Por Martín Granovsky
Veinte años
después de quedar al borde de una guerra delirante, las democracias de la Argentina y
Chile cerraron el último conflicto de límites: Carlos Menem y Eduardo Frei firmaron un
acuerdo definitivo sobre la zona de Hielos Continentales, que en el caso de la Argentina
corresponde a Santa Cruz. El arreglo ya cuenta con la venia de la oposición en los dos
países, por lo cual no debería sufrir mayores padecimientos en ambos congresos, y se
basa en el principio de divisoria de aguas que coloca a Chile en el Pacífico y Argentina
en el Atlántico.
En la mañana de ayer, Menem y Frei levantaron las carpetas con el acuerdo como si se
tratara de un trofeo. Y, políticamente, lo era. El chileno vivía un momento de descanso
en la lucha del gobierno de Santiago por conseguir la liberación de Augusto Pinochet en
Londres, y el argentino podía contar con el milagro de un acto de gobierno que, por una
vez, casi nadie cuestiona. A la Casa Rosada fueron para la ceremonia el ex presidente
Raúl Alfonsín y el candidato de la Alianza Fernando de la Rúa, y también los diputados
opositores Marcelo Stubrin, Guillermo Estévez Boero y Dante Caputo. Chacho Alvarez no
estuvo. De la Rúa aclaró que no corresponde venir como fórmula, e informó
que Alvarez había saludado antes a Frei.
En la declaración conjunta que acompaña al acuerdo, Menem y Frei destacaron la
labor de los congresos como órganos fundamentales representativos de la voluntad de los
pueblos, en la reafirmación de los pilares que sustentan la relación entre la República
Argentina y la República de Chile, y son base de una política de Estado, sólidamente
sustentada en los principios democráticos.
Los legisladores de la oposición venían trabajando desde hace un año con la
Cancillería para superar la poligonal trazada en 1991 por Menem y su colega chileno de
entonces, Patricio Aylwin. Aquella línea en realidad había merecido inicialmente el
acuerdo opositor, pero el estilo político excluyente de Menem y las necesidades propias
de una oposición en busca de temas fuertes para diferenciarse del oficialismo muy pronto
evaporaron el romance. Fue todo lo contrario de lo que ocurrió cuando Guido Di Tella y su
vicecanciller Andrés Cisneros encargaron a Carlos Foradori, un diplomático de carrera
con rango de ministro, vocación negociadora y gran conocimiento personal de la frontera,
que coordinara un grupo con una misión práctica: encontrarle una solución al pantano
político y diplomático de los hielos. Del tramado entre los funcionarios de la
Cancillería, los diplomáticos de carrera y los diputados surgió la idea de pedirle al
gobierno que retirase del Parlamento el proyecto de poligonal. A cambio, el nuevo consenso
impulsaría un acuerdo distinto y daría legitimidad a la negociación con el gobierno
chileno.
Quisimos conseguir un texto con el mínimo de elementos políticos y el máximo de
componentes metodológicos, científicos y limítrofes detalló ayer a Página/12 un
funcionario argentino que pidió reserva de su nombre.
Traducción: la poligonal resultó en su momento más política que técnica, y por eso
terminó siendo difícil de defender incluso en términos políticos. La nueva
delimitación debía ser más fácil de justificar.
Por eso el vocabulario del acuerdo es técnico e incluye anexos cartográficos.
Por eso, también, el acuerdo político está limitado, por ejemplo, a cómo debe
establecerse la línea que sale del cerro Fitz Roy. Un acuerdo necesario, además, porque
la demarcación en el terreno era imposible y sin fijar el punto de partida
arbitrariamente, o en todo caso con una arbitrariedad a dúo, nada podría hacerse
después. Si los límites son una cuestión de cartógrafos, de políticos o de
diplomáticos, la demarcación es asunto de técnicos. Sin los primeros, los técnicos no
pueden trabajar. No tienen dónde poner los hitos.
