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EL CASO DE EMILIANO LAUTARO HUERAVILO, NACIDO EN CAUTIVERIO, RECUPERADO POR SUS ABUELOS
La excepción sólo podría confirmar la regla

La defensa del ex almirante Massera presentará la historia de los Hueravilo como una prueba de que no hubo un plan sistemático de apropiación de chicos. Pero el mismo Emiliano contesta que él fue apenas una excepción de la maquinaria del terror, y que quieren usarlo.

Con los abuelos, frente al campo de concentración donde desaparecieron sus padres, en 1977.
Emiliano fue abandonado en 1977 con un papelito con su nombre y una marca que le hizo su mamá en la oreja.

Claridad: “Yo no fui ‘restituido’ por las fuerzas armadas. Yo fui ‘recuperado’ por la lucha de la gente de derechos humanos, y por la abogada y mis abuelos”.

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Por María Moreno

t.gif (67 bytes) ¿Restitución? Miguel Arce Aggeo, abogado de Emilio Massera, utilizó con soltura la palabra sin signos de interrogación para referirse al caso de Emiliano Lautaro Hueravilo –un joven nacido en la ESMA, hijo de Mirta Alonso y de Oscar Lautaro Hueravilo– que sus abuelos recuperaron un 14 de diciembre, hace 21 años, y que el abogado pretende presentar como prueba de que la apropiación de menores de desaparecidos no fue un plan sistemático y sustancial a la política de las fuerza armadas durante la represión. Arce Aggeo considera, al parecer, que contrariamente a lo que sostiene el lugar común, la excepción no confirma la regla, fantaseando en cambio que para muestra basta un botón. Es decir que la recuperación de Emiliano por los abuelos paternos y maternos, quienes lo reclamaron a través de una larga lucha, relativizaría los 200 casos restantes denunciados por Abuelas de Plaza de Mayo y donde los menores permanecen en manos de sus apropiadores o sus amigos.
Emiliano Lautaro trabaja de enfermero en un hospital de La Plata y tiene como apodo “Pilón” porque sus compañeros de la agrupación H.I.J.O.S. observaron que al igual que el personaje de Popeye suele devorarse sandwiches de dos pisos. Ultimo retoño de una genealogía paterna de militantes de izquierda que comienza con su abuelo Oscar Eusebio y su abuela Eliana Saavedra, sabe que éste es, como todos los anteriores, el momento de permanecer sereno. Sin embargo, no puede evitar subir la voz para declarar: “Cómo puede utilizar mi caso cuando él conoce las lista de los marinos y de los amigos de los marinos, de los militares y de los amigos de los militares que utilizaron a los niños como botín de guerra y las casas adonde se encuentran. Entonces ¿cómo puede excusarse en que yo fui restituido. Yo no fui restituido por las fuerzas armadas. Yo fui recuperado por la lucha de la gente de derechos humanos, y por la abogada y mis abuelos. No, no tengo fantasía de venganza personal, pero eso sí, a Massera quiero verlo entre rejas y no protegido en su casa, porque es increíble que le den cinco años a quien se roba un peso y a él que mató a 30.000 personas se lo mantenga en el calor de su hogar”.
Nilda Tenembaum, abogada de la UMA en el momento de la desaparición de Oscar y Mirta, integrante de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre que representó a los abuelos de Emiliano en su búsqueda y en la de sus padres tiene otra versión igualmente dura: “Un edicto publicado en el diario La Prensa nos enteró de que había una causa caratulada ‘NN sobre abandono de persona’, formulada por el Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Criminal de Instrucción Nº 1, Secretaría Nº 3, a cargo de María Servini de Cubría en donde se denunciaba que Emiliano Lautaro había aparecido en las escaleras de la Casa Cuna. Era un procedimiento habitual en aquellos años, inculpar a los desaparecidos por supuesto