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París fue una fiesta en
honor de Jack Straw

Ayer en París llegaron a un clímax los festejos por los 50 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos al saber que Jack Straw aprobó la extradición de Pinochet.

La guatemalteca Rigoberta Menchú, Premio Nobel de la Paz.
No fue la única latinoamericana felicitada en el día de ayer.

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Por Eduardo Febbro desde París

t.gif (67 bytes) El silencio habló por los desaparecidos. Tres minutos enteros de una emoción cautiva mientras Fabiola Letelier, hermana del asesinado Orlando Letelier, y Sola Sierra, presidenta de la Fundación de Detenidos y Desaparecidos de Chile, se abrazaban en los pasillos del Palacio Chaillot. “Ca y est” –ya está–, acababa de decir el delegado de Amnistía Internacional comunicando así a los 400 defensores de los derechos humanos que participan en París en las celebraciones del cincuentenario de la firma de la Declaración Universal de los Derechos Humanos la información procedente de Londres. Alguien atinó a preguntar “¿extradición ?”, sí, respondió el delegado: “El ministro Jack Straw decidió la extradición”. Las trescientas personas que deambulaban por los pasillos del Palacio Chaillot esperando las noticias enmudecieron de golpe antes de estallar en un concierto donde las lágrimas y los gritos y los aplausos y los abrazos y los recuerdos y las luchas y tantas injusticias mordidas formaron una inenarrable comunidad.
Sola Sierra apenas podía hablar cuando dijo a Página/12: “Creo que el dolor que hemos tenido en Chile y en todo los pueblos latinoamericanos tiene una respuesta. Es el mundo el que está diciendo que jamás se puede atentar contra la vida de otros sin que se tenga que pagar ese delito. Mañana se cumplen 50 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y esto es el mejor homenaje que se le puede hacer a esta carta fundamental. Yo, por todas las víctimas de Latinoamérica, por mi esposo detenido desaparecido, por todos los muertos del mundo, creo que este es un día muy glorioso. La humanidad empieza a vivir un momento de seguridad. Los tiranos deben saber que este es un mensaje de advertencia para aquellos que quieren violar los derechos humanos. Que sepan que hay una justicia, una justicia a nivel internacional”. La premio Nobel de la Paz, la guatemalteca Rigoberta Menchú, tampoco podía creer la veracidad de la noticia. Quienes la acompañaban le aseguraban que sí con la cabeza y le hizo falta un buen rato para reponerse. Después declaró a Página/12 que consideraba que “el caso Pinochet era un hito para todos los casos de violaciones de los derechos humanos en Latinoamérica. Hay regímenes que fueron premiados con amnistías, con quitarle la culpabilidad, pero los delitos que cometieron son de lesa humanidad. Esos delitos no tienen que ser perdonados en ninguna parte del mundo”. Como muchos otros defensores de los derechos humanos que se encuentran en París, Rigoberta Menchú destacó la importancia de esa Justicia extraterritorial: “Si adentro de nuestros países no se puede hacer nada porque hubo autoamnistías, ahora tenemos la esperanza de que el mundo actúe. Si Pinochet es extraditado a España es un golpe muy profundo contra la impunidad. La satisfacción que yo siento la deben también sentir muchas madres que quieren que algún día haya justicia”.
Pinochet, el heraldo negro del pasado más oscuro de América latina, fue alcanzado en Europa por ese pasado justo la víspera en que la comunidad de quienes nunca olvidaron celebra la firma de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. “Las voces de los muertos pronunciaron su sentencia”, decía un delegado salvadoreño. Reed Body, el abogado defensor y miembro de Human Right Wacht que representó a su organización en la Cámara de los Lores, recalcó que Pinochet “iba por el camino que lo llevará a enfrentar a sus víctimas”. Para Reed, el anuncio del ministro británico de Interior viene a “fortalecer ese consenso internacional que quiere que los crímenes y las atrocidades no queden impunes”. Siguiendo ese enfoque, Richard Buting, el representante de Amnistía Internacional,destacó que la decisión de Straw “marca el nacimiento de una nueva era para los derechos humanos”. El Estado francés también se sumó a la larga lista de reacciones. El jefe de la diplomacia francesa, Hubert Vedrine, repitió la frase de Buting y agregó que si “bien ninguno de nosotros conoce aquí el atajo o la fórmula mágica para que los derechos humanos sean respetados en la tierra entera, cada uno de nosotros está determinado y quisiera acelerar las evoluciones para la lucha contra la impunidad”. Para la ministra francesa de Justicia, Elisabeth Guigou, “no hay mejor ilustración de que entramos en un nuevo período, un período en el cual no nos contentaremos con proclamar los derechos humanos sino que podremos juzgar a las personas culpables de crímenes contra la humanidad”. Guigou no excluyó la posibilidad de que Pinochet sea extraditado a Francia pero observó que, en primer lugar, la decisión de Straw “abre la puerta a una posible extradición hacia España, que es el primer país que lo reclamó”.
La lucha, como se grita en París, continúa.