Este diario preguntó a un alto funcionario del Gobierno si con este acuerdo el país se
quedará con más territorio que con la poligonal de 1991.
Todavía hay que trazar el mapa correspondiente dijo, pero presumo que
nuestra posición terminará siendo mejor. De cualquier manera, es más importante pensar
que este acuerdo es menos vulnerable que aquél.
Caputo elogió haber trabajado conforme a Derecho y no sobre una línea
imaginaria.
El mapa no figura como parte del acuerdo porque justamente el texto obliga a las partes a
confeccionar un mapa de la zona, según explicaron a Página/12 técnicos del Ejecutivo y
del Congreso. La escala será de uno en cincuenta mil, que permite un extraordinario nivel
de detalle. Por el momento, y con la aclaración de que la utilización es sólo a nivel
ilustrativo, los negociadores se manejan con una foto satelital de la zona.
Con el paraguas de aprobación política asegurado, los pasos que siguen son éstos:
En la
Argentina, aprobación primero en Diputados y luego en el Senado.
En Chile,
aprobación en el Senado (la cámara más difícil para el oficialismo, por el peso de la
derecha política y los senadores designados por las Fuerzas Armadas) y en Diputados.
Estudio en el
terreno y confección de mapas.
Demarcación.
Las últimas dos etapas podrían insumir alrededor de dos años.
Si hay diferencias sobre el terreno, ¿cómo se resuelven? preguntó este
diario a un miembro del equipo negociador.
Dentro de la Comisión Mixta de Límites.
¿No es un riesgo?
Usted no se imagina el grado de convivencia que hay ahora entre los técnicos de
Chile y la Argentina fue la respuesta.
OPINION |
Así se hacen las cosas
Por Raúl Alconada Sempé *
En la Navidad de 1978, los pueblos de Argentina y Chile, sometidos por los dictadores
Videla y Massera, de este lado, y Pinochet, del otro; y sin perjuicio de que ninguno de
los dos pueblos gozaba del ejercicio de su soberanía, estuvieron al borde de una guerra,
supuestamente para defender una supuesta soberanía nacional.
Gracias a Dios el Vaticano intervino e impidió a los dictadores concretar su aventura
bélica.
En 1982, la dictadura argentina, carente de toda autoridad moral e invocando una causa
justa con fines espurios, se embarcó en la guerra del Atlántico Sur, mientras la
dictadura militar chilena, igualmente inmoral, prestó su apoyo al Reino Unido en lo que
era su intento de preservar la presencia colonial en América del Sur. Quince años
después, democracia mediante, todo es distinto entre Argentina y Chile. Las cosas
empiezan a cambiar ya en 1984 cuando el presidente Alfonsín decidió consultar a la
ciudadanía sobre el Tratado de Paz y Amistad que proponía firmar con Chile, y la inmensa
mayoría del pueblo argentino, en un acto sin precedentes, lo respaldó inequívocamente.
Las cosas continúan cambiando: Pinochet es derrotado en el plebiscito del 5 de octubre de
1988, la Argentina experimenta la primera transmisión del mando de un presidente
democrático a otro presidente democrático de distinto partido político, y finalmente la
democracia chilena derrota a la dictadura en las urnas.
Las hipótesis de conflicto y de guerra son sustituidas por la política de integración
impulsada por los presidentes Alfonsín, Menem, Aylwin y Frei. El Mercosur reemplaza a la
Doctrina de la Seguridad Nacional y a la Operación Cóndor. Chile apoya a la Argentina en
la causa Malvinas.
En 1998, los presidentes y ex presidentes constitucionales de Chile y Argentina, como
representantes legítimos de sus pueblos, y como expresión de los valores permanentes que
los inspiran, participaron de la firma de un acuerdo histórico que permitirá concluir la
demarcación pendiente del límite entre los dos países, en la zona de los Hielos
Continentales.
Y se hizo como se deben hacer las cosas en democracia. Se hizo con la participación de
legisladores de todas las fuerzas políticas en representación del conjunto y del
pluralismo; y de grupos técnicos y profesionales capacitados que aportaron su
conocimiento para obtener la mejor solución posible.
