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Por Mariana Carbajal Fue el llamado de la sangre, se conmueve Susana Duarte. A los 32 años, ella y su hermano mellizo Guillermo emprendieron la búsqueda más difícil: la de sus orígenes. Sabían que habían sido dados en adopción al nacer y que en algún lugar del país tenían un hermano. A través de la Subsecretaría bonaerense del Patronato de Menores, rastrearon el expediente de guarda de ambos y descubrieron con sorpresa que en lugar de uno tenían cinco hermanos mayores más. A tres de ellos pudieron localizarlos por el padrón electoral. Nos falta encontrar a dos más para que la patota esté completa, bromea Guillermo. Cinco de los siete hermanos separados hace más de tres décadas se reencontraron en el despacho del presidente de la Suprema Corte de Justicia, sin cámaras ni micrófonos. Ayer contaron a Página/12 su historia. ¿Sabés cuál era mi mayor miedo?.. No encontrarlos vivos, confiesa Susana. Desde los 10 años supo que era adoptada. Pero recién este año, con el impulso de su pareja, Horacio, se decidió a ir a la Casa Cuna de La Plata adonde la fueron a buscar sus padres adoptivos para empezar a armar el rompecabezas. Susana despliega con sumo cuidado un papelito blanco con los primeros datos que le dieron en el hospital y que le abrieron la llave del reencuentro familiar: los verdaderos nombres de ella y su hermano Guillermo, la identidad de su madre y la de uno de sus hermanos, Adrián, que también llegó con ellos a la Casa Cuna pero que fue dado en adopción a otro matrimonio y nunca más supieron de él. Con esa información, en marzo, Susana fue a la Subsecretaría del Patronato de Menores de la Suprema Corte de Justicia de la provincia, para que la ayudaran a reconstruir su historia. Y una vez por mes regresó, ilusionada, en busca de novedades. El lunes 30 de noviembre la subsecretaria Estela Testoni la recibió con la gran noticia: Muy pronto te vamos a dar una sorpresa, le anunció, misteriosa. Y la citó para el viernes 4 a las 9.45. Sin saberlo, los cinco hermanos se cruzaron esa mañana en el hall del Palacio de Tribunales de La Plata. Minutos después Susana y Guillermo Duarte y Margarita (58), Magdalena (52) y Juan (38) Toro se fundirían en un abrazo interminable, que conmovió hasta las lágrimas al presidente de la Suprema Corte, Héctor Negri. En mi larga vida de juez nunca vi nada más hermoso, recordó ayer Negri ante Página/12. La enseñanza más importante que nos deja esta historia es el valor de los lazos de sangre, en un momento en que todavía está vigente el problema de los hijos de desaparecidos. Los mellizos y los otros tres hermanos no vivieron un día juntos pero se estuvieron buscando toda la vida, reflexionó el ministro. Su despacho fue el escenario del reencuentro. Juan nunca pudo borrar de su memoria aquel día de marzo del 66 en que vio por última vez a sus cuatro hermanos menores y fue separado brutalmente de su madre. Tenía 8 años. Mamá estaba sola y muy mal económicamente. Una vecina le dijo que en tribunales la iban a ayudar para que nos pudiera cuidar a todos. Ella no los quería dar en adopción pero la engañaron. Dos mujeres policías se llevaron primero a los mellizos que tenían poquitos días. Y después a Adrián que tenía 1 año y a Oscar, 4. A mí, como no era adoptable, me dejaron en un reformatorio. Recién cuatro años más tarde pude regresar con mamá, les contó Juan el viernes a Susana y a Guillermo, cuando siguieron la tertulia en el bar La Ley, frente al Palacio de Tribunales, y horas más tarde en la casa de los mellizos, en el barrio Gambier, a dos kilómetros y medio del centro platense, donde brindaron por el reencuentro. Con el recuerdo latente de la cruenta separación, Juan trató junto con Magdalena de localizar a sus hermanos perdidos. Pero no tuvo la misma suerte que Susana. El viernes, Juan fue el más emocionado y quien abrazó con más fuerza a los mellizos. Nunca más van a estar solos, les prometió y desde el sábado no dejó de llamarlos por teléfono ni un día. Ahora los cinco esperan ubicar pronto a Adrián y a Oscar, que hoy tendrían 33 y 36 años, y que fueron adoptados por dos matrimonios distintos. Los siete hermanos son hijos de V. O. y de cuatro padres distintos. La madre, que tiene 77 años y vive en el sur del Gran Buenos Aires, todavía no está enterada del reencuentro de sus hijos. Margarita, Magdalena y Juan siempre siguieron en contacto con ella. Siempre pensé que mi madre nos había abandonado. Por eso no quería conocerla. A los que buscaba era a mis hermanos. Ahora que Juan me contó que no nos quiso abandonar, no le guardo ningún rencor ni reproche, dice Susana. A su lado, Guillermo, que es operario del Albergue Granja Melchor Romero, asiente exultante. El padre adoptivo de ambos murió en el 91 y la madre adoptiva vive cerca de ellos en La Plata. De golpe somos tíos, tíos abuelos y tenemos tres tíos, se entusiasma Susana, que abandonó en segundo año la carrera de Derecho y hoy es ama de casa. Juan está desocupado, tiene 5 hijos y vive en Florencio Varela. Margarita es viuda, vive en Avellaneda y trabaja en la Facultad de Odontología. Y Magdalena tiene también 5 hijos y vive en Lanús Este. Los cinco hermanos guardan la ilusión de festejar la próxima Navidad con los dos hermanos que no han podido localizar. Queremos tener la oportunidad de vivir juntos que nos negaron durante 32 años, concluye Susana.
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