abandono de sus hijos. Por eso a mí me preocupó lo que decía el abogado de Massera. No lo restituyeron. ¿Acaso lo devolvieron en la ESMA? Sin perjuicio que lo diga Pedrocini, el abogado de Abuelas que es uno de los que interviene en el asunto, restitución no es. Lo que hubo es un plan sistemático de apropiación pero no un plan sistemático de devolución. Nosotros hicimos pedidos de hábeas corpus por los padres y otro por ‘personas por nacer’ y con el nombre y apellido. Y los hábeas corpus venían con la contestación de que Emiliano no estaba en ningún establecimiento. Incluso ni la Casa Cuna en su momento contestó. Y no era muy difícil decir a los organismos de derechos humanos ‘acá está el niño’. Por otra parte, la carátula del expediente de la causa que se tramitó ante el juzgado de Servini de Cubría la publica el juzgado y no la marina ¿Cómo pueden restituir a alguien que dicen que no saben que existe?”.
Historia de Pilón
–Gallega ¿por qué no te vas, tenés que cuidarme al bebé –”jorobaba”, según su propia expresión, Oscar Eusebio Hueravilo mientras tocaba la panza de su nuera Mirta Alonso. El hecho de estar en un velorio no atemperaba el buen humor de este albañil extrovertido, chileno de origen y militante del PC desde que estaba del otro lado de la cordillera: en agosto iba a nacer el nieto cuyo nombre había sido fruto de peleadas aunque amables “internas” pero que, en últimas instancia, era un homenaje a dos bravos Emiliano y Lautaro. Pero Mirta, un bonita morocha de 23 años, de pelo lacio y partido al medio como el de muchas muchachas que luego poblarían trágicamente los avisos recordatorios de este diario, no quería moverse de al lado del féretro de su abuelo. Era el 19 de mayo de 1977 y “hacía mucho frío”, insisten los sobrevivientes con esa memoria detallista con que se registran los hechos funestos.
Su marido Oscar Lautaro se retiró a eso de las doce y media de la noche cuando cedió al cansancio: trabajaba como administrativo en la empresa Peñaflor, empezaba sus estudios de abogacía, militaba en el PC. Diez minutos después dos automóviles Falcon se detuvieron en la puerta de esa casa ubicada en el barrio de Palermo. Unos hombres que se identificaron como policías preguntaron por Mirta. Su marido, decían, había sufrido un asalto y la había mandado a buscar. Aterrada, Mirta subió a uno de los automóviles. Su padre, que tenía un almacén ahí nomás, en la esquina, preguntó “¿por qué no me llevan a mí?”. Entonces uno de los hombres respondió “porque a vos no te necesitamos”. Oscar Lautaro fue “levantado” en su casa de Fitz Roy y Paraguay mediante el habitual operativo desproporcionado con hombres apostados en las terrazas y múltiples armas largas, paradójicamente a media cuadra de la filial de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre que Mirta, también militante del PC, había contribuido a crear. No atinó a ponerse el saco que había tirado sobre la mesa con su documento de identidad en un bolsillo. Ni él ni Mirta volvieron a aparecer. Emiliano Lautaro Hueravilo nació en la ESMA adonde los cuidados del parto consistían en mantener a la parturienta con los ojos vendados y las manos atadas. “De mi madre sé que me tuvo al lado suyo durante 22 días, que me amamantó y que me hizo una marca en la oreja para reconocerme cuando saliera”.
Indicios
