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EL TERRIBLE UNIVERSO DE LOS CHICOS APROPIADOS POR LOS REPRESORES DE LA DICTADURA
“Quiero que nunca más me llamen X”

Trabajaron con una tragedia que, seguramente, continuará acompañando a los argentinos en el nuevo milenio. Una prueba más de que, como afirman, los efectos de la apropiación de niños y la supresión de su identidad se perpetúa más allá de quienes han sido sus víctimas concretas. Los psicoanalistas María Isabel Punta, Fernando Ulloa, Ricardo Rodulfo, autores, junto a Eva Giberti, de la pericia que las Abuelas presentaron al juez Adolfo Bagnasco, desplegaron ante Página/12 el horror y las consecuencias de esa “familia infamiliar” que los apropiadores creyeron construir.

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Ulloa, Punta y Rodulfo, junto a Giberti, hicieron la pericia que Abuelas presentó a Bagnasco.

Ulloa: “La pericia apunta al niño atormentado. La criatura apropiada sigue cautiva toda la vida, salvo que  la verdad opere liberándola”.

Punta: “Es el escenario mismo del horror. Hay que imaginarse al chico que está en escenario toda la vida, porque hoy esos chicos son adultos jóvenes”.


Por Susana Viau

t.gif (67 bytes) P/12: –¿El desconocimiento de su historia produce efectos diferentes en un niño apropiado y en un niño adoptado?
María Isabel Punta: –Hay una gran diferencia entre no conocer una historia y estar implicado directa o indirectamente en una historia de muerte, desaparición y tortura y que esto se constituya como un secreto aberrante.
Ricardo Rodulfo: –Los padres adoptivos pueden no conocer o saber poco y nada de los padres biológicos. Pero eso bien distinto de la relación de poder que la apropiación establece, de la manipulación del chico que implica. En la adopción, hay una cierta igualdad de condiciones.
P/12: –La historia familiar empieza de cero...
RR: –Empieza de cero en cuanto a que no hay secreto.
Fernando Ulloa: –Cuando el chico vive familiarmente con una situación infamiliar, tiene algún grado de conocimiento. Ese conocimiento se filtra y es tan atroz que tiene que recusarlo, rechazarlo. Vivir familiarmente con un secreto atroz provoca el efecto siniestro. Si el chico alcanza una determinada edad en esta situación, termina cumpliéndose el designio de los represores: no sólo cortarlo de su línea genética, de su historia, sino parasitarlo. Un riesgo grande, pero no necesariamente inexorable.
RR: –El secreto no es sólo lo que no se verbaliza; se traduce en actitudes corporales y son físicas las cosas que pasan luego en el chico.
FU: –No está sabido pero está inscripto.
MIP: –Es muy distinto adoptar un niño que raptar un niño y nunca jamás conectarlo con su historia. El chico conscientemente cree que es una cosa, pero sus marcas, las que lleva desde lo prenatal, le están diciendo que es otra y eso es enloquecedor.
RR: –Es “el asesinato del alma”, como lo definió un célebre caso psiquiátrico.
FU: –Cierta vez me llamó una muchacha, nacida y criada en la Patagonia, que estaba casada con un amigo mío y había adoptado un chico. Me preguntó cuándo debía decirle al hijo que era adoptivo, porque ahora la criatura tenía tres meses. Yo le pedí que no colgara, que fuera a la cuna y le dijera que era adoptivo. Eso se está diciendo siempre.
MIP: –La adopción no se funda en la desaparición de la madre. Es doloroso para el hijo la muerte de la madre en el parto. Saber que se ha estado esperando a su nacimiento para matarla, es algo que queda inscripto en el dolor. Por eso nosotros decimos que una madre en cautiverio es un niño en cautiverio.
FU: –La pericia no apunta tanto a los tormentos o la desaparición de la madre sino al niño atormentado y en cautiverio. Esa criatura sigue cautiva toda la vida, salvo que la verdad opere liberándolo.
P/12: –En la pericia se alude al niño apropiado como “objeto fetiche”.
