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Por Verónica Abdala
El futuro cineasta comenzó a trabajar en el manuscrito original de la novela en la ciudad mexicana de Guadalajara, en 1966, cuando aún no había cumplido los 20 años y acababa de dejar la universidad de Yale, en un gesto de rebeldía y bronca. Sus padres se habían separado en 1962 y él sentía "la sensación tenebrosa de que no había certidumbre alguna en el mundo", cuenta ahora. Completar la que sería su primera ficción literaria le llevaría un año, menos de lo que dedicaría luego a peregrinar por editoriales intentando que se la publicaran. El paso de las semanas demostró que nadie tenía interés en leer las ocurrencias de un adolescente insatisfecho, que por un lado decía pertenecer a la contracultura y por otra resumaba nacionalismo. Y así fue que el material --que según Stone tenía influencias de escritores malditos para la época como Kerouac, Céline y Henry Miller-- quedó durante 32 años guardado en una caja de zapatos. En aquella época en que todo le salía mal, el joven tiró a las aguas del East River en un gesto romántico por excelencia, algunas de las carillas originales de la novela. Lo que ese chico nunca hubiera imaginado es que con el tiempo se convertiría en famoso, y que recién entonces aparecería un editor decidido a publicar casi a cualquier precio aquellas viejas hojas. No por su valor literario, sino ante todo porque vienen a completar el retrato de su vida. Entre un momento y otro, Stone combatió en la guerra de Vietnam --se alistó ¡al otro día! de haber llorado páginas frente al East River y dice ahora que el fracaso como escritor fue una de las motivaciones principales de su decisión--, volvió para contarlo, empezó a odiar al Tío Sam, se casó, tuvo tres hijos y filmó una docena de películas de distinto calibre, que le valieron respeto profesional, tranquilidad financiera y una fama extraña. En Estados Unidos es poco menos que un izquierdista pero para izquierdistas de buena parte del mundo es un estadounidense que juega a hacerse el progre. Cuando el original llegó a manos del editor estadounidense Roberto Weill a mediados de los '90 "era un texto desorganizado, garabateado, mecanografiado en tipos diversos, en el que faltaban páginas cruciales", describe Stone en el prólogo de su libro, en que por otra parte, cuenta que se ha convertido al budismo. El editor logró rescatar, de esa madeja enredada de palabras, la historia que cuenta la travesía de un hombre que se resiste a ser parte de la estupidez de su entorno, y que no teme enfrentarse a las más oscuras expresiones de su psicología. El protagonista de la ficción se llama William Oliver Stone y, al igual que su creador, también irá a pelear a Vietnam creyéndose un idealista. "En realidad escribí esta historia como una manera de ocuparme mentalmente de mí, primero, antes de pasar al mundo exterior", definió el director en una entrevista con el New York Times. En este marco dijo también que le gustaría ser recordado como un hombre que cuestionó todo aquello que sucedió a su alrededor. Para él, que salga ahora es un dato irrelevante. "Mi tardía conversión al budismo me ha llevado a aceptar la doctrina de que el tiempo es ilusorio, que los acontecimientos son circulares en su forma y que todas las cosas que suceden en universos paralelos no ocurren precisamente de manera cronológica: nuestra percepción del tiempo y la vida se encuentra en realidad en la mente". Los padres del Stone-personaje son dos de las figuras centrales de la novela, que no está estructurada de manera lineal sino en base, el "fluir de la conciencia", la técnica que el irlandés James Joyce utilizó en "Ulises". El padre de la ficción es descripto como un norteamericano convencido de que "en este mundo, no puedes ser vos mismo y salirte con la tuya", que le dice a su hijo "los rebeldes pierden, al final" mientras se inyecta en el cerebro el tercer vodka-martini. Un tipo que, además, es incapaz de emociones. La madre una francesa --como la del verdadero Stone-- enfundada en trajes de piel de leopardo y bastante más interesada en sus asuntos que en su hijo. Entre ellos dos --que, para completar el cuadro, se tiran los platos por la cabeza-- está Oliver, un chico que busca su lugar en el mundo y huye. De todo, pero principalmente de sí mismo. El libro, que se deja leer pero que difícilmente impactaría de no ser Stone un cineasta importante, incluye un epílogo llamativo. Stone dice de aquel joven conflictuado/conflictivo que fue: "Con el tiempo su pasión, su rabia y su amor desmedido se irán alejando de mí (...). Oliver, ese muchacho, quería --no, necesitaba-- desesperadamente que lo escucharan y lo amaran. No lo consiguió, y en consecuencia se causó a sí mismo un daño terrible y por la misma razón dañó a otros. Pido perdón a todas aquellas personas a las que él hirió y perdono a aquellos que lo hirieron, a él y a mí".
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