 

OPINION
Día diez

Por J. M. Pasquini Durán

La decisión política del gobierno de Tony Blair que secundó el fallo judicial de los lores, negando la libertad de Augusto César Pinochet, un dictador de 83 años que creyó en su impunidad eterna, no podía haber elegido mejor día para el anuncio que este día diez. Coincide con el cincuenta aniversario de otro acontecimiento, ocurrido el segundo viernes de diciembre de 1948. De los 56 delegados presentes en la Asamblea General de las Naciones Unidas, 48 votaron a favor, ninguno en contra y ocho se abstuvieron. Habían pasado casi cuatro años desde Yalta (febrero de 1945) donde las tres potencias aliadas –Estados Unidos, Reino Unido y Unión Soviética– firmaron cinco declaraciones y dibujaron el mundo de la segunda posguerra mundial. Una de ellas, “sobre Alemania”, era categórica en su párrafo inicial: “Alemania nazi está sentenciada. El pueblo alemán sólo hará más pesado el costo de su derrota, si trata de continuar una vana resistencia”. Debieron escribirla doce años antes.
“En 1933 un primer ministro francés debió decir (y si yo hubiera sido el primer ministro francés lo hubiera dicho): ‘El nuevo canciller del Reich es el hombre que escribió Mein Kampf, y que dice esto y aquello. No podemos tolerar a ese hombre en nuestra vecindad. ¡O desaparece o marchamos!’ Pero no procedieron así. Nos dejaron en paz y nos permitieron atravesar la zona de riesgo, y pudimos sortear la totalidad de los arrecifes peligrosos.” El párrafo citado pertenece a un informe secreto que Goebbels, ministro de propaganda de Hitler, dejó conocer a un selecto grupo de periodistas (sólo uno de ellos hizo una transcripción) el 5 de abril de 1940, cuatro días antes de la invasión nazi de Noruega.
Los miembros de Naciones Unidas, reunidos en 1948, ya no podían corregir el pasado, pero quisieron prevenir el futuro. Sus largas deliberaciones apelaron a dos documentos básicos: la Declaración de Independencia de los Estados Unidos (1776) y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de la Revolución Francesa (1789). Cuando llegaron a la votación, los ocho abstenidos fueron Africa del Sur, Arabia Saudita, Checoslovaquia, Polonia, Rumania, Ucrania, Unión Soviética y Yugoslavia. Los países socialistas fundamentaron su voto en el rechazo de los demás a sus propuestas para que el texto incluyera los siguientes principios: 1) La igualdad no sólo de cada ser humano, sino también de cada nación. 2) La prohibición de la pena de muerte en tiempos de paz. 3) La prohibición de la propaganda fascista, militarista y racista como antihumana.
Ese mismo año, el 14 de mayo de 1948, nacía el Estado de Israel. En América latina, las turbulencias tenían signos trágicos. El 9 de abril en Bogotá, Jorge Eliécer Gaitán, líder del ala izquierda del Partido Liberal y caudillo popular, era asesinado por orden de la derecha conservadora que capitaneaba Laureano Gómez. “El hambre, la miseria, la desnutrición, el paludismo, la anemia, la ignorancia –escribió Gaitán en Las ideas socialistas en Colombia– no son liberales ni conservadores, sino producto de la opresión oligárquica”. Cuando intentó huir, el asesino fue prácticamente destrozado por los testigos del crimen y esa noche estalló el “Bogotazo”. Entre los estudiantes que asistían a la Conferencia Panamericana, casuales espectadores del alzamiento popular, había un cubano: Fidel Castro. Al finalizar abril, en la misma capital de Colombia, quedó instalada la OEA (Organización de Estados Americanos) que sustituía a la Unión Panamericana.
En Ecuador, asumía un nuevo presidente, Galo Plaza Laso, el décimo octavo en diecisiete años, mientras los golpes de Estado instalaban dictadores en El Salvador, Paraguay, Perú y Venezuela. Fue un año intenso que Argentina pasó en la primera bonanza del peronismo. Una semana antes del Bogotazo, Perón firmaba un acuerdo con Franco, otorgándole créditos por 1750 millones de pesos para que compre en este país materias primas,alimentos y artículos de primera necesidad. En medio de las noticias sobre las revueltas, los noticieros radiales seguramente informaban que Gilda, la película de Hollywood ubicada en Buenos Aires, provocaba escándalo en España por la bofetada que le daba Glenn Ford a Rita Hayworth. El Premio Nobel de ese año se lo llevó Paul Müller, inventor del DDT y dos físicos norteamericanos anunciaron la puesta a punto del transistor.
Cuarenta días antes de la votación en Naciones Unidas, Charles Chaplin fue encausado por el Comité de Actividades Antinorteamericanas, que ya había encarcelado en 1947 a los “Diez de Hollywood” por supuestas afinidades con el comunismo. La Guerra Fría de las próximas cuatro décadas había comenzado. En ese clima, las deliberaciones de aquellos 56 delegados de Naciones Unidas parecían una hipocresía o un ejercicio de ingenuidad. ¿Qué destino podía tener la Declaración Universal de Derechos Humanos? Nada más y nada menos que el que tuvo y el que le falta andar todavía. Las utopías son como la línea del horizonte, escribió Eduardo Galeano, que se aleja a medida que uno se acerca. ¿Para qué sirven entonces? Para caminar. No es una frase ingeniosa. Aquella Declaración, con el Preámbulo y los treinta artículos que la componen, pueden llevarlo a uno tan lejos como llegaron, caminando en círculos, las Madres y Abuelas de la Plaza. Hoy están allí, caminando, desde ayer, día diez, Día Universal de los Derechos Humanos, día de enhorabuena para los chilenos libres.

 

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