FU: –Lo importante es definir la crueldad no como una mera implementación de la agresividad de la condición humana sino como un dispositivo cultural, que requiere la complicidad impune de otro sujeto, Para que haya crueldad es necesario este dispositivo, pero no es suficiente. Hacen falta la impunidad y la mentira que recusa toda verdad, vale decir el fetichismo. El verdaderamente cruel es un sujeto que está abroquelado frente a él mismo, no tiene remordimiento, ha establecido un saber que rechaza lo que es distinto. Cuando los apropiadores, los pocos que han sido llevados a la Justicia, conmueven a la opinión pública amando y defendiendo desesperadamente a su presa, en realidad lo que defienden es un electrodoméstico, un chico que han robado. Y lo digo porque en un caso que conozco el apropiador periódicamente reunía sus familiares y les repartía electrodomésticos. Un día alguien descubrió en esa escena a la criatura apropiada y preguntó quién era. El apropiador dijo: “Un electrodoméstico, pero queda para mí”. El chico apropiado es un objeto fetiche. El velo que tienden sobre el crimen es el del presunto amor yalguna gente se conmueve frente a eso. La misma gente que decía “por algo será”
RR: –La gente, a veces, se deja manipular por cierta idea abstracta de “Ah!, hijo”, sin pensar que lo de hijo implica muchas condiciones, que sirve tanto para un barrido como para un fregado, que parte de la idea de “hijo” es concebir a ese sujeto como a una persona y no como a un fetiche, un muñeco para el uso personal. Mucho más si no es un hijo concebido o adoptado sino robado y expropiado.
P/12: –Ustedes inscriben esa situación en la crueldad, la malignidad y lo siniestro.
FU: –Freud tiene una frase importante en la que sostiene que el mismo origen tienen las virtudes y las perversiones. Es tan fuerte el compromiso con la verdad como el compromiso con la mentira. En los procesos de crueldad hay un hecho fundamental: cuando alguien ha elaborado una posición fundamentalista (está el ejemplo de Videla o de Pinochet), es inmune a cualquier saber que se oponga a lo que ha construido fetichísticamente. El cruel excluye lo distinto, lo odia y, cuando puede, lo elimina. La identidad tiene que ver con la apuesta a la verdad. En ese sentido, lo puesto a la crueldad es la curiosidad. La génesis de la crueldad es el desamparo y la ternura es su opuesto.
RR: –En cuanto a lo siniestro, uno podría presentarlo así: si en la calle un desconocido me quiere asesinar, la situación es peligrosa para mí pero no es siniestra. Si la persona con la cual convivo, en la que confío y donde espero encontrar lo familiar es quien me quiere asesinar, ingreso en la dimensión de lo siniestro. El chico apropiado se cree criado por un señor y una señora que son sus padres y lo quieren cuando, en verdad, no sólo lo han robado sino que se han complicado en una situación en la que él fue dañado. Si el Cartel de Medellín trafica droga no es siniestro; si la que trafica droga es una organización de lucha contra la droga aparece un pliegue que es el matiz siniestro. Hoy, en un regimiento de la Capital hay un supermercado. En el lugar al que se va a comprar hubo gente gimiendo. Ahí hay también algo siniestro.
MIP: –Como profesores de la Universidad de Buenos Aires tuvimos oportunidad de intervenir en situaciones en las cuales, justamente, los apropiadores habían estado en la tortura y el asesinato de la madre, de la familia y hasta del obstetra. Es el escenario mismo del horror. Hay que imaginarse al chico que está en ese escenario toda la vida. Porque esos chicos son hoy adultos jóvenes.
FU: –Yo agregaría un paso más de lo siniestro. Como decía Ricardo, lo siniestro tiene que ver con lo secreteado, con lo que no se sabe, con lo que no es explícito. En la sociedad pasaba lo mismo. Esto también era secreteado, negado, con lo cual el efecto siniestro se producía sobre ella. El efecto siniestro se construye sobre la renegación y la renegación es una amputación del aparato psíquico, es idiotizante. Idiotizante en el sentido griego, del que no sabiendo a qué atenerse se atiene a las consecuencias.
P/12: –¿Y dónde se instala la malignidad de esa situación?
