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Por
Eduardo Febbro
El discurso de Chirac caracteriza sin ambigüedad la actitud de los occidentales hacia países como China. Pekín, pese a las reiteradas violaciones a que somete a sus ciudadanos, escapa a las condenas. En este contexto, el presidente enfatizó que no se tendría éxito erigiéndonos "en los que dan lecciones. La condena es necesaria, pero, aunque sea crítico, sólo a través del diálogo, de la cooperación y de la asistencia técnica vamos a progresar". El discurso del mandatario parecía cortado a la medida de China, tanto más cuanto que en la sala de la UNESCO se encontraba como invitado especial el Dalai Lama, una presencia que "indispuso" a Pekín, que no mandó a su embajador a la ceremonia sino a un representante. El discurso presidencial sonó además como una segunda confirmación del "acuerdo de asociación" franco-chino firmando en 1997. El texto, como la declaración de Chirac a favor del diálogo y contra los antagonismos, pedía justamente "un diálogo serio y constructivo antes que el enfrentamiento". Con todo, Chirac reconoció que la lucha por la defensa de los derechos humanos "es de una actualidad violenta" e incluyó en esa lucha la dimensión económica. "Desarrollo económico y democracia van juntos", dijo el presidente antes de proponer una "agenda para la mundialización" cuya misión sería el establecimiento de reglas económicas, sociales y penales que tendrían que someterse a la Asamblea General de las Naciones Unidas en el curso de la sesión del año 2000. La ceremonia de ayer fue acaparada por la presencia del Dalai Lama, quien vino a Francia acompañado por el hijo de un francés que se convirtió en monje budista, y de otras personalidades de peso, en especial los premio Nobel de la Paz Rigoberta Menchú y Adolfo Pérez Esquivel, Leah Rabin, la viuda del asesinado primer ministro israelí, y Danielle Mitterrand, la esposa del difunto presidente socialista François Mitterrand. Los premio Nobel almorzarán hoy con Jacques Chirac y este mismo martes comenzará la "otra celebración" paralela al programa oficial. Amnistía Internacional, ATD Quart Monde, la Federación Internacional de Derechos Humanos y France Libertés, la ONG fundada y dirigida por Danielle Mitterrand, organizan Los Estados Generales de los defensores de los Derechos Humanos. Desde hoy hasta el domingo, unos 350 defensores de los derechos inalienables oriundos de todos los países del planeta van a participar en un gran debate sobre el sentido de su misión en un mundo marcado por la impunidad, las guerras, la pobreza, el racismo violento, la intolerancia de culto y los derechos de los niños. Al final del debate los casi 400 participantes van a firmar La Declaración de París, un texto que será luego remitido a la ONU. Como para marcar bien la diferencia entre el programa "oficial" y el de las ONG, éstas prepararon también varios debates candentes. Uno de ellos tendrá lugar el próximo domingo en torno al tema "Valores asiáticos y democracia" y contará con la presencia del disidente chino Wei Jingsheng. El cincuentenario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos coincide con el esperado anuncio que hará el próximo viernes 11 el ministro británico de Interior, quien debe decidir cuál será el destino del general Pinochet, "el violador fundamental", como lo apodan en París las ONG. Richard Goldstone, el juez sudafricano que fue el primer fiscal del Tribunal Penal Internacional de La Haya para los crímenes cometidos en la ex Yugoslavia, admite que 50 años después de la Declaración "los principios se impusieron en un creciente número de países. Los derechos humanos ganaron una legitimidad que antes no tenían". Sobre el caso concreto de Chile, Goldstone afirma que este país enfrenta "una situación de compromiso que roza la esquizofrenia. Siempre existe ese miedo de despertar los viejos demonios". Para el juez, el combate contra Pinochet y a favor de los derechos humanos no es vano, y menos aún inútil: "Los principios --dice- pueden cambiar el mundo".
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