Eliana Saavedra de Hueravilo, su abuela paterna, militante del PC como su marido, una mujer menuda y resistente que trabajó toda la vida de mucama, inició las largas peregrinaciones ante juzgados, se hizo experta en los pedidos de hábeas corpus y hasta llegó a apelar a la retórica sentimental “de madre a madre” para conmover a prelados, militares y esposas de militares supuestamente formados en la devoción cristiana. Nilda Tenembaum acompañaría a Eliana en los reclamos legales y, a la larga, se sumaría a los festejos de los cumpleaños de Emiliano que su abuelo define como “burgueses” porque “un pariente gourmet nos trae de todo y porque mi nieto es más popular que Boca”. El 20 de agosto de 1977 un edicto, publicado en el diario La Prensa denuncia el abandono de “una criatura de una semana de vida de sexo masculino vestido con un conjunto celeste, una mantilla y una frazada reducida que como seña particular presentaba en la oreja derecha una pequeña perforación en el lóbulo, que entre la frazada que cubría el bebé había un papel rectangular de 20 cm de largo por siete de ancho escrito con estilográfica azul con los siguientes datos: Nombre: Emiliano Lautaro Hueravilo: peso 3kg, largo 46 cm. Nació a las 19 hs. Parto normal con episiotomía. Bebé deprimido, cordón enroscado, vacunación ninguna, alimentación S26”.
El 25 de agosto Emiliano Lautaro fue entregado por la Casa Cuna a un ama externa que recibió $ 50.000 de entonces por cuidarlo hasta el 14 de diciembre en que fue recuperado. “La primera vez que vi una foto de mi nieto –cuenta Eliana Hueravilo– me puse a llorar, era igualito a mi hijo a esa edad. Me hicieron presentar en el hospital a las ocho de la mañana. Apenas estuve unos minutos con la señora que tenía a Emiliano en brazos. Pero me pareció muy afectuosa. Me contó con paciencia cómo era mi nieto, qué costumbres tenía para el sueño, que ya estaba comiendo zapallo. Meses después me la volví a encontrar en el hospital adonde yo fui a hacer revisar a Emiliano. Estaba con otro chico a su cargo. Le dije qué había pasado con los padres de mi nieto y dónde había nacido él. Se quería morir. A ella no le decían de dónde venían los bebés que cuidaba.”
Eliana Hueravilo piensa que tiene que hacer caso de los pálpitos y que el ama era una buena mujer, encariñada con los chicos aunque cuidándolos se ganara unos pesos.
Nilda Tenembaum aprovechó su aspecto de bella rubia bien criada y con fantasías filantrópicas para ofrecerse como voluntaria en la Casa Cuna, allí averiguó que Emiliano había ocupado un lugar en la cama 31 de la sala 3 pero nada más. Los Hueravilo, contentos con la recuperación de su nieto y con la cautela propia de una larga experiencia en la militancia clandestina, pensaron que 1977 no era el tiempo de “menear el asunto”.
El diccionario dice que restituir es dar a alguien lo que tenía antes de quitárselo, volver a poner algo en el estado que antes tenía ¿Se puede restituir, es decir volver a su estado primitivo una situación que incluía la apropiación mentirosa y una identidad de ficción establecida con el fondo del suplicio de los padres biológicos? ¿Hay restitución cuando, como atestiguó la doctora Tenembaum, hubo que pelear por la inscripción de nacimiento y probar la filiación del joven? Emiliano Lautaro no fue restituido, sino abandonado por sus captores. ¿Debido a un empobrecimiento azaroso del mercado de adoptantes en el campo de las fuerzas armadas y sus relaciones? ¿Porque su piel morena lo devaluaba ante una demanda que privilegiaba a los trofeos de guerra de piel blanca? ¿Por la gestión de un cura empeñado en sostener la figurita de la caridad aún en un infierno de nonfiction? ¿Por una interna? ¿O fue un plan previsor, una coartada como la que ahora Aggeo pretende armar?
Lo que es seguro es que los indicios enviados por Mirta Alonso desde los interiores de su prisión fueron decisivos: como otras mujeres que parieron en cautiverio, dijo el nombre de su hijo al compañero o a la compañera cercanos, el que habían planeado “afuera” convirtiéndolo en una pista para sus familiares. Y luego le hizo esa muesca en la oreja, a la manera de una firma o un tatuaje, con que la que nunca aparecería le dejaba algo “para siempre” y garantizaba, aquí sí cabe la palabra, la restitución.

