Fueron
las pancartas más visibles de la 18a Marcha de la Resistencia. Las que se colgaron más
alto, al parecer siguiendo una urgencia secreta que no reparó que a una de las palabras
le faltaba la última letra. Bien arriba, resistiendo el viento, las telas escritas
guardaban una cachetada para los pocos que entendían su mensaje: El que cobra la
reparación económica se prostituye. Hay que estar bastante en tema para saber que
reparación económica es un monto fijo de dinero con que el Estado o sea los
ciudadanos indemniza a las víctimas de la dictadura. Claro que en el caso de los
desaparecidos la heredan sus familiares directos. Es dinero, nada más. Que nunca
alcanzará para silenciar el pedido de juicio y castigo. Que no nos hará olvidar ni
perdonar. El dinero no repara la ausencia, no borra la historia, no empaña los ideales de
los caídos. Hay quienes eligen cobrarlo y quienes no. Cada uno tiene argumentos
suficientes y respetables para hacerlo o no.
Pero el insulto que llevaba por firma el logotipo de la Asociación Madres de Plaza de
Mayo parece querer sentar una moral universal, la única: el que no lo acepta simplemente
se prostituye. ¿Cómo digerirlo en silencio? ¿Quiere decir que Hebe de Bonafini la
única madre conocida por todos con nombre y apellido a pesar de que es ella misma la que
no quiere nombrar a los caídos porque no son ellos sino lo que hicieron guarda
alguna verdad tan pura que se anima a calificar a quien no acuerde con ella? ¿Es que
todos los que estábamos ahí y sí vamos a cobrar la reparación estamos entregando algo
y necesitamos que vengan a decírnoslo? ¿Es acaso una advertencia? Semejante declaración
colgada de los árboles suena demasiado a expulsión. Me siento un imberbe,
dijo alguien ese día pensando en las columnas de Montoneros que fueron echados de la
misma plaza.
Claro que si los aludidos en la Marcha de la Resistencia se hubieran retirado, la plaza
hubiera quedado casi vacía. Y muchos de los jóvenes que resistieron batiendo los parches
durante 24 horas eran hijos de desaparecidos que van a cobrar la famosa reparación y no
van a entregar nada a cambio. Y ojalá que los miles de chicos que se enteraron que sus
padres estaban desaparecidos cuando el Estado reconoció su responsabilidad hayan
encontrado su lugar en la plaza antes de levantar los ojos y ver los carteles que los
denigran.
En los secuestros que perpetraban las fuerzas de seguridad no sólo se llevaban a la
gente. También les quitaron sus bienes y entre otras cosas mil veces más importantes
como su vida y su proyecto de una sociedad justa la posibilidad de dejar una
herencia para sus hijos. La reparación económica no repara ni nuestras heridas ni las de
ellos, no guarda ninguna relación con el delito de genocidio que cometió el Estado. Ya
no nos devolverán a los desaparecidos. Esa es la verdadera injusticia. Tenemos derecho a
ese dinero. Y seguro que sería fantástico poder rechazarlo, decir la verdad, que la vida
de nuestros familiares no tiene precio y dar vuelta la cara a los pobres valores de este
mundo. Pero muchos no podemos. No queremos. Necesitamos la guita, para decirlo en buen
criollo.
Esos carteles en la plaza fueron un golpe bajo. Un puño que golpea con intención de
romper ¿Cómo se puede calificar despectivamente a quienes tomaron una decisión tan
privada y dolorosa? ¿Acaso asociarse con un empresario como Daniel Grinbank no es
prostituirse? ¿Todo el dinero que recibe la Asociación Madres de Plaza de Mayo viene de
manos puras y revolucionarias?