FU: –Puedo contar una anécdota. Hace dos años vino una periodista alemana. Me preguntó por qué los analistas que trabajamos en derechos humanos no tratamos a los torturadores. Lo que ocurre es que ser malo es patrimonio de todos nosotros. Pero el maligno se caga en toda ley. Usurpa, arrasa al sujeto. El maligno se cae de la clínica, por eso no se lo analiza. Es estúpido querer exculparlos clínicamente. El maligno es tributario de la Justicia, o de lo que sea, y la tentación que promueve un sujeto de esta naturaleza –si bien los organismos de derechos humanos nunca han buscado venganza– es curarlos con su propia medicina, montarles otra inquisición maligna. La cuestión esencial es poder desmontar esasensación monolítica de la impunidad, con el correspondiente castigo, sin chicanas judiciales ni políticas.
RR: –Lo peor de todo es arrebatarle a la otra persona su ser de persona, ahí está la entraña de lo maligno.
MIP: –Es dominar, arrasar el espacio físico y psíquico del otro.
RR: –Yo puedo mentirle a alguien, todos podemos mentirle a alguien.
Pero una cosa es decir una mentira y otra tener una política de la mentira. Eso es atacar en el otro la posibilidad misma de conocer. Y querer quitarle de raíz la posibilidad de conocer es mucho más pesado que el simple mentir. Pensar que esto puede hacerse sin que queden huellas históricas en esa criatura es ingenuo, es...
FU: –...Es boludo. Porque esas huellas hablan. No es inexorable que un sujeto sometido a esto esté condenado. Si tiene cierta contextuación que lo ayude puede zafar, como se ha visto ahora: un chico de veinte años, que convive con el hijo de sus apropiadores pero ha ido a abuelas. Hay un concepto freudiano, el de “series complementarias”, y son tantas las variantes que entran, que no puede decirse que sea inexorable el resultado. Pero a mí me interesa no sólo estudiar los dispositivos de la crueldad. Cuando un cachorro es sacado de su nicho ecológico sufre tres operaciones: primero se deprime, se angustia; segundo, se anida; al final, se anima. La cuestión es cómo fue ese anidamiento, si fue desamparo o un nido de víboras, o el amparo. Si fue una estructura nazi, un nido de víboras, este sujeto es, sin duda, un sobreviviente. Y ese cachorro anidado en una estructura hostil va a tirar a lobo y no a animal doméstico, va a tender a instintivizarse. A repetir lo que recibió: el golpeado, golpeador. No inexorablemente, claro. En el desamparo la condición tanática se exalta y en consecuencia su conocimiento acerca de estas cosas va a tender a ser un conocimiento fetichista, un conocimiento protector, que recuse esa situación, un “saber sagrado”, fundamentalista, ortodoxo y totalitario. Si a la repetición instintiva se suma este “saber sagrado” tenemos el caldo de cultivo del cruel. Pero todo dependerá, repito, de cómo le fue en la feria. A mí me resulta esperanzado lo que dice Ricardo: quedan huellas y el sujeto puede trabajar esas huellas.
RR: –Estas situaciones marcan cinco consecuencias patológicas: depresiones inmotivadas en el contexto; adicciones, diversos tipos de toxicomanías y no sólo en el que sufrió el secreto sino en su descendencia; patologías psicóticas, delirios, alucinaciones; pasajes al acto, acciones violentas de las cuales el sujeto no puede dar cuenta y, por último, patologías psicosomáticas. En todos los casos lo importante es que el asunto no se agota en el objeto de la pericia, no se agota en el niño, pasa de generación en generación. Es algo difícil de hacerles entender a los jueces.
FU: –Cuando Abuelas de Plaza de Mayo cumplió 15 años participé en una mesa redonda con un texto referido a un cacique mapuche, Cañuqueo. A ese cacique yo le pregunté si él les enseñaba a sus hijos la religión de “los antiguos de antes” –que es un giro típico mapuche–, los abuelos míticos. Y él me dijo que sí. Entonces quise saber qué era para él la religión y me dio una respuesta formidable: “La religión es la lengua, señor”. Y las abuelas son “las antiguas de antes”. Todo esto que ellas cuentan, lo que ellas representan, tal vez no lleguen a muchos de sus nietos pero sí a los hijos de sus nietos. No es inexorable que siempre triunfen los malignos.
RR: –Por eso es que esta tarea significa mucho más que estar tironeando para que un chico vuelva a casa.
MIP: –Tiene que ver con el derecho a la identidad y al saber de un pueblo.
P/12: –Ustedes exponen las consecuencias del daño infligido a la madre.
