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  AVISO: ENCUENTRO TEMATICO DE PSICOLOGOS DEL MERCOSUR
AVISO: ENCUENTRO TEMATICO DE PSICOLOGOS DEL MERCOSUR

 



EXAMEN DE LOS VINCULOS CONYUGALES EN LA CULTURA POSDIVORCIO
Sobre las ruinas del dulce hogar

Por qué cayó la familia de la sociedad industrial, qué hogares forman a su vez los "hijos del divorcio", y, con las nuevas pautas, qué recursos permiten preservar la unión con los niños.

La torta es sabrosa, pero no durará para siempre.
"Muchos matrimonios subsistían por una doble moral."

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Por Irene Meler *

t.gif (862 bytes) En la sociedad industrial, aquella donde papá iba a trabajar y mamá se quedaba en casa, cuando la norma era el matrimonio indisoluble, el felpudo en el umbral anunciaba "Hogar, dulce hogar" pero, tras los muros, se ocultaba muchas veces el malestar o la clausura de las relaciones amorosas. Sin embargo la mayor parte de los matrimonios subsistieron, merced al expediente de la doble moral para los esposos, que amenizaban el tedio o la insatisfacción con aventuras extraconyugales, y la negación resignada de las mujeres, entrenadas en desmentir el extrañamiento emocional y erótico.

Una generación posterior se vio sacudida por las consecuencias no previstas de varios factores concurrentes:

* El desarrollo económico aumentó la esperanza de vida, y con ella, la duración esperable de la conyugalidad, cuya prolongación puso a prueba la capacidad de resistencia al desgaste de los vínculos.

* El modo de producción estimuló el proceso de individuación subjetiva. Los lazos de familia dejaron de ser indispensables para la subsistencia y el sujeto, compitiendo en la sociedad masiva y móvil, se liberó de las constricciones y el estrecho control comunitario que caracterizaron a la sociedad preindustrial.

* Las mujeres reclamaron su parte en el festín de la democratización, incorporándose en forma masiva a la educación. También accedieron, aunque con más dificultades, al trabajo remunerado, y se vio con sorpresa que, una vez liberadas de la dependencia económica, rompían los contratos conyugales cuando no les resultaban satisfactorios.

* La secularización creciente intensificó la angustia ante la transitoriedad de la existencia. Ya que la vida es una sola, el disfrute se transformó, de pecado, en imperativo.

* No hay placer comparable con el que proporciona el amor, en especial cuando adopta la forma de esa psicosis transitoria llamada enamoramiento: algunas personas desarrollaron adicciones a la sexualidad y a la pasión, buscando una y otra vez repetir esos estados subjetivos a través del cambio de objeto amoroso.

* La crisis del empleo contribuye a la disolución de las uniones conyugales. La provisión de las necesidades familiares es el emblema de la masculinidad industrial: claudicar en esa función afecta en los varones la estima de sí y el deseo amoroso. Las mujeres toleran con dificultad el hecho de que su experiencia en el trabajo informal les permita a veces subsistir mediante el recurso al multiempleo precario. Los roles de género pueden flexibilizarse, pero pocas veces se acepta su inversión.

Se abre ahora el interrogante acerca del futuro de la conyugalidad y sobre las nuevas formas de familiarización. ¿Cómo serán las uniones y desuniones de la generación de "los hijos del divorcio"? En esta generación podemos incluir también a los descendientes de relaciones estables, que sin embargo se vieron influidas por un contexto donde la separación se transformó en una opción posible.

Una tendencia observable es el aumento de las uniones consensuales. Los hijos de buena familia, que solían pasar por la iglesia, el templo y el salón de fiestas, conviven ahora hasta que nace un hijo y, muchas veces, aun siendo padres mantienen la informalidad de la relación. Es un fenómeno muy extendido en países desarrollados y ya instalado entre nosotros. Se descree de la ley como garantía y se acepta la incertidumbre, tal vez con algo de "cábala" para conjurar la discordia. Ya comienzan a oírse voces que alertan de que la informalidad tampoco protege de nada y, en cambio, expone a conflictos difíciles de arbitrar.

Otros se juran, como lo hace cada generación en una sociedad dinámica, que esta vez será distinto. Más tradicionales que sus padres, inauguran una especie de formalidad posmoderna.

