Por Eugenio Raúl Zaffaroni *
Cuando en 1948 se aprobó
la Declaración Universal de Derechos Humanos, Nuremberg e Hiroshima eran recientes, el
Plan Marshall volcaba dinero sobre Europa, comenzaba la Guerra Fría y Perón preparaba la
Constitución con los derechos del trabajador. Hoy el riesgo nuclear puede provenir de
algún demente incontrolado, los lores ponen preso a Pinochet, Estados Unidos compite por
los mercados con Europa y Japón, la Guerra Fría es historia y Menem acabó con los
derechos del trabajador.
Los Derechos Humanos nacieron ante el horror del Holocausto, pero luego fueron un arma de
lucha dual en un mundo bipolar: los bastardearon como valores de un pretendido occidente
quienes cubrieron de dictaduras todo el continente; los esgrimieron las víctimas de esas
mismas dictaduras, como último refugio de su dignidad.
Pero el mundo bipolar terminó, y con él las dictaduras a su medida. Los asesinos
sobrevivientes son fantoches decrépitos, útiles sólo para que el poder muestre lo que
siempre hace con sus descartables lacayos homicidas.
El nuevo poder globalizado no pretende asegurar los derechos de los explotadores, porque
ya no hay explotados sino excluidos: su ideal es un 80 por ciento out y su objetivo es
asegurar que se quede outside y sin chistar.
Al control social requerido por este poder, no le sirven los métodos de las viejas
dictaduras ni de las policías empíricas que provienen de vicios del siglo XIX
deteriorados aún más en el XX. Por eso está montando un control policial centralizado,
basado en la tecnología de información. El Estado para la sociedad 80 y 20 cruza datos y
confecciona radiografías de sus habitantes, con mayor información que la disponible por
ellos mismos.
Incluso no serán necesarias muchas cárceles, porque es más barato y efectivo controlar
electrónicamente la conducta, mediante chips, ya disponibles para encontrar perros.
Pero el 80 por ciento sobrante no se suicidará masivamente, por mucho que lo distraigan o
envenenen. Tarde o temprano surgirán culturas alternativas a la del 20 por ciento
incluido. La competencia por el mercado de la información bajará cada vez más los
costos: las culturas alternativas dispondrán de información barata. Los excluidos del
mundo se comunicarán. Los tanques de saber perderán su exclusividad: se podrá escribir
una tesis, con idénticos materiales, en Harvard, en la Sorbona o en el Camino Negro.
La condición será que en el Camino Negro tengan un nivel mínimo de alimentación, salud
y acceso a la educación. La lucha por estos objetivos deberá librarse en los municipios
y las provincias e incumbirá en buena medida a los organismos de derechos humanos.
Pero satisfechas estas exigencias mínimas, a los excluidos les sobrará lo que les
faltará a los incluidos: tiempo, es decir, existencia. Igual que los universitarios en
las cárceles actuales, obtendrán mejores notas que los incluidos, porque tendrán todo
el tiempo.
Se iniciará una nueva dialéctica entre la cultura incluida y las culturas excluidas, y
la primera será cada vez más insatisfactoria y superficial. Esa será la dialéctica del
mundo globalizado producido por la revolución tecnológica, diferente de la del mundo
colonizado de la revolución mercantil y a la del neocolonizado de la industrial.
Pero el control social globalizado tratará de impedirla e inventará nuevos pretextos
para su tecnología de vigilancia y represión. Y los organismos de derechos humanos
tendrán nuevas tareas: defender los espacios de información y de expresión de las
culturas alternativas.
Aunque parezca extraño, el discurso de Derechos Humanos del siglo XXI será en parte
semejante al del siglo XVIII; recobrarán mucha prioridad los derechos individuales, a
cuyo amparo se cobijarán las culturas alternativas.
De este modo, la perspectiva de los Derechos Humanos es devenir garantes de la nueva
dialéctica entre incluidos y excluidos. La lucha por losderechos humanos no se
extinguirá, sino que cambiará como lo hizo hasta ahora: al compás de las mutables
amenazas del poder.
* Director del Departamento de Derecho Penal y Criminología de la Facultad de Derecho.
Universidad de Buenos Aires.
Por Osvaldo Bayer *
Cincuenta años de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos de Naciones Unidas: la más
hermosa página que pudieron concebir los seres humanos de la Libertad y la Dignidad.
Principios convertidos hoy en la gran mentira y la burla por los poderes políticos y
económicos que dominan el mundo.
Leamos el artículo primero: Todos los seres humanos nacen libres e iguales en
dignidad y derechos.
Es una de las máximas más sabias, comparable con la letra de una canción de cuna o de
una poesía de amor. Pero ha quedado sólo en el papel, en un mundo en que hay millones de
esclavos reales, de desocupados, de hambrientos, de niñas y niños prostituidos, de
villas de emergencia, de exiliados, de minorías perseguidas y despreciadas, de cárceles
indignas, de torturas, de genocidas libres.
La Argentina firmó ese documento ejemplar y décadas después se convirtió en el país
donde se persiguió con los métodos más cobardes y repudiables a toda una generación.
Pero lo más triste de esta Argentina es que después, los gobiernos constitucionales
dejaron libres a todos los culpables de secuestros, torturas, robos a los detenidos, rapto
de sus hijos y finalmente el asesinato y el ocultamiento de los cuerpos de las víctimas.
Luchemos para que los criminales terminen sus días en la cárcel y para que el pueblo
repudie y no los vote más a todos los políticos de la obediencia debida, el punto final
y los indultos que abusaron de sus mandatos democráticos pisoteando la Declaración de
Derechos Humanos.
Pero no sólo son los verdugos uniformados que echan su sombra sobre nuestro presente y
futuro sino todos aquellos poderes económicos, políticos y religiosos que los utilizaron
para reafirmar aún más su poder y hoy siguen siendo los que ponen y sacan a los peones
del tablero de la política.
Derechos Humanos significan esclarecimiento, educación, enseñar y dar el ejemplo en la
vida cívica: por eso nuestra vocación democrática debe acompañar a la escuela pública
y a la Universidad. Derechos Humanos significan restablecer la Salud Pública, el derecho
al descanso de los ancianos y a la infancia feliz de nuestros niños, y la seguridad de un
techo y un trabajo al hombre y a la mujer que se inician en nuestra sociedad.
Pero no olvidemos al mundo que nos rodea: estudiemos el sistema globalizado que lo domina
y al conocer sus fines perversos apoyemos todo gesto de rebeldía de los humildes por
llevar a la realidad el bello y poético artículo primero de la Declaración Universal de
los Derechos Humanos: Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y
derechos.
* Profesor titular y todos los docentes y no docentes integrantes de la Cátedra de
Derechos Humanos. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires.
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