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La investigación oficial deja dudas sobre el crimen de Cabezas

El sobreseimiento de dos oficiales da por hecho que no hubo "zona liberada". La versión de los acusados da a entender que el crimen fue accidental.

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Por Raúl Kollmann


t.gif (67 bytes)  Tal como adelantó Página/12 en exclusiva, el juez José Luis Macchi cerró ayer la investigación del caso Cabezas sobreseyendo al ex comisario Alberto Gómez y al ex oficial Jorge Cabezas, con lo que el magistrado sostiene tácitamente que no hubo zona liberada para cometer el asesinato ni participaron otros policías en la operación del crimen. El caso Cabezas pasará a juicio oral y las audiencias deberían iniciarse a mitad de 1999, en plena campaña presidencial. A pesar de las 44 mil fojas de la investigación, no queda claro por qué mataron a Cabezas, quién ordenó el crimen, qué otras personas participaron del operativo ni cuál fue el arma utilizada.

Tras la investigación realizada por la Policía Bonaerense y supervisada por Macchi, la hipótesis que queda servida es la siguiente:

* El empresario Alfredo Yabrán --cabeza de una organización mafiosa que tiene antecedentes de haber golpeado competidores y periodistas-- sugirió que estaba molesto con el fotógrafo de la revista Noticias porque éste le sacaba fotos durante el verano, en Pinamar.

* Supuestamente esto fue tomado como una orden por el jefe de la custodia de Yabrán, Gregorio Ríos, y por el oficial de la Bonaerense, Gustavo Prellezo.

* Este último le indicó a cuatro ladrones del barrio platense de Los Hornos --José Luis Auge, Gustavo González, Horacio Braga y Héctor Retana--, que robaban en sociedad con la policía, que le pegaran una paliza a Cabezas. Estos ladrones fueron llevados a la Costa por Prellezo, alojados por otro oficial, Sergio Camaratta; un tercer policía hizo un trabajo de inteligencia, Aníbal Luna, y la mujer de Prellezo, Silvia Belawsky, también policía, averiguó algunos datos sobre el fotógrafo.

* La noche del crimen, los horneros secuestraron a Cabezas y todo indica que lo mataron en el auto. El reportero gráfico fue llevado a una cava, donde su cuerpo fue quemado con las esposas puestas.

La estrategia de los imputados y la historia oficial que se montó durante la investigación consiste en atribuirle a Yabrán la autoría intelectual del crimen --el empresario está muerto--, Prellezo dirá que sólo ordenó una paliza --pedirá una pena baja-- y los horneros sostendrán que ellos no lo mataron o, en el mejor de los casos, que se les escapó un tiro. Es decir que todo el operativo será presentado casi como un asesinato accidental.

El crimen de Cabezas no se parece en nada a esta historia oficial. El combustible fue comprado antes del secuestro, es decir que ya estaba claro que iban a quemar el cuerpo del secuestrado. Los horneros actuaron a cara descubierta, sin tomar la menor precaución para que no se los reconociera, a pesar de que Cabezas pasaba todo el verano en la Costa y lo propio hacían los horneros. El asesinato se hizo con dos tiros en la nuca, disparados desde apenas unos centímetros, algo que no se asemeja a un error o accidente. Después del crimen, no intentaron ocultar el cuerpo sino que le dejaron las esposas puestas y quemaron el cuerpo. O sea que hubo alevosía, mensaje mafioso, no una muerte accidental.

Si todo ocurre con normalidad, las audiencias del juicio oral deberían comenzar en junio o julio de 1999. En ese momento, el gobernador bonaerense Eduardo Duhalde estará en plena campaña presidencial por lo que el proceso tendrá notoria influencia política. Todo el andamiaje de la historia oficial tiene un punto débil, los horneros. Los cuatro delincuentes corren un serio peligro de ser condenados a cadena perpetua, por lo que podrían terminar revelando la verdad de lo sucedido. Ellos y Prellezo saben qué otros individuos participaron de lo ocurrido aquella noche, conocen quién puso en marcha la operación, por qué mataron a Cabezas y cuál de las dos mafias, la de Yabrán o la de la Policía Bonaerense, ordenó el asesinato.


UNA MANIOBRA POLICIAL QUE NO FUE ACLARADA

Pepitos con el arma homicida

 

Por R.K.

T.gif (862 bytes) La resolución del cierre de la causa Cabezas incluye el sobreseimiento del grupo conocido como Los Pepitos, por estar vinculados con Margarita Di Tullio, Pepita La Pistolera. Al principio de la causa, la Policía Bonaerense montó una verdadera parodia imputando a cuatro marplatenses --Di Tullio, Flavio Steck, Pedro Villegas y Luis Martínez Maidana-- por el asesinato del fotógrafo. La supuesta arma del crimen apareció misteriosamente en casa de Martínez Maidana, en lo que la Cámara de Apelaciones consideró "una maniobra típica de las épocas de dictadura". Lo cierto es que el juez Macchi nunca investigó cómo se hizo la maniobra ni quiénes fueron los responsables, quedando únicamente preso el confidente policial Carlos Redruello.

También parece ir camino al sobreseimiento el ex comisario Alberto Gómez, jefe de la Bonaerense en Pinamar. La Liebre, como le decían, estaba sospechado de haber establecido una zona liberada para que los secuestradores y asesinos de Cabezas se movieran con libertad. La noche del crimen hubo dos llamadas a la comisaría para avisar que había movimientos extraños, pero nadie se puso en marcha para averiguar qué pasaba. También hubo un patrullero en la zona de la casa de Andreani, donde Cabezas participaba de una fiesta, pero los tripulantes del vehículo no actuaron a pesar de que escucharon la voz de alerta.

Por último, todo indica que también será sobreseído otro policía, Jorge Cabezas, reconocido por vecinos de la casa de Andreani como uno de los que estaban vigilando a Cabezas antes del secuestro. Cabezas apareció en causas vinculadas con el tráfico de drogas y el armado de autos truchos.

En la causa judicial está probado que en la cava, a la hora del asesinato, estaba estacionada una camioneta. Incluso hay identikits de quienes estaban en ella. La Bonaerense nunca identificó a estos sospechosos a pesar de que se parecen, como una gota de agua a otra, a tres oficiales de la fuerza, entre ellos Carlos Stoghe, a quien se le imputa haber reclutado ladrones --como los horneros-- para hacer operaciones en la costa.

 

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