La transición acelerada promueve y permite la diversidad de modelos para los vínculos y las familias, que ensayan distintas alternativas para dar cuenta de las necesidades de amor y amparo recíproco, así como para criar a los hijos.

No es posible ninguna clase de propuesta universal, pero existen algunas observaciones que nos sugiere la experiencia:

Tendemos a aceptar que en ocasiones los vínculos cristalizan en forma insatisfactoria, y que los sujetos tienen la alternativa de involucrarse en relaciones de mejor pronóstico, como ya lo dijo Freud cuando se refirió al retorno de la transferencia arcaica del vínculo con la madre en el matrimonio y la posibilidad de que una nueva unión resultara más satisfactoria.

Pero el cambio de objeto no es la única alternativa. En ocasiones es posible procesar profundos conflictos que transcurrían en silencio, lo cual redunda en el enriquecimiento subjetivo de ambos participantes.

Y resta el trabajo de crear una cultura posdivorcio. No es posible elaborar esa crisis si no se dispone de un conjunto de representaciones y valores compartidos acerca de cómo atravesar ese proceso. Las primeras generaciones de divorciados estuvieron huérfanas de modelos, y los hijos ya pueden disponer de algunas referencias, al menos acerca de lo que no hay que hacer. Es de esperar que, una vez resignado el sueño universal de la unión de por vida, la finalización de una pareja sea considerada como un avatar posible, más que como una desgracia inaceptable.

Esa aceptación puede coadyuvar a que se ejerza de mejor manera la función parental, que en tiempos posmodernos se autonomiza del rol conyugal. No es posible ni adecuado divorciarse de los hijos, con los cuales el ideal de unión y responsabilidad indisoluble puede y debe ser sostenido. Los varones están aprendiendo a ejercer como cuidadores, en un contexto en el cual ya no son proveedores exclusivos ni detentan la titularidad del poder familiar. Su capacidad para aceptar ese desafío puede ser una contribución para proteger a los niños del desamparo.

* Coautora del libro Género y Familia. Amor, poder y sexualidad en la construcción de la subjetividad.

 

Posdata

Niños. Asamblea de la Asociación Civil Red por los Niños: "Autoritarismo y derechos". El 11 a las 17 en Manuela Pedraza 1558.

Artistas. Encuentro Regional de Artistas Internados en Hospitales Psiquiátricos y Muestra Nacional de Videos sobre Arte y Salud Mental, del 11 al 16 en Chapadmalal. 306-9208/7704.

Mirada. "La pasión de la mirada", con Boticella, Bruck, Rabinovich y otros, hoy a las 19.30 en el Museo de Bellas Artes. Proyecto al Sur, 961-7634.

Saber. "Los usos del saber", por Colette Soler, el 16 a las 20 en Facu de Psico, H. Yrigoyen 3242, aula 14. Gratuito.

Foro. Presentación del Foro Psicoanalítico de Buenos Aires, el 14 a las 14 en Corrientes 1660, Sala A. Storni.

Posgrados. Reuniones informativas sobre los posgrados del Centro de Estudios en Psicoterapias, desde el 9 a las 12: 772-1854.

Residentes. Jornadas "El residente y la formación en crisis", en la Facultad de Ciencias Médicas de La Plata, hasta el 11.

Sexo. Jornada de sexología dirigida a la comunidad, el 12. Sociedad Argentina de Sexualidad Humana. 773-7391.

Arte. "Veladas de arte-psicoanálisis", el 12 de 10 a 19. Discurso Freudiano. 772-8997.

Síntoma. "El síntoma-padre" por Colette Soler, el 14 a las 20. Aula Magna del Hospital Rivadavia. Gratuito.

Curar. "Qué es curar" por Françoise Josslin, del Centro Hospitalario Villejuif, el 15 a las 18 en Corrientes 2554, 3º. 953-4326. Gratuito.

Tortura. Jornada de reflexión "Salud mental, derechos humanos y tortura", de la Asociación de Psiquiatras Argentinos, el 11 a las 9. 382-1340.

Real. Jornadas "Lo real de la transferencia" de la EFBA, hasta el 12 en el Bauen. 803-1803.

