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Clinton, el palestino
Por Claudio Uriarte |
![]() La pregunta que queda es cómo hará Israel para procesar esta realidad cuyo gobierno detesta pero que muy posiblemente empezará a tener visos de concreción el 4 de mayo de 1999, si Yasser Arafat --como lo ha anunciado-- proclama la existencia de ese Estado. El sentido de esta última movida es activar una serie de reconocimientos internacionales que ponga a Israel entre la espada y la pared. Israel lo sabe muy bien: fue lo mismo que ella hizo en 1948, cuando fue su turno de declararse independiente. Por eso lo resiste con tanta intensidad; por eso Netanyahu ha repetido -- y no se ha cansado de hacerlo-- que la autoproclamación del Estado significa la nulidad de los acuerdos preexistentes y el derecho israelí a anexarse amplias partes de Cisjordania, quizás incluso a reconquistar por la fuerza algunos de los territorios ya entregados. Es en este punto que la presencia de Clinton en Gaza, y su significado, se vuelve relevante, explicando la pesadilla diplomática previa ocurrida a partir de aparentes nimiedades como las características de la aeronave en que el presidente llegaría al aeropuerto palestino --si en el avión presidencial Air Force One o en un helicóptero israelí, litigio finalmente resuelto en favor del helicóptero presidencial Marine One--. La aceptación norteamericana de un Estado Palestino significaría que Israel perdería el único aliado con poder de veto del Consejo de Seguridad capaz de oponerse a lo inevitable. De todos modos, el 4 de mayo parece fecha de confrontación.
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