Muy
lejos están los tiempos en que de la caja de Fundación Mediterránea salían los
sobresueldos que cobraban Domingo Cavallo y todo su equipo de gobierno. Hoy a la entidad
le sopla viento en contra, en parte porque es sólo una de las manos tendidas ante los
empresarios --de por sí muchos menos que antes-- deseosos de financiarlo al Mingo. Bajo
la misma invocación piden plata Acción por la República y Novum Milenium, que no es una
congregación piadosa sino el único nombre que encontraron desocupado los tres diputados
del partido --Cavallo, Guillermo Francos y César Albrisi-- cuando resolvieron crear una
nueva fundación. Esta, presidida por Adolfo Sturzenegger, sólo se admite
"cercana" a Acción, aunque más que cercana es contigua, ya que el petit hotel
que le sirve de sede en Junín 224 está pegado a la del partido.
Quizás el mayor problema de la Mediterránea
fue el efecto muchas veces devastador que la política aplicada por Cavallo tuvo sobre las
empresas que le sirvieron de catapulta. El único que extrajo jugoso provecho de su
adhesión fue Sebastián Bagó, actual vicepresidente de FM, porque la liberación del
precio de los remedios convirtió a los enfermos en presas fáciles de los laboratorios.
Pero la papelera Massuh está en convocatoria. Carlos Pulenta, presidente actual de FM,
perdió gran parte del mercado que tenían Peñaflor, Cepita y Villa del Sur. Pascual
Mastellone tuvo que pactar el ingreso a La Serenísima de la multinacional Danone y un
fondo de inversión, además de soportar el desembarco en su mercado de Parmalat. El
Suquía, de Roggio, no tiene el cielo despejado. Corcemar y Minetti son hoy del Holder
Bank de Suiza. Arcor carece hoy del peso que tenía hace una década. Y así siguiendo.
"Ningún empresario le da plata a una
fundación para estudiar el problema de la uva --explica un experimentado-- sino espera
que gente de ella esté el día de mañana en el gobierno y fije el precio del vino."
En otras palabras: la Mediterránea caminaba desde 1976 detrás de un proyecto de poder, y
ahora sus equipos no tienen chance alguna de reconquistar Economía. La que de apuro
pretende ser la Mediterránea de estos tiempos es la aliancista FADE, Fundación Argentina
para el Desarrollo con Equidad, presidida por José Luis Machinea. Como aportantes se le
apuntaron desde el Galicia hasta Techint, desde el Francés hasta Pérez Companc. En su
cúpula ocupa un sillón Víctor Savanti, ex IBM y actual Loma Negra, de la itinerante y
menemista Amalita Fortabat. A esa hucha van buena parte de los óbolos que le retacean a
la Mediterránea, uno de cuyos economistas advierte: "FADE todavía tiene que
demostrar en la práctica que no es sólo una pantalla para recaudar fondos, porque hasta
ahora no produjo estudios ni ideas".
La instalación de Juan José Llach en la
presidencia del Ieral, instituto de estudios bancado en un 60 por ciento por la
Mediterránea, busca recuperarle prestigio técnico e iniciar una relativa
descavallización. Pero los lazos siguen ahí. Aunque Cavallo ya no se deja ver por las
oficinas de Galería Jardín, varios de sus técnicos se reúnen periódicamente con el
cordobés. Sin embargo, no lo hacen para asistirlo en sus grandes proyectos, sino sólo
para darle letra cuando tiene que escribir sus columnas de Forbes. Por otro lado, quien
dirige el instituto de estudios económicos de Novum Milenium es Darío Braun, quien fue
brazo derecho de Llach en Programación. Todo luce muy entrelazado.
La penuria, por lo demás, no parece
equitativamente repartida en la Mediterránea, que carece de un sistema de
coparticipación. Cada regional debe vivir de lo que recauda, lo que condena a sedes como
las del Comahue, Mendoza o el NOA a mirar con envidia a Buenos Aires en primer lugar, y a
Córdoba en segundo. Estas sólo giran algunas ayudas de emergencia a sus hermanas pobres,
o les pagan los servicios. Los desniveles de recursos son tales que algunos investigadores
jefe del interior aseguran no cobrar desde hace mucho tiempo más que una pequeña
fracción de su honorario teórico. Una fuente indicó que en su provincia el dinero que
remesó Cavallo para armar la pata local de Acción por la República fue equivalente al
presupuesto anual de FM en esas latitudes. "Esto ya lo hacemos como hobby, mientras
nos ganamos la vida en otra cosa", confesó un hombre de la Mediterránea. Tres
regionales ya cerraron: Catamarca, La Pampa y Tierra del Fuego, mientras San Juan apenas
sobrevive con un investigador junior.
Pese a todo, la Mediterránea no se rinde.
"Los partidos políticos en campaña sólo quieren usar tu nombre", explica una
figura encumbrada del Ieral, que concluye: "A eso no nos prestamos". Se coincide
en que Llach levantó mucho el alicaído perfil del instituto, tras el desbande que
siguió a la caída de Cavallo en 1996. Pero los frutos pecuniarios son aún escasos,
según unos porque "estamos todavía en una etapa de siembra, no de cosecha", y
según otros porque "Juanjo no tiene la vocación comercial del Mingo, que era una
aplanadora: adonde iba nunca se olvidaba de apretar y exigir cheques". También las
maneras difieren. Cuenta un veterano que en el viejo local cordobés del entonces Ieeral,
"cuando al abrir la puerta veías a la gente tranquila, relajada, es porque el Mingo
no estaba. Cuando veías a todos corriendo como locos, no hacía falta preguntar si había
llegado Cavallo". Pero no es sólo cuestión de estilo sino de coyuntura histórica.
Si no, la pontificia Novum Milenium tendría las arcas menos vacías. Pero eso sí: el
día que tengan fondos para subcontratar estudios con otros institutos --según sueñan--,
no van a olvidarse del Ieral. En éste nadie parece excitado por ahora con esa
posibilidad.
Además de perder la seducción del poder
hace dos años largos, la Mediterránea sufrió con la beligerancia de Cavallo, que
ahuyentó a muchos empresarios. El cruce del desierto fue penosamente posible gracias a
contratos con el Banco Mundial, el BID, Mendoza, Misiones, Adeba y poco más. Como
argumento competitivo, el Ieral presentaba la fresca experiencia de gobierno de sus
hombres. Por adentro crecían los recelos (de los cordobeses con los porteños, por
ejemplo), hasta que la crisis hizo temer el hundimiento y obligó a replantearse el rumbo.
En algún tiempo se sabrá si la Mediterránea lo descubre, o si su cuarto de hora, o de
siglo, ya pasó. |