MIP: –Nos apoyamos en autores que, como Montagu, han estudiado la vida prenatal. Y esto nos lleva a reconsideraciones de nuestra propiateorización como psicoanalistas, porque actualmente se sabe que un feto a las 11 semanas está en condiciones de distinguir efectos lumínicos, que en los accidentes domésticos con electricidad los fetos perecieron, y en los casos de tortura, aunque no perecieron, nacieron con serios trastornos orgánicos. Esto, así como los efectos de los ruidos intensos, de la asfixia materna han configurado lo que se estudió como “aflicción fetal”. El feto, en el último trimestre, tiene una serie de conductas altamente nocivas: defecación intrauterina, alteraciones de movimientos, succión del pulgar insistente. Todo esto es aplicable a los bebés torturados en útero.
RR: –El vientre invisibilizará al niño, pero es una membrana porosa, el feto está en contacto con el mundo y expuesto.
MIP: –Nosotros trabajamos con niños autistas, autismos tempranos, y se ha descubierto que niños que se comportan de forma autista desde el primer momento de vida han sufrido condiciones prenatales hostiles. Disminuyen los analizadores de distancias y se agudizan los de proximidad (el tacto). Para conocer algo lo acercan a la boca o se acercan para tratar de tocar lo que es auditivo o visual. Cuando hicimos la carrera, aprendimos que lo congénito tenía que ver con las enfermedades que la madre padecía. Hoy se sabe que una situación extrema de padecimiento psíquico de la madre puede producir en el feto el paladar hendido o el labio leporino.
P/12: –¿Es posible restaurar la personalidad dañada?
FU: –Recuerdo el caso de una chiquilla de cinco años secuestrada. Estábamos en el juzgado con el abogado, los abuelos, los apropiadores y el equipo psicológico. El juez le preguntó a la criatura si sabía qué era un juez y le explicó que un juez, cuando trabaja de juez, está obligado a decir la verdad y que él le iba a decir una verdad dolorosa: que quienes decían ser sus padres no lo eran, que sus padres estaban desaparecidos y los padres de sus padres, sus abuelos, los estaban buscando y que iba a ser entregada a ellos. Entonces la niña se levantó y se fue junto a sus abuelos. Miró a sus apropiadores y les dijo: “Y no quiero que nunca más me llamen X”. “X” era el sobrenombre que los apropiadores le habían puesto. La chica sabía esa verdad, estaba inscripta, se había filtrado. La verdad rompe el efecto de lo siniestro.
CR: –Pero las consecuencias pueden ser del orden de lo incontrolable. Si pudiéramos cercar, delimitar las consecuencias negativas al que lo sufrió, pero no se puede. El más enfermo no es necesariamente el chico nacido en cautiverio sino quizá su hijo, o su nieto. Eso lo vieron los psicoanalistas húngaros y franceses: el más afectado no era el prisionero, el que estuvo de cuerpo presente. Es como una metástasis.
FU: –Había un investigadora francesa que estuvo en Buenos Aires. Trabajaba sobre estas cuestiones y estaba muy interesada en el equipo de antropología forense. Un día me pongo a hablar con ella de estos temas y se cayó redonda. Era nieta de un prisionero de un campo de concentración. Tomar cuenta de esto la sacó de lo siniestro.
P/12: –¿Qué significó esta pericia para ustedes?
FU: –Empecé a hacer pericias con torturados en los 70, cuando ocupaba la presidencia de la Federación Argentina de Psiquiatras. Era la forma en que este gremio colaboraba con la Gremial de Abogados. Esta pericia tipo es, en cierta forma, algo esperado desde hace tiempo: poder participar junto a tantas víctimas y familiares de la represión, y todos los sectores solidarios de la sociedad en la búsqueda de justicia. Para mí resulta importante trabajar, principalmente, con Abuelas de Plaza de Mayo, que siguen buscando tenazmente a sus nietos. O con las Madres de Plaza de Mayo, que tampoco dejaron de buscar la verdad y el castigo para quienes pretenden impunidad. Todo esto significa la pericia: un acto solidario con tanto empeño que no cesa pese al sufrimiento. Es que la activasolidaridad, lo digo como psicoanalista, es la única vía para elaborar los efectos perversos de esa crueldad de la que nos ocupamos.

