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Por Verónica Abdala Ya no es novedad que William Shakeaspeare, el dramaturgo más importante de la historia de la literatura, esté en el centro del candelero, a casi cuatro siglos de su muerte. Mientras sus obras de teatro gozan de una lozanía que muchos autores contemporáneos envidian y se suceden adaptaciones al cine, su nombre tiene en Internet alrededor de diez mil sitios y su figura se ha convertido en este fin de siglo en centro de un merchandising descomunal. Los estudios más grandes de Hollywood, seguros de que Shakespeare no sólo vende bien, sino que da prestigio, presentaron en los últimos tres años tres films importantes basados en su producción: Hamlet, de Kenneth Branagh, En busca de Ricardo III, de Al Pacino, y la versión en ácido de Romeo y Julieta de Baz Luhrman, protagonizada por Leonardo DiCaprio y Claire Danes. Sin contar a El rey león, uno de los éxitos más importantes de la década del emporio Disney, que puede verse como una adaptación enmascarcada de Hamlet, la obra que más interpretaciones suscitó hasta ahora a lo largo de la historia. En este contexto, podría pensarse que el cine ya no tiene nada más que pedirle al padre del teatro isabelino antes lo adaptaron Orson Welles Akira Kurosawa, Roman Polanski y Laurence Olivier, además del meloso Franco Zefirelli, pero hay al respecto una novedad de peso: el estreno de... Shakespeare in love (Shakespeare enamorado). Se trata, antes que nada, del primer film cuyo personaje central es el propio escritor y no alguna de sus criaturas. La película, protagonizada por Gwyneth Paltrow, Joseph Fiennes (hermano de Ralph) y Judi Dench, y dirigida por John Madden (Mrs. Brown), acaba de estrenarse en Estados Unidos con muy buenas críticas y llegará a las salas argentinas en 1999. La historia transcurre en la Inglaterra del siglo XVI, y se centra en las circunstancias que podrían haber inspirado al por entonces joven actor y dramaturgo a escribir la célebre obra Romeo y Julieta. ¿Y si Shakespeare se hubiera basado en una experiencia personal para concebirla?, ¿Y si hubo alguna musa inspiradora de tanta pasión? Estos fueron algunos de los interrogantes que movilizaron a los autores del guión, Marc Norman y Tom Stoppard. En la ficción, Gwyneth Paltrow (Pecados capitales, Emma, El crimen perfecto) interpreta a Viola, la mujer que podría haber inspirado a Shakespeare a escribir la historia de amor más famosa de todos los tiempos. Aunque, a pesar de que los guionistas y el director del film están convencidos de que las posibilidades de que el escritor se haya enamorado de una joven antes de escribir la pieza son altas, en realidad nadie sabe con certeza si esa mujer existió. El personaje de Viola para el que en los inicios del proyecto se barajó el nombre de Julia Roberts es el de una chica enamorada del teatro, a quien le tocó vivir en una época en que las tablas eran un terreno exclusivamente reservado a los hombres. Esa es la razón que la llevará a disfrazarse de varón para concretar su deseo de poder actuar, en una de las obras de teatro del joven Will, que se interpreta en un suntuoso teatro. Lo que Viola no prevé es que su juventud y su rebeldía enamorarán al escritor, y que ese amor secreto será la materia prima con que éste construirá la ficción de Romeo y Julieta. Nunca trabajé tan duro en una composición. Creí que si no paraba iba a terminar en estado de coma, ironizó Paltrow tras finalizar el rodaje. La selección del actor que interpreta a Shakespeare demandó bastante más trabajo que aquel del que salió beneficiada Paltrow. El director necesitaba a un chico joven, capaz de convencer a centenares de miles de espectadores de que su personaje era capaz de retratar con maestría los matices y las pasiones humanas. Y ésa no era, obviamente, una tarea fácil.Finalmente, los encargados del casting dieron con Fiennes un actor de 28 años, más conocido en Inglaterra por su labor en teatro que por sus trabajos en cine que a su modo de ver logró componer un personaje creíble, tras superar el susto que, según confesó después, le producía el desafío. El papel de Elizabeth 1ª, por su parte, le fue encomendado a Judi Dench, una de las actrices inglesas más versátiles para este tipo de roles, que no casualmente viene de interpretar a la reina Victoria en Mrs. Brown, también bajo la dirección de Madden. Por ese trabajo fue nominada el año pasado al Oscar a la mejor actriz. Algunas de las escenas de la película fueron filmadas en escenarios naturales de Londres, sobre todo las que se desarrollan en monumentales palacios y aquellas que requerían de un fondo de anchas praderas verdes. Pero la mayoría de las tomas se realizaron en un estudio de la capital inglesa en el que un grupo de técnicos construyó, a lo largo de ocho semanas, las calles, las tabernas, el mercado, y la réplica de los dos teatros (el Curtain Theatre y el Rose Theatre) en los que se movía el verdadero Shakespeare. Para la reconstrucción de época los actores debieron, además, someterse a extenuantes sesiones de maquillaje (las de Judi Dench duraban un promedio de cuatro horas por día) y a exigentes pruebas de vestuario, tarea que le fue encomendada a Sandy Powell, quien fue nominada hace unos años por su trabajo como vestuarista en Orlando.
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