|
Por Cledis Candelaresi desde Río de Janeiro Aunque las delegaciones de Argentina y Brasil acudieron a la XV Cumbre del Mercosur con el borrador de un preacuerdo para el régimen automotor común, las diferencias que aún subsisten entre los dos principales socios del bloque y el lobby de las automotrices aún no permitieron cerrar ningún trato. El objetivo inicial era unificar los regímenes a partir de enero del 2000. Pero, en el mejor de los casos, Roque Fernández y sus pares de la región con quienes hoy participará de un plenario de ministros, o los presidentes quienes se acoplarán a la reunión de Río el jueves apenas podrán anunciar la puesta en marcha de un sistema de transición que contemplará, sólo en parte, las aspiraciones de las terminales. Funcionarios de uno y otro se esmeran por resolver la larga lista de pleitos binacionales sin emitir señales de que el Mercosur puede resquebrajarse definitivamente. Hacerlo significaría correr el riesgo de desalentar a los potenciales inversores. Acordar un régimen automotor único es uno de los objetivos prioritarios de la agenda común, y en él tiene especial interés Brasil, para el que la industria del sector representa más del 11 por ciento del Producto Bruto. Pero el juego de intereses contrapuestos entre las terminales, autopartistas y gobiernos impide sellar un pacto definitivo. Ayer todas las expectativas de la cumbre estaban centradas en la posibilidad de anunciar un acuerdo, aunque más no sea proclamando la intención de llegar a un régimen único dentro de unos años. Pero a media tarde, el secretario de Industria, Alieto Guadagni, y su par brasileño, José Botafogo Goncalves, suspendieron la conferencia de prensa prevista para informar sobre el curso de estas negociaciones y, en su lugar, el funcionario brasileño emitió un escueto comunicado avisando que el debate continúa. Nadie quiso precisar cuáles son las diferencias, pero previsiblemente, éstas consistan en definir qué proporción de componente nacional y no regional deberán contener los vehículos que se fabriquen en el ámbito del Mercosur. Tampoco es claro cómo y cuándo Brasil desmantelará la batería de subsidios con que beneficia a las terminales radicadas en su territorio. Hasta ahora, Argentina y Brasil sólo pudieron acordar las bases para un régimen de transición hasta el 2004, sobre pautas generales, que tratarán de precisarse entre enero y marzo próximos: * Las automotrices presionan para que les permitan importar desde otros países ajenos al Mercosur unidades terminadas a un arancel preferencial, por debajo del 35 por ciento que previeron los gobiernos de ambos países. Su propuesta no desechada definitivamente por los gobiernos consiste en que se les permita comprar hasta el equivalente al 20 por ciento de su producción pagando una tarifa del 20 por ciento. * Las terminales también podrían importar autopartes de extrazona a un arancel preferencial de entre el 4 y 5 por ciento (ahora pagan entre el 14 y 18 por ciento). Pero para acceder a ese privilegio, deben respetar proporciones equivalentes de partes importadas y locales, sobre la base de que los vehículos que se fabriquen en el Mercosur no pueden tener más de un 40 por ciento de sus componentes comprados fuera del bloque. * De cada modelo nuevo, al menos una versión se fabricará en la Argentina. De este modo, Buenos Aires conseguiría una especie de garantía de inversión frente a Brasil, que con un régimen de generosos subsidios -y un mercado mayor resulta más atractivo para la radicación de plantas. La presión de las empresas es fuerte. Varios representantes de Adefa viajaron a Río para seguir de cerca esta discusión. Los brasileños podrían utilizar algunos argumentos semejantes a sus pares argentinos para presionar a sus gobiernos: según información oficial difundida ayer porFolha de San Pablo, las terminales brasileñas expulsaron miles de empleados y hoy ocupan los mismos que en 1973.
|