 

POR QUE Por S.V.
Puñales en las sonrisas

Cierta vez, un director de cine explicó, a su manera, la diferencia entre el drama y la tragedia: “Si saco un arma, disparo y mato a alguien, desato un drama; si saco el arma, disparo, fallo y lo dejo malherido, está empezando una tragedia”. El ejemplo es difícil de explicar, quizá porque aspire a ser comprendido desde alguna zona oscura de la conciencia; o tal vez porque esa confusa, abierta noción de “tragedia” evoca fuerzas ocultas que se desatan, desgracias que se prolongan en el tiempo, consecuencias impensables. Distintos el drama y la tragedia como distintos son el terror concreto de Poe y el horror acechante, invisible, inasible de Lovecraft. No es la sangre la que inquieta los sueños de Macbeth sino el secreto que rodea el crimen. Y secreto, malignidad, crueldad fueron las señas de identidad de la política de desapariciones diseñada por la dictadura militar y las que impregnaron el plan de apropiación de los hijos de esos desaparecidos. Esa es nuestra tragedia y en el efecto malsano de la mentira, del ocultamiento, del arrasamiento de la historia del otro, hurga la pericia en la que cuatro psicoanalistas –Fernando Ulloa, María Isabel Punta, Eva Giberti y Ricardo Rodulfo– pusieron y expusieron su experiencia clínica. La pericia tuvo un destinatario inmediato: el proceso que se sustancia en la justicia federal por la apropiación de niños nacidos en cautiverio y la supresión de su identidad. Pero es también, en cierto modo, un trabajo fundacional. Empieza a marcar, para quien quiera saberlo, cómo va a ser el futuro: el de las víctimas directas, el de su descendencia, el del grupo humano que forman los veinteañeros que han comenzado a dudar de sus orígenes y el de la sociedad que los contiene. Lo ocurrido entre 1976 y 1983 tiene características inéditas: la aparición de esas “familias infamiliares” en las que, como Shakespeare le hacía decir a Donalbain, “hay puñales en las sonrisas” y donde quien se dice “más cercano a nosotros por la sangre es el que está más cerca de verterla”. Queda, sin embargo, una esperanza siempre obstaculizada: la restitución de la verdad. Esa es la conclusión de la pericia y la razón de esta nota.

 

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