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Por Martín Granovsky Mientras el juez español Baltasar Garzón reúne elementos para determinar su participación en los asesinatos cometidos por Augusto Pinochet en el exterior, Henry Kissinger busca en la Argentina elementos para componer su propio cuadro de situación: ayer llegó a Buenos Aires, se reunió con el presidente Carlos Menem y discutió con el gobierno el futuro del dictador, que podría ser el suyo propio si el FBI continúa desclasificando los documentos secretos sobre el golpe del 11 de setiembre de 1973. Kissinger mantuvo contactos con Menem, con el jefe de gabinete Jorge Rodríguez y con el vicecanciller Andrés Cisneros, que lo recibió en la zona militar del Aeroparque. El ex secretario de Estado de Richard Nixon llegó en su avión particular. Después cenó con el candidato de la Alianza Fernando de la Rúa, que lo recibió en su casa privilegiando su papel de lobbyista por sobre su participación en la década más sangrienta de América latina. Este diario pudo saber que Kissinger se preocupó por conocer la posición argentina sobre el caso Pinochet y sobre la situación política chilena tras la decisión británica de extraditar al dictador a España. Menem y sus funcionarios le sintetizaron una postura doble: El Gobierno piensa que Garzón está aplicando un principio de extraterritorialidad y pasa por encima de las leyes chilenas en la aplicación de justicia. La detención de Pinochet y su posible extradición a España afecta la transición chilena, un proceso que aún no se completó. A Kissinger se lo veía muy preocupado especialmente cuando preguntaba por el estado de ánimo de los oficiales chilenos después de la detención de Pinochet dijo a Página/12 un alto funcionario de la Casa Rosada que pidió reserva de su nombre. En todo momento el ex secretario de Estado y consejero nacional de Seguridad de los presidentes Richard Nixon y Gerald Ford planteó su preocupación por Chile en términos de política internacional. Pero la investigación de la Justicia española lo acerca cada vez más a una situación de sospechoso por el tramado del golpe contra Allende y la extensión del Plan Cóndor, que coordinó la represión en la Argentina, Chile, Uruguay y Brasil, y quizás incluyó atentados y asesinatos en Washington y Roma. El gobierno de los Estados Unidos acaba de desclasificar documentos hasta ahora secretos sobre los años de plomo en América latina. Uno de los textos es la comunicación del embajador norteamericano en Santiago de Chile a su gobierno en el que describía la situación chilena en 1970 como una democracia en descomposición. Tal como publicó este diario en exclusiva dos meses atrás, Edward Korry definía así el panorama tras las elecciones que dieron el triunfo a la Unidad Popular de Allende: Apesta. Otro de los documentos registra una reunión entre Kissinger, Nixon y el director de la Cia, Richard Helms. Hay una chance en diez de salvar a Chile, pero vale la pena, decía. Y agregaba detalles sobre la necesidad de reunir a los mejores hombres y disponer de diez millones de dólares para comenzar, o más si es necesario. El 11 de setiembre de 1973, un cable de Patrick Ryan, teniente coronel de los marines y agregado naval en Valparaíso, informaba: Allende fue encontrado solo y muerto en su oficina. Se había suicidado poniendo su ametralladora bajo su quijada y apretando el gatillo. Sucio, pero eficiente. Años después, ya con el gobierno demócrata de Jimmy Carter, que presionó a Pinochet para que respetara los derechos humanos, fue un agente del FBI, Robert Scherrer, quien descubrió el Plan Cóndor de coordinación represiva entre las dictaduras del Cono Sur. Si bien no hay información directa que indique que se planean sanciones dentro de Estados Unidos, no está fuera de lo posible que el reciente asesinato de (el ex canciller de Allende,Orlando) Letelier en Washington pueda ser una acción de Cóndor, escribió Scherrer en un informe a la Oficina Federal de Investigaciones. Letelier fue muerto en Washington, donde vivía exiliado, junto a su secretaria, la norteamericana Ronnie Moffit. La secretaria de Estado Madeleine Albright acaba de pedir públicamente disculpas en nombre de su gobierno por la colaboración de los Estados Unidos con las dictaduras latinoamericanas. El papel que jugó entonces Kissinger fue descripto de inmediato por el gran investigador argentino Gregorio Selser en un libro cuya exactitud confirmaron las revelaciones