Hebe de Bonafini nos tiene acostumbrados a sus opiniones lacerantes. Se opuso a que los
hijos de desaparecidos cobraran una pensión. Se opuso también a que se los exceptúe del
servicio militar obligatorio. Está en contra de que se levanten monumentos, que se
coloquen placas, que se los llame con su nombre y apellido, que se ubiquen sus restos para
tener una referencia, una, que nos permita hacer el duelo. Es muy respetable que ella se
fije sus límites. Pero son los suyos. La vara de la ética no le pertenece. Es triste que
todavía no se pueda reconocer al enemigo. No somos los que vamos a cobrar la reparación
económica ni tampoco quienes nos insultan. El enemigo es el que nos hambrea y nos
reprime, el que deja impunes a los asesinos. Cuando me toque el turno de recibir ese
dinero mi hija sabrá que la casa en que vivimos es nuestra porque su abuela desaparecida
nos ayudó. Y como lo hacemos cada cumpleaños llevaremos flores a una placa que se
colocó en tribunales con los nombres y apellidos de los abogados desaparecidos. La
nombraremos y gritaremos presente. Y deseo con todo mi corazón que esa casa que puedo
conservar la misma en la que viví con mi mamá siga contando historias a mis
nietos. La del horror del secuestro en ese jardín verde esperanza y la alegría de no
haber bajado los brazos. Ellos también podrán rasparse la garganta gritando presente
cuando escuchen su nombre. Y si estoy volveré a decir también presente para todos los
compañeros. Para entonces seguro que esas voces filosas que intentan amputarnos la
dignidad ya se habrán hecho silencio, aunque nunca calle la causa. Porque la lucha no es
de uno o de otro. Es de todos. Es nuestra. |
Las
consignas de las Madres de Plaza de Mayo siempre fueron muy radicalizadas. Desde el mismo
momento de nuestra creación, salir a la Plaza y no abandonarla en 22 años fue una
acción revolucionaria y extrema. Aparición con vida fue una consigna muy
cuestionada por todos los que escuchaban las voces de los partidos que ya empezaban a
pedir muertos, cementerios y duelos. Muchos decían que exigir aparición con
vida era una ofensa para los desaparecidos y una locura de las Madres.
Hoy sentimos que nuestros hijos están más vivos que nunca. Ellos viven en cada uno que
lucha junto con su pueblo.
Ahora se nos cuestiona la consigna de la reparación económica.
Las Madres de Plaza de Mayo hacemos dos o tres encuentros nacionales por año en distintas
provincias donde discutimos las consignas y las decisiones políticas de lucha. Nuestra
Asociación tiene miles de Madres asociadas y 450 Madres en actividad agrupadas en las 15
filiales de todo el país.
Cuando llegó la democracia de la mano de los militares, se nos ofreció
cadáveres, una pensión y algún monumento.
Después de muchas reuniones, la inmensa mayoría de las Madres de Plaza de Mayo decidimos
rechazar todos estos ofrecimientos. Unas pocas que quedaron en minoría se fueron de la
Asociación.
Hoy afirmamos que el que cobra la reparación económica se prostituye. Porque
cobra de la misma mano que perdonó a los asesinos de nuestros hijos. Cobrar de los mismos
políticos que golpearon la puerta de los cuarteles es prostituirse.
Nuestra Asociación hace 18 años llena la Plaza con todos los que luchan. Desde hace 22
años mantiene latente la lucha revolucionaria de nuestros 30.000 hijos desaparecidos. Las
Madres de Plaza de Mayo sostenemos el compromiso de no abandonar la lucha, apoyadas por
miles de jóvenes, 20 grupos de solidaridad en Europa, Australia y Canadá.
Las Madres de Plaza de Mayo socializamos la maternidad como forma única de lucha por
todos y para todos. Jamás recibimos ni recibiremos dentro de los partidos políticos
dinero o de los sindicatos cómplices de la represión.
El amor y el compromiso de la Plaza se gana y se demuestra cada jueves desde hace 22
años. Con frío y con calor, en Navidad o en Año Nuevo, si es jueves, allí estamos.
También cada jueves, las Madres de Plaza de Mayo del interior del país marchan en sus
plazas.
Tenemos el orgullo de haber realizado marchas en otras plazas del mundo, Pion Yangh, Bonn,
Barcelona, Madrid, Milán, Roma, La Plaza de la Revolución en Cuba, Torrelavega, Galicia,
California, Los Angeles, Perú, País Vasco, etc. En cada plaza reafirmamos nuestras
consignas.
Reafirmamos que nuestros hijos jamás van a morir mientras haya jóvenes que sientan que
la vida es el valor máximo de todo revolucionario, que la sangre no se vende, y, como
decía Camilo Torres: Ser revolucionario y amar la vida es no venderse jamás a
cambio de gratificaciones, promesas y prebendas.
¡Ni un paso atrás! |