacional de Narración Oral, organizado por Serca, en el que alrededor de veinte narradores, entre argentinos y extranjeros, contaron cuentos gratis en la Biblioteca Nacional, con la presencia de Luis Landriscina como invitado especial. En su reciente libro La bendita manía de contar, Gabriel García Márquez, un escritor que se declara cuentero de nacimiento, también actualiza la defensa de la palabra: “¿Saben ustedes por qué no permito que Cien años de soledad se lleve al cine?”, interpela el autor, “porque quiero respetar la inventiva del lector, su soberano derecho a imaginar la cara de la tía Ursula o del Coronel como le venga en gana”.
Aunque prescinden de la fogata y la ronda, los “cuenta-cuentos” urbanos son herederos de la tradición oral cultivada por todas las razas. Y la ceremonia es básicamente la misma: sostener un espectáculo con la palabra. Sus distintas procedencias marcan una amplia variedad de estilos. Los narradores llegan desde la universidad, la calle, tradiciones familiares, el teatro, la música y la literatura. “Nos diferenciamos de los narradores de otros tiempos en que no recibimos el repertorio por vía oral, sino que tuvimos que construirlo”, distinguió Liliana Cinetto, directora artística del Festival.
Ana Padovani y sus Cuentos a la carta, Ana María Bovo y La niña sapa, Marta Lorente con A pedir de boca, Cristina Fernández y los Cuentos para la hora del té son algunas de las propuestas estables de la cartelera porteña, que encontraron espacio en la ciudad, luego de que la tradición oral permaneciera por décadas asociada a los espacios rurales. No todos son narradores en el sentido tradicional: el dúo Pellicori/Peña invita a acompañar los textos sensuales con una cena afrodisíaca en los Martes eróticos, todas las semanas. Juan Moreno con Personaje sin nombre y Claudio Ferraro e Inciertos relatos matrimoniales son dos de los cuenta cuentos que se abren camino en un terreno que, en la Argentina, pertenece tradicionalmente a las mujeres.
Cinetto aseguró que la suya es una tarea privilegiada, aunque suele desconcertar a los no iniciados: “Contar cuentos es como volver a la primera comunicación. Es un vínculo que permite, a través de la palabra, que surja la imagen interior. El público que viene por primera vez suele manifestar una sensación de asombro, de curiosidad. Pero en cuanto uno comienza a contar la historia, queda maravillado”.
Ana María Bovo, una de las pioneras en el arte del “había una vez...”, sostiene que el fenómeno se fue construyendo lentamente. “Hace diez años, la narración oral estaba ligada, sobre todo, al ámbito de las librerías. Y el público apareció de a poco, no siempre llenó salas. No me voy a olvidar nunca de una función que hice sólo para dos personas. Ellos estaban a punto de devolver las entradas, porque aparentemente eran los únicos interesados en escuchar los cuentos; pero les pedí que se quedaran, que yo iba a contar para ellos. Después de eso, todo fue más fácil”, recordó. Invitada a participar del Festival, Bovo prestó voz a un texto del escritor argentino Daniel Moyano, exiliado en España desde el golpe militar de 1976, porque “me parecía importante participar con un relato de un autor poco reconocido, casi inédito, para que el público tomara contacto con su obra”. Bovo tiene un espectáculo nuevo, todos los sábados, en Opera Prima: La niña sapa. Ernesto Rodríguez Abad, narrador de las Islas Canarias y organizador del Festival de Narración Oral de Tenerife, llegó para presentarse en el encuentro. En diálogo con Página/12, recordó que el mayor elogio de su vida lo recibió de un nene al que, al terminar de escuchar sus cuentos, lo vio pararse de la silla, lo recorrió de pies a cabeza con la mirada, y exclamó: “¡Pero tú eres de verdad!”. Colectivo Fábula es un grupo español integrado por Carles García Domingo, Carlos Pérez Adadros, Emilio Sangar y Alberto Martínez Losa, que abrevó en las tradiciones de bufones y juglares. Sus integrantes reconocieron que la gratificación llega, por ejemplo, al ver “a un fan del heavy metal que se quedó embobado con los cuentos”. Cinetto rememoró un maratón de doce horas en algunos pueblos bonaerenses, en los que familias enteras se quedaban inmóviles, bajo el encantamiento de sus fábulas.
Los cuenta-cuentos entrevistados coincidieron en un auge del género. Aunque los teóricos aún debaten si es o no una rama del teatro o de la literatura, la gente se reúne y hasta los alienta. Según los narradores, es un camino para que quienes no son lectores asiduos acudan a invocar leyendas, piezas de fol- klore, relatos de autores célebres o desconocidos. “Parece un contrasentido que en un mundo con tanta tecnología este arte despojado tenga tanta convocatoria. Creo que esto se debe al poder de catarsis que tiene la narración oral. Propone pasar a otro tiempo, y entrar a otro universo”, reflexionó Cinetto. Pérez Adadros estuvo de acuerdo: “Después de tanto arte enlatado, es una vuelta a la espontaneidad”, comentó. García Domingo, sin embargo, admitió que el vínculo que el narrador intenta establecer con el público a veces resulta complejo, y expuso: “No siempre se atrapa a la audiencia. Solemos tener problemas, por ejemplo, cuando vamos al país vasco, sobre todo con los mayores, porque su tradición cultural es sumamente distinta. O cuando ofrecemos un espectáculo de poesía en sitios donde gusta el cuento”.

 

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