Y si las cosas siguen cambiando para mejor, tal vez en los próximos tiempos los pueblos
argentino y chileno ya habrán afianzado definitivamente sus democracias, continuarán
trabajando por la paz y la cooperación internacionales, y los dictadores habrán sido
juzgados y condenados por los crímenes que cometieron. Dios quiera.
* UCR-Alianza. |
Un vínculo paradójico
Por Carlos Escudé *
La firma del acuerdo de Hielos Continentales es un hecho trascendente por tres motivos.
Primero, porque es un avance hacia la resolución de la última disputa territorial
pendiente con Chile, lo que significa eliminar la última excusa para que reaccionarios de
ambos lados de la Cordillera jueguen con hipótesis de conflicto, y exijan siderales
presupuestos de defensa.
Segundo, porque es el resultado de un consenso bipartidario, lo que significa que el
proceso de ratificación parlamentaria no enfrentará los obstáculos de la malhadada
poligonal: avanzar hacia la generación de políticas de Estado debe ser una prioridad
para la política exterior argentina.
Y tercero, porque el acuerdo llega en un momento muy delicado para el futuro del Cono Sur,
debido a que la detención de Pinochet en Londres y su probable extradición a España ha
despertado demonios autoritarios y nacionalistas en Chile, lo que hace aconsejable que
ambos gobiernos eliminen cuanto antes un litigio que es una posible justificación para la
locura irredentista.
Por cierto, nada hay tan peligroso para la democracia chilena como la perspectiva de que
los odiosos pero inevitables pactos que posibilitaron la transferencia del poder a un
gobierno civil sean desbaratados por el justo pero irresponsable intervencionismo europeo.
Y nada hay tan peligroso para la Argentina como la ira nacionalista generada en sectores
de la ultraderecha chilena, debido a la profunda humillación que enfrentan con este
avasallamiento de la soberanía de su país, y la deshonra planetaria de su abominable
ídolo.
Estas son circunstancias que exigen un cuidado extremo. Para el gobierno de Frei es
obligatorio exigir la liberación de Pinochet aunque hacerlo le repugne: sólo así
convencerá a la poderosa derecha chilena de que no ha violado pactos. Para el gobierno
argentino es obligatoria la solidaridad con el gobierno de Chile, no para defender a
Pinochet sino para apuntalar la democracia trasandina, y para evitar que la derecha
nacionalista chilena canalice sus iras hacia nuestro país.
Finalmente, para ambos gobiernos es urgente avanzar hacia la solución del último pleito
territorial, para eliminar todas las justificaciones que pueda tener la peligrosa derecha
chilena para trasformarnos en su chivo expiatorio.
El acuerdo de Hielos es esencial para la seguridad nacional, una seguridad producto no de
los cañones sino de la cooperación y la amistad.
* Ex jefe de asesores del canciller Guido Di Tella. |
Por qué este tratado sí y antes la
poligonal no
Tres diputados nacionales (un oficialista y dos
de la oposición)
explican las claves políticas para el acuerdo sobre Hielos Continentales. El consenso
resultó un elemento decisivo.
Fernando Maurette
(PJ, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados)
¿Cuál es su opinión sobre este acuerdo que cierra los conflictos limítrofes con
Chile?
Coincido con los presidentes Frei y Menem en calificarlo de histórico. Estamos
cerrando un capítulo y, por primera vez, Argentina y Chile no van a tener más problemas
de límites. Eso hace que pueda firmarse inmediatamente otro tipo de acuerdos, que están
preparados y listos para ser aprobados, Van a redundar en puestos de trabajo, inversiones
y mejoramiento de la calidad de vida de los dos pueblos.
A este acuerdo se llega por el rechazo del Parlamento argentino a la poligonal.
¿Usted cree este nuevo tratado es mejor que la poligonal?