 



La estrategia de Massera
es embarrar la cancha

La defensa del ex dictador bombardea al  juez Bagnasco con recusaciones, excepciones y apelaciones. Pero no toca a Servini.

Bajo prisión domiciliaria, Massera intenta zafar del caso que construye Bagnasco en su contra.
Sus abogados plantean “la inexistencia de un plan sistemático” de desaparición de bebés, como sostiene el juez.

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t.gif (862 bytes) “Son maniobras dilatorias”, dijo el abogado Alberto Pedroncini, aludiendo a las presentaciones formuladas por Miguel Angel Arce Aggeo, defensor del almirante Emilio Massera, para lograr la libertad del ex dictador en las causas por sustracción de menores durante el último gobierno de facto. Hasta el 28 de diciembre próximo, fecha tope para que el juez federal Adolfo Bagnasco decida sobre la situación procesal del ex integrante de la junta militar, continuará el bombardeo de escritos de Arce Aggeo, que ya planteó recusaciones o excepciones de “cosa juzgada” y prescripción de la acción penal. Llama la atención de Pedroncini y de las seis Abuelas de Plaza de Mayo a las que representa, que la artillería del defensor de Massera apunte sólo hacia Bagnasco, sin rozar a la doctora María Romilda Servini de Cubría, dueña de la otra causa que involucra al almirante.
Arce Aggeo adelantó que esta semana pedirá a la Justicia que libre oficio al Canal 13, para que envíe copia del programa “El Día del Juicio”, emitido en agosto pasado. En la apertura de esa emisión –breve síntesis del juicio a los ex comandantes realizado en 1985–, Emiliano Hueravillo (ver página 3), uno de los chicos nacidos en cautiverio en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), contó que los que desaparecieron a su madre lo habían abandonado en la puerta de la Casa Cuna (ver nota al lado).
Con ese dato, Arge Aggeo pretende demostrar “la inexistencia de un plan sistemático” de desaparición de bebés, tal como sostiene Bagnasco, basado en órdenes expresas para que se raptara y falseara la identidad de los niños nacidos en cautiverio. Hasta ahora, las apelaciones del abogado de Massera han sido rechazadas por Bagnasco y tendrán que ser resueltas por la Sala I de la Cámara Federal, integrada por los jueces Horacio Vigliani y Luisa Riva Aramayo. Si la Cámara aceptara alguno de los planteos –algo que parece difícil–, Massera podría quedar en libertad.
En la causa que lleva Servini de Cubría, Massera quedó detenido –con posterioridad se le concedió el beneficio de estar preso en su casa– merced a las declaraciones formuladas por dos de sus ex subordinados en la ESMA: los ex represores Alfredo Astiz y Jorge Perren. El ex capitán Astiz admitió incluso que “una vez vio a una mujer embarazada presuntamente capturada dentro de la Escuela de Mecánica de la Armada, de nombre Silvia o Silvina Labayrú”. Tanto Perren como Astiz señalaron que las órdenes las daban Massera y los oficiales que conformaban la cadena de mandos.
En las causas que llevan Servini y Bagnasco, falta completar el interrogatorio a un grupo de ex jefes militares. Uno de los más importantes es el ex jefe de la ESMA Jorge “Tigre” Acosta, quien solía visitar asiduamente el lugar donde eran alojadas las embarazadas, según declararon ante la Justicia los sobrevivientes de ese centro clandestino de detención. En forma irónica, los represores decían que esa era “La Sardá”, en alusión a la maternidad pública más famosa de Buenos Aires.
En la causa ya están detenidos también los vicealmirantes Antonio Vañek y José Suppicich. En el juicio a los ex comandantes, donde también se habló de “plan sistemático”, aunque no se trató a fondo el problema de los menores, Suppicich fue uno de los primeros en reconocer las condiciones ilegales de detención. “Las detenidas en base a indicios concretos eran alojadas... generalmente en alguna oficina desocupada donde normalmente permanecían con los ojos vendados, esposadas e incomunicadas, según lo prescripto reglamentariamente” (textual de la sentencia de la Cámara Federal que condenó a los ex comandantes).

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