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Por Diego Fischerman Desde Mendoza El Hotel Sand de Las Vegas, que Frank Sinatra convirtió en su centro de operaciones musicales --y de las otras-- posiblemente sea el caso testigo. También están el Carlyle, en cuyo distinguido Bar Memelsmans toca el clarinete Woody Allen, después de haber abandonado definitivamente el Michael's Pub donde estuvo durante años. Y, más cerca, el Llao Llao de Bariloche, donde todos los años se realiza, en noviembre, un festival de música de cámara. Los hoteles, cuyas actividades suelen ser asociadas con livianos entretenimientos --bailes a la luz de la luna y esas cosas-- también pueden hacer dignamente el papel de centros culturales. Tal es el caso del Hotel Aconcagua de Mendoza que ha resuelto, frente a la próxima avalancha de monstruos internacionales (el Hyatt por ejemplo) apostar a convertirse en un centro de referencia cultural de la zona. De hecho, la decisión tiene el valor de toda una declaración de principios. Podrían hacerse desfiles de modas, transmisiones de programas televisivos de concursos o certámenes de belleza. En cambio, con el nombre de "Arte y cultura en el Hotel Aconcagua", ya hace un mes que se viene desarrollando un ciclo --que seguirá hasta fines del verano-- y que nuclea a varios de los músicos más representativos de la escena actual. Uno de los orígenes de la movida puede rastrearse en la conclusión de algunos estudios especializados que indican que esa ciudad, junto a la norteamericana Seattle, será una de las que más crecerá en los próximos veinte años. El otro, tal vez, simplemente con que a los dueños del hotel les gusta el arte. Ya pasaron por el ciclo Agustín Pereyra Lucena, el trío de Adrián Iaies, Raúl Carnota y, el último fin de semana, el quinteto de Bernardo Baraj --él en saxo soprano, tenor y flauta, sus hijos Mariana en percusión y canto y Marcelo en batería, Alejandro Manzoni en piano, acordeón y teclados electrónicos y Fernando Galimani en contrabajo--, con su nuevo CD (Milonga borgeana) recién presentado en La Trastienda de Buenos Aires. En las próximas semanas estarán Cuatro Vientos, Luis Salinas y el dúo de Jorge y Pocho Sosa. Más allá de las bellezas de la ciudad, Mendoza tiene entre sus laureles musicales el que varios de los solistas de orquesta más destacados del momento hayan salido de su universidad. Ese quizá no sea más que otro síntoma de la misma inquietud y curiosidad que hace que los viernes y sábados se junten las personas que se juntan, en un hotel del centro, para escuchar músicos de eso que podría definirse como jazz argentino y territorios afines, junto a aquellas experiencias que, a partir del folklore o el tango, desarrollan discursos propios y originales. Por otra parte, una de las características salientes de este ciclo es no descansar en la convocatoria fácil de algunos nombres célebres, abriendo el juego, además, a los artistas locales. En realidad no se trata de la exhibición apta para cholulos de famosos de Buenos Aires llegando tierra adentro sino de una programación en la que parece primar, hasta ahora, un criterio sobre todo artístico. Si algo puede encontrarse en común, dentro de la saludable heterogeneidad que representan nombres como los de Pereyra Lucena, Iaies, Baraj, Pocho Sosa o Luis Salinas, es, antes que la celebridad, la coherencia a la hora de encarar sus carreras.
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