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50 años después, hay Derechos Humanos universales (o no tanto)

Ayer empezó en Francia el festejo por la Declaración Universal de Derechos Humanos, firmada hace 50 años en París. Pero el presidente francés Chirac insistió en la "diversidad cultural".

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Por Eduardo Febbro
desde París

Página/12

en Francia

t.gif (67 bytes)  Con un curioso discurso que va en contra de las tesis de las organizaciones no gubernamentales, el presidente francés Jacques Chirac abrió ayer en la sede de la UNESCO la semana de celebraciones del cincuentenario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, firmada en París, en el Palacio Chaillot, el 10 de diciembre de 1948. "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en la dignidad y el derecho", dice el artículo primero de la declaración cuyos autores pensaban que debía formar "las nuevas tablas de la ley para la humanidad". Al inaugurar esta semana excepcional a la que asisten más de mil invitados de marca, Jacques Chirac pidió que se tomara en cuenta "la diversidad de las culturas", un concepto no muy bien visto en el seno de los organismos no gubernamentales ya que, para éstos, la diversidad puede significar que se toleren "ciertas" violaciones de los derechos humanos en nombre de las diferencias de apreciación culturales.

El discurso de Chirac caracteriza sin ambigüedad la actitud de los occidentales hacia países como China. Pekín, pese a las reiteradas violaciones a que somete a sus ciudadanos, escapa a las condenas. En este contexto, el presidente enfatizó que no se tendría éxito erigiéndonos "en los que dan lecciones. La condena es necesaria, pero, aunque sea crítico, sólo a través del diálogo, de la cooperación y de la asistencia técnica vamos a progresar". El discurso del mandatario parecía cortado a la medida de China, tanto más cuanto que en la sala de la UNESCO se encontraba como invitado especial el Dalai Lama, una presencia que "indispuso" a Pekín, que no mandó a su embajador a la ceremonia sino a un representante. El discurso presidencial sonó además como una segunda confirmación del "acuerdo de asociación" franco-chino firmando en 1997. El texto, como la

declaración de Chirac a favor del diálogo y contra los antagonismos, pedía justamente "un diálogo serio y constructivo antes que el enfrentamiento". Con todo, Chirac reconoció que la lucha por la defensa de los derechos humanos "es de una actualidad violenta" e incluyó en esa lucha la dimensión económica. "Desarrollo económico y democracia van juntos", dijo el presidente antes de proponer una "agenda para la mundialización" cuya misión sería el establecimiento de reglas económicas, sociales y penales que tendrían que someterse a la Asamblea General de las Naciones Unidas en el curso de la sesión del año 2000.  

La ceremonia de ayer fue acaparada por la presencia del Dalai Lama, quien vino a Francia acompañado por el hijo de un francés que se convirtió en monje budista, y de otras personalidades de peso, en especial los premio Nobel de la Paz Rigoberta Menchú y Adolfo Pérez Esquivel, Leah Rabin, la viuda del asesinado primer ministro israelí, y Danielle Mitterrand, la esposa del difunto presidente socialista François Mitterrand. Los premio Nobel almorzarán hoy con Jacques Chirac y este mismo martes comenzará la "otra celebración" paralela al programa oficial. Amnistía Internacional, ATD Quart Monde, la Federación Internacional de Derechos Humanos y France Libertés, la ONG fundada y dirigida por Danielle Mitterrand, organizan Los Estados Generales de los defensores de los Derechos Humanos. Desde hoy hasta el domingo, unos 350 defensores de los derechos inalienables oriundos de todos los países del planeta van a participar en un gran debate sobre el sentido de su misión en un mundo marcado por la impunidad, las guerras, la pobreza, el racismo violento, la intolerancia de culto y los derechos de los niños. Al final del debate los casi 400 participantes van a firmar La Declaración de París, un texto que será luego remitido a la ONU. Como para marcar bien la diferencia entre el programa "oficial" y el de las ONG, éstas prepararon también varios debates candentes. Uno de ellos tendrá lugar el próximo domingo en torno al tema "Valores asiáticos y democracia" y contará con la presencia del disidente chino Wei Jingsheng.

El cincuentenario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos coincide con el esperado anuncio que hará el próximo viernes 11 el ministro británico de Interior, quien debe decidir cuál será el destino del general Pinochet, "el violador fundamental", como lo apodan en París las ONG. Richard Goldstone, el juez sudafricano que fue el primer fiscal del Tribunal Penal Internacional de La Haya para los crímenes cometidos en la ex Yugoslavia, admite que 50 años después de la Declaración "los principios se impusieron en un creciente número de países. Los derechos humanos ganaron una legitimidad que antes no tenían". Sobre el caso concreto de Chile, Goldstone afirma que este país enfrenta "una situación de compromiso que roza la esquizofrenia. Siempre existe ese miedo de despertar los viejos demonios". Para el juez, el combate contra Pinochet y a favor de los derechos humanos no es vano, y menos aún inútil: "Los principios --dice-— pueden cambiar el mundo".

 

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