Fiestas. Taller "Cómo y con quién pasamos las fiestas" en la Escuela de Psicoterapia para Graduados, el 17 a las 19. 865-2050. Gratuito.

Cocina. "En la cocina de los análisis" por Sergio Rodríguez, el 12 de 9 a 17. 856-1792.

Familiares. "Escuela de ayuda a familiares de enfermos mentales", los jueves de 10.30 a 12 en el Borda, R. Carrillo 375. Gratuito.



LA "CAMARITA COMPLICE" EN UN PROGRAMA DE TELE
Una jodita para abusar de los niños

Por César Hazaki *

t.gif (862 bytes) Marcelo Tinelli instauró, en "Videomatch", la "Camarita cómplice". El organiza la celada para que un niño sea manipulado. En el programa emitido el 26 de noviembre llevó a una niña a su oficina y, con una excusa, la puso a atender el teléfono y anotar los mensajes: la niña iba siendo sorprendida por mensajes antagónicos, contradictorios, que buscaban hacerla quedar, o sin saber qué hacer, o mentir. Eran llamados de adultos, entre ellos la esposa de Tinelli.

Las contradicciones de la niña fueron alegremente mostradas al aire; la voz del conductor en off describía, jocosamente, cómo la iban embromando.

Terminada la escena aparecieron Tinelli, el padre de la niña, la protagonista y su hermano menor. Tinelli y el padre comentaron que habían "arreglado" entre ellos a espaldas de la madre de la niña. Finalmente, como "premio", regalos para los niños, y Tinelli anunció un obsequio personal para toda la familia: un viaje a Disneyworld.

Nos encontramos ante una situación de abuso de dos mayores hacia una niña. Abuso que se asienta en el conocimiento personal y confianza que la niña tiene con su padre y el conductor del programa. Dos hombres usan la lógica y el comportamiento de la barra de varones para exponer y maltratar a una niña, y descalificar la opinión de la madre, mientras una mujer, la esposa de Tinelli, avala esta visión patriarcal con su llamado telefónico.

Una niña estafada emocionalmente y una madre no escuchada. Pequeña gran muestra de cómo funciona el poder que los varones ejercen sobre las mujeres y los menores: subordinando, violentando, en este caso a través del engaño emocional.

Los "premios" presuponen que, si hubo dolor, ofensa, o ridículo, ello debe ser omitido u olvidado. Hay una invitación a que la niña canjee su malestar por dinero. Rápido encuentro de la niña con los modelos que la ideología patriarcal pretende de las mujeres: deben, desde pequeñas, ser obedientes al deseo y capricho de los varones; sólo era una "jodita", son muchachos divertidos. Claro que la niña ya no quería ir al colegio al día siguiente.

En un universo de doble discurso, el conductor llamó "ídola total" a la niña, luego de haberla puesto en ridículo. El primer responsable de la falta de cuidado hacia la niña es sin duda el padre. Pero, si éste falla, detrás deberían estar las regulaciones del Estado y la Justicia para proteger a los menores de las distintas formas de abuso que los medios puedan ejercer. Quizás debemos recordar lo que planteaba Freud en El malestar en la cultura: "Que se oculte al joven el papel que la sexualidad cumplirá en su vida no es el único reproche que puede dirigirse a la educación de hoy. Yerra, además, por no prepararlo para la agresión cuyo objeto está destinado a ser. Cuando lanza a los jóvenes en medio de la vida con una orientación psicológica tan incorrecta, la educación se comporta como si dotara a los miembros de una expedición al polo de ropas de verano y mapas de los lagos de Italia septentrional".

En la lógica de la barra de muchachos, en la vida real, siempre puede suceder que otros muchachos o adultos pongan en vereda a los bromistas. En la lógica de los medios esto es imposible. Mucho más si quien tiene que proteger a la víctima se alía con el agresor. La crónica diaria, las estadísticas, los estudios sobre género destacan la existencia de un alto grado de agresión y violencia, fundamentalmente hacia las mujeres y los menores, ejercida por familiares o conocidos de las víctimas. Los medios de comunicación insisten en defender la libertad de prensa como base de la democracia, pero nada dicen de los abusos que ellos mismos puedan cometer con la gente. * Psicoterapeuta. Editor de Topía Revista.

 

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