Mientras el mozo deposita
los pedidos sobre la mesa, Ernest Hemingway limpia sus anteojos, verifica que la armadura
está en su peor estado, insulta en voz baja, se los coloca, saborea el ron y dice:
Moriré periodista. Fui, soy y seré periodista, siempre lo he sido y siempre lo
seré. Vos Picasso también sos periodista, nos informás de lo que pasa; también lo hizo
Goya, basta mirar sus dibujos de guerra y sus pinturas sobre la fiesta española. Cuando
escribo siempre busco evitar la publicidad. El artista necesita tener vida privada. Estoy
escribiendo como un loco para escribir un libro mejor que el anterior, con el que tuve
mucha suerte. No debo hablar sobre lo que escribo, no debo hablar hasta que valga la pena
que abra la boca. Cuando termino un libro siento que estoy en el mismo estado que cuando
termino de cazar. Un libro terminado es como un león muerto. Puede ser que alguien te dé
un premio por haber matado al gran león; esto es agradable, pero en lo que yo estoy
pensando es en el próximo león. Hay que pensar en el próximo libro, no en el león
muerto. La caza mantiene el cerebro firme en la cabeza y al corazón en su lugar.
El doctor Albert Schweitzer deja de acariciarse el muy grueso y blanco bigote, mete la
vainilla en el chocolate con leche, come, y se lamenta:
Las conversaciones morales acerca de cómo debe comportarse un Estado civilizado han
sido ya oídas en el pasado. Pero en este tiempo adquieren una importancia especial ya que
el Estado moderno está pereciendo en la miseria material y espiritual porque en el pasado
rehusó plantearse comportamientos éticos. Si nos sentimos responsables de la culpa que
nos toca por esta egoísta forma de pensamiento, debemos revindicarnos mirando más allá
de los pueblos y los estados y considerar a la humanidad como un todo. Para todo el que
haya dedicado su vida al mundo ético y la afirmación de la vida, el futuro de los
hombres y la humanidad está sujeto a la ansiedad y a la esperanza. Librarse de esta
ansiedad y esperanza revela pobreza espiritual.
Li Yu Tang logra prender la pipa, le echa un chorrito de leche a su té y le busca otro
costado a la conversación:
El hombre moderno se toma la vida demasiado en serio, y es debido a esto que siempre
está angustiado. No se debería olvidar nunca la importancia del humor. Gracias al humor
se cambia el carácter y la esencia de toda nuestra vida espiritual. Lo peor de los
tiranos es su falta de humor, siempre aparecen solemnes, pomposos, molestos. Los
presidentes de las democracias sonríen y a sus pueblos les gusta. Saben como reír de un
buen chiste. Pero el tirano vive pensando que él es muy importante y pierde el sentido
del humor, y con él, el de la proporción, y así dan paso a los fanáticos. La risa
purifica, es buena para los individuos y las naciones.
Aquellos que poseen humor gozarán del sentido común, el pensamiento sensato, el
temperamento apacible y la visión equilibrada del mundo.
Dejando de mirar con esos ojos de carbón encendido a una morocha que habla por teléfono,
Pablo Picasso bebe un trago de su vino tinto, y propone:
Creo que Ernest exagera el papel del artista. El artista constituye una parte
pequeñísima del universo y no debiera recibir ninguna atención especial más de la que
recibe, y que nos proporciona belleza, alegría y descanso. Nunca esperé que un admirador
de mis pinturas tenga las mismas emociones que yo al pintarlas. El motivo de una pintura
me llega desde distancias muy lejanas. ¿Cómo puede haber alguien que capte mis sueños,
instintos e ideas, que han salido de mi mente tras tanto tiempo de reflexión y que
tuvieron que madurar hasta que encontré la expresión visual adecuada? ¿Y cómo puede
haber alguien capaz de decir y entender lo que yo tuve que expresar, quizá contra mi
propia voluntad? Amo el artecomo la única razón de mi existencia. Todo lo que hecho en
conexión con él me ha proporcionado enorme alegría y satisfacción. Pero, precisamente
por esto no veo ninguna razón que justifique el que tanta gente en el mundo quiera
analizar el arte, elaborando complicadas teorías e interpretaciones, y permitiendo que su
misma ignorancia artística se manifieste libremente.
Tennessee Williams comprueba que su cigarrillo se ha transformado en puchito, lo saca de
su boquilla, coloca otro, lo prende, se rasca el pelo con desgano, prueba el whisky y
finaliza este diálogo de sordos:
Llevamos una vida de caníbales. Un ego se come al otro ego. Las personalidades se
comen a las personalidades. Siempre estamos comiendo a alguien. Sea lo que sea, por una
posición, un triunfo, la avaricia o el bienestar. El individuo humano es un caníbal de
la peor especie.
Se levantan. Se van.
El mozo levanta la mesa y comprueba que ninguno de ellos pagó la consumición.
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