posteriores: De cómo Nixinger desestabilizó a Chile. De ambos términos, Nixon no siguió en el cargo para disfrutar del golpe que había planeado. Renunció en 1972, después de que el Washington Post descubriera el espionaje a la oposición en el edificio Watergate. Kissinger en cambio continuó en el gobierno hasta el golpe de 1973 y aun luego. Garzón acaba de pedir a los Estados Unidos que desclasifiquen un documento que probaría lo que el juez español ya tiene por un texto en su poder: el 10 de junio de 1976 se reunieron en Chile Kissinger y el entonces canciller de la dictadura argentina, César Guzetti. Garzón posee el documento según el que Guzetti pidió la venia para aniquilar de una vez por todas la subversión y que, según rezan las notas del encuentro, el señor secretario de Estado a continuación dio su aprobación. El juez quiere que Washington le entregue una copia certificada del texto. Después de su paso por el gobierno, el Dr.K. instaló Kissinger & Associates, una consultora de lobbying internacional que influye en favor de gobiernos o empresas y recaba información política de primera mano. Kissinger representa a varios clientes que tienen intereses en la Argentina, y aplica su actual realismo político para abonar el realismo económico de su trabajo: El país le debe 700 millones de dólares al consorcio Eriday, que reúne a las empresas Dummez e Impregilo como proveedoras de la presa de Yacyretá. El ex secretario de Estado maniobra también en favor de empresas norteamericanas interesadas en romper el embargo contra Cuba para no perder espacio en la isla frente a la competencia de las firmas de América latina, Europa y Canadá. En los últimos tiempos Menem varió su posición crítica hacia Castro por otra más pragmática, apta para evitar choques con el resto de los gobiernos latinoamericanos y garantizar negocios argentinos en Cuba. Para aprovechar su visita a la Argentina, Kissinger buscó ayer elementos sobre la situación doméstica. Preguntó a Menem por el triunfo de la Alianza y a la noche prefirió recabar información de primera mano cenando en casa de los De la Rúa. Un allegado al candidato presidencial de la Alianza informó a Página/12 que De la Rúa invitó a su ex secretario de Hacienda Adalberto Rodríguez Giavarini, al asesor económico de la Alianza José Luis Machinea y a la consultora en comercio exterior Beatriz Nofal. Kissinger tiene buenos vínculos con el radicalismo desde que facilitó a Raúl Alfonsín contactos en Washington al comienzo del primer gobierno constitucional, en 1983. El ex secretario de Estado contaba, además, hasta ahora, con una ventaja adicional: con su conversión en lobbyista profesional había logrado que pasara a segundo plano su pasado como artífice del complot que dio vuelta la historia de América latina en los años 70. Las revelaciones del caso Pinochet dieron otra luz a su visita a la Argentina. Como si, por primera vez, la imagen del lobbyista eficaz no fuera suficiente para disimular el pasado que, ayer, le perdonaron el Presidente y el candidato opositor a la Presidencia.
El Mercosur finalmente salió a bancar a Pinochet
El
Mercosur se opuso formalmente a que Augusto Pinochet sea juzgado fuera de Chile. Los
presidentes de la región incluyeron su reclamo en una declaración conjunta en la que se
evitó mencionar con nombre y apellido al dictador. De todos modos, el sentido del texto
es unívoco: pide el respeto al principio de territorialidad de la Justicia,
en un claro rechazo a que el proceso que Londres inició contra el genocida prosiga su
marcha en Madrid. Por si quedaran dudas, cada uno de los mandatarios debió salir a
explicar presuroso que el pronunciamiento no implica un respaldo a la conducta
de Pinochet.
CORACH Y EL PRESIDENTE SALIERON A DEFENDER
DICTADORES El
presidente Carlos Menem desacreditó ayer el pedido de captura de la Justicia suiza contra
el represor Jorge Rafael Videla por la desaparición de un joven de esa nacionalidad
durante la última dictadura militar. No tiene ningún fundamento, opinó. En
sintonía con su jefe, el ministro del Interior, Carlos Corach, consideró que el proceso
judicial internacional que se sigue contra el ex dictador Augusto Pinochet pone en
peligro a la actual democracia chilena y, en tono agresivo y sin privarse de
recordar su presunto pasado militante, se preguntó qué hicieron Gran
Bretaña y España cuando el militar era el amo en Chile.
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