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OPINION
La tabla rasa
Por Juan Forn

Para aquellos que votamos por primera vez en 1983, la vuelta a la democracia se parecía bastante a una panacea: dábamos ingenuamente por sentado que tener autoridades elegidas por el voto sería sinónimo del pleno funcionamiento del sistema republicano. El poder elegido velaría por los intereses de quienes lo habían puesto allí –en el Ejecutivo, en el Legislativo– y el Judicial se encargaría de que la autonomía y el equilibrio entre esos poderes no se distorsionara.
En otras palabras, el engaño como herramienta a utilizar desde el poder parecía tener poco espacio, por no decir ninguno, si los nuevos funcionarios se encargaban de ejercer las atribuciones y responsabilidades de sus respectivos cargos. Entonces vino Semana Santa, la promesa presidencial de que la casa estaba en orden y las leyes de Punto Final y Obediencia Debida.
Para 1989 habíamos perdido mucho de aquella inocencia, pero todavía nos quedaba por ver una deformación más de esa entelequia llamada democracia: no hablemos ya de un gobernante violando sistemáticamente cada una de las promesas realizadas durante la campaña electoral, sino de la constante manipulación de sus atribuciones de gobierno para transgredir o desactivar todos los mecanismos institucionales de control de su gestión.
En otras palabras, el engaño como herramienta favorita del poder.
A la luz de las experiencias de gobierno que hemos tenido en estos quince años, podría decirse que la democracia pareció mutar de una idílica panacea a “el mal menor”, al menos para la generación a la que pertenezco. Hay otra manera de verlo: la democracia, hoy, es un valor que se da por sentado.
Es, en todo caso, la tabla rasa sobre la cual construir el pleno funcionamiento de las instituciones republicanas. La pregunta es: ¿qué candidato, cuando sea gobierno, estará dispuesto a restituir esos mecanismos de control de gestión que monitorearán sus actos y atribuciones? Prometerlo, lo prometerán todos (o casi todos: seamos realistas). Pero, a la hora de los bifes, ¿a qué candidato no le será providencialmente útil
que el actual presidente le haya alivianado así el camino?

 

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