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Por Pedro Lipcovich Una señora de 36 años, con seis hijos y de condición muy humilde recibió, por primera vez en Latinoamérica, un corazón artificial de última generación. La operación, que hasta ahora sólo se hacía en Estados Unidos, Alemania y Suecia, la efectuó un equipo dirigido por el médico Jorge Trainini en el Hospital Presidente Perón (ex Finochietto) de Avellaneda. El nuevo corazón permite a los pacientes esperar en óptimas condiciones el trasplante cardíaco e incluso les da la opción de sobrevivir indefinidamente con su aparatito, que se implanta dentro del abdomen y se alimenta con baterías como un teléfono celular. El ventrículo izquierdo del corazón es una bomba que recibe desde los pulmones la sangre oxigenada y la impulsa al resto del organismo. En la insuficiencia cardíaca, esta bomba funciona mal: en vez de enviar cinco litros de sangre por minuto, manda 4..., 3..., 2 y medio..., y todos los órganos del paciente resultan afectados. Cuando la insuficiencia no puede curarse con medicamentos, la alternativa es el trasplante --la inmensa mayoría de los trasplantes cardíacos se debe a problemas del ventrículo izquierdo-- pero los inconvenientes son que el organismo se deteriora durante la espera hasta que aparece un órgano compatible y, también, la posibilidad de que el trasplante sea rechazado por el organismo. Por eso se desarrollaron corazones artificiales, pero, en los anteriores, la bomba impulsora estaba fuera del organismo: el paciente debía estar permanentemente conectado a una especie de carrito del tamaño de un lavarropas, del cual emergían tubos neumáticos que entraban insuflaban en el cuerpo el aire para accionar la bomba. "En este método la fuente de alimentación es eléctrica, no neumática", explica Trainini. El corazón artificial que, el lunes pasado, implantó el equipo de cirugía cardíaca del Hospital Perón, es un disco de titanio de diez centímetros de diámetro y cuatro de espesor; pesa un kilo y se coloca en el abdomen del paciente, a la izquierda. El corazón enfermo no es retirado, sino que se une al aparato por dos tubos, con sus correspondientes válvulas: el primero lleva la sangre hasta el corazón artificial y el segundo la reintegra al organismo donde nace la aorta, la principal arteria. Sólo un cablecito sale del cuerpo, por un pequeño orificio en la piel, hacia la fuente de energía: dos baterías del tamaño de un teléfono celular que el paciente puede llevar colgadas de su cinturón, junto con un display que indica el funcionamiento del aparato. La primera paciente argentina en recibir el nuevo corazón se llama Mirta Roldán, tiene seis hijos y es de condición muy humilde. Desde su último parto, hace 14 meses, padece una forma de insuficiencia cardíaca refractaria a la medicación. José Barisani, jefe de clínica en el área insuficiencia cardíaca del Hospital Presidente Perón, explicó a este diario que "la paciente estaba en lista de espera para trasplante pero probablemente no hubiera llegado a tiempo, porque ya estaba muy mal". La operaron el lunes y "se está reponiendo muy bien", dijo Barisani. En Estados Unidos, donde casi 300 pacientes recibieron el corazón artificial, "unos 40 optaron por quedarse definitivamente con él y salieron del plan de trasplantes cardíacos; algunos llevan ya dos años con el corazón artificial, retomaron su trabajo habitual e incluso hacen deportes", contó Trainini. En otros casos, como probablemente sea el de la señora Roldán, el ventrículo eléctrico se utiliza para soportar en buenas condiciones la espera hasta el trasplante. El principal centro donde se aplica la nueva técnica es la Universidad de Cleveland, en Nueva York, adonde viajaron a formarse los cirujanos argentinos. Las baterías duran ocho horas, y se recargan en una consola. El aparato tiene una alarma de seguridad que suena si la batería está descargándose, y un sistema de emergencia que el paciente puede accionar manualmente en caso de necesidad. Además, a diferencia de los aparatos anteriores, éste no requiere complejos tratamientos de por vida con anticoagulantes, ya que la superficie en contacto con la sangre tiene una textura que impide la coagulación. Tiene también una "caja negra" que registra automáticamente todos los datos cardíacos. Cuesta 50.000 dólares. La operación para implantárselo a la señora Roldán duró ocho horas. Es una intervención mucho más compleja que la del simple trasplante cardíaco, e intervino un equipo de 15 profesionales, incluyendo cuatro cirujanos y también un ingeniero especializado en biotecnología.
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