Córdoba, un mundo aparte
Por Mario Wainfeld |
Cuando Juan Perón empezaba a armar su partido buscó sumar a su fórmula al líder del radicalismo cordobés, Amadeo Sabattini. Este prefirió mantener su identidad y no formar un frente electoral. Aceptando las premisas de Perón y de Sabattini --a ambos les fue bien--, desde entonces el PJ fue hegemónico en el tablero político nacional y el radicalismo cordobés lo fue de local. Por ejemplo, gobierna la provincia desde el '83 con un estilo político conservador popular, clientelista, que lo emparienta con aquel peronismo y que hoy lo sitúa en prácticas y cultura más cerca de Eduardo Duhalde que de Raúl Alfonsín o del propio Fernando de la Rúa. Ese radicalismo, hostil a todo centralismo, potente en la interna por prepotencia de éxitos, fue hostil a la Alianza con el Frepaso. Por su parte, el Frepaso cordobés, una fuerza muy minoritaria, nada hizo para tender puentes. La Alianza no se plasmó y sus dos términos van divididos a la elección de gobernador y autoridades provinciales del próximo domingo. El radical Ramón Mestre busca la reelección que hasta hace un mes parecía número puesto. Ahora las encuestas sugieren dos datos. El primero es la paridad entre peronismo y radicalismo. Incluso sondeadores del PJ le auguran una victoria a su compañero José Manuel de la Sota. El segundo dato es la polarización. El Frepaso y el cavallismo, terceras fuerzas, parecen ir perdiendo bríos a medida que se acerca la fecha decisiva. Para el Frepaso es una situación fatal. Si gana Mestre, quedar tercero o cuarto sin incidir en el resultado es dar un paso hacia la desaparición. Restarle votos a Mestre en caso de derrota radical podrá ser una satisfacción de Pago Chico pero no causará placer a la dirigencia nacional de la Alianza. Nadie sabe a ciencia cierta si los partidarios del Frepaso volcarían sus votos a la UCR en caso de que sus candidatos se bajaran pero, si siguen en carrera, cuando se lea la elección cada uno de sus votantes se contará como arrancado a Mestre. Y eso valdrá a la hora de pasar facturas entre radicales y frepasistas. Y aun entre frepasistas nacionales, que preferirían que sus socios cordobeses se bajaran, y éstos, que no dan el brazo a torcer. Mestre se juega el todo por el todo. Apostó contra la Alianza y en eso ya perdió, pues tendría un peso mayor que hoy en la discusión nacional de la UCR si la coalición se hubiera fracturado o si Graciela hubiera derrotado a De la Rúa. Si, además, es vencido por el PJ pagará el precio de haber resignado un territorio radical a contracorriente del avance electoral opositor. El domingo, en un clásico que viene desde los tiempos de Perón y Sabattini, puede ganar, de atropellada, el PJ o el favorito eterno la UCR. La Alianza, para ganar esta carrera, necesitaría correrla. Esto es, que el Frepaso se bajara y que en ese escenario ganara Mestre, sumatoria de decisiones y de tendencias que a seis días vista parece imposible.
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