Por supuesto que es mejor porque tiene el consenso interno mayoritario. Todos los
partidos políticos representados en el Parlamento participaron de su elaboración y los
legisladores tomamos las decisiones, que es todo lo contrario de lo que pasó con la
poligonal.
¿Qué valor le da al apoyo de Chile al reclamo argentino de soberanía sobre
Malvinas?
Esto reafirma la actitud que tiene el pueblo chileno desde hace muchos años. Hoy se
magnifica por la declaraciones de Pinochet de apoyo a Gran Bretaña durante la Guerra de
Malvinas, pero en los dos últimos años en las Naciones Unidas la voz cantante de la
posición argentina la llevó el embajador chileno Juan Somavia.
¿En los contactos en la Comisión Mixta de legisladores, hubo un cambio de actitud
de la derecha chilena cuando Pinochet fue detenido? ¿Este cambio pudo haber llegado a
entorpecer la firma del acuerdo?
En un momento los partidarios de Pinochet realmente se sintieron confundidos en su
accionar político interno y externo. Se les mezclaron los dos panoramas, pero de ninguna
manera la detención del ex dictador entorpeció la firma de este tratado.
¿Usted cree que la firma de este tratado y la detención de Pinochet pueden dar por
terminada la carrera armamentista que el propio ex dictador sostenía?
No hay más hipótesis de conflicto con Chile. Las fuerzas armadas están haciendo
maniobras conjuntas, los presidentes en febrero van a ir a recorrer las bases antárticas.
Estamos en un momento privilegiado de las relaciones y hay que aprovecharlo al máximo y
profundizar la relación.
Marcelo Stubrin
(UCR-Alianza, vicepresidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de Diputados)
¿Cuál fue el papel del Congreso en el acuerdo?
Protagónico, primero en destrabar la situación, porque durante siete años los
gobiernos coincidían en el plano de la realidad virtual y los diplomáticos no podían
trabajar: fue una coincidencia falsa porque no tenían número para ser aprobado en los
Congresos. En lugar de rechazar la poligonal había que, además, proponer alternativas
mejores y logramos una alternativa mejor.
En el rechazo a la poligonal estuvieron mezcladas cuestiones políticas y
electorales como las internas en el oficialismo y la relación entre el Gobierno y la
oposición. ¿Cómo se pudo dejar atrás todo eso y lograr un consenso?
La poligonal era un trabajo mal hecho, técnicamente hablando, y en consecuencia fue
fácil lograr un consenso, porque nadie la votaba con convicción, entonces logramos el
compromiso del Gobierno y encarar otro estilo de diálogo mucho más respetuoso de la
geografía y se consiguió un resultado más equilibrado.
¿Cómo se pudo lograr un acuerdo con el Gobierno en este tema y no en otros?
Acá la iniciativa la tuvo la oposición y el Gobierno estaba en un barullo
internacional grande con Chile. Estaba muy atrapado en su propia estrategia de defender la
poligonal. En otros temas no se logra un acuerdo porque se trabaja menos, porque hay
compromisos de otra índole. Una cuestión limítrofe debe ser prioritaria no accesoria de
un interés partidario, político o electoral.
Cuando se produce la detención de Pinochet, ¿cuál fue la reacción de los
legisladores de la derecha chilena que participaban en la Comisión Mixta?
No tuvimos mucho diálogo con los legisladores derechistas y mucho menos sobre el
tema Pinochet, está claro que tenemos visiones distintas y tenemos que respetarlas.
Intentamos que Hielos Continentales, que era un tema que tenía acuerdos previos a la
detención de Pinochet, no fuera influido por esa cuestión.
Cristina Fernández de Kirchner (PJ)
Prefiero no opinar hasta tanto no haya leído todo el texto del tratado y consultado
con un cartógrafo los puntos fijados en el acuerdo, que extrañamente no cuenta con un
mapa aún.
Rafael Flores
(Diputado por Santa Cruz, Frepaso-Alianza)
¿El acuerdo mejora la poligonal?
Es una rectificación del gobierno nacional de los errores cometidos al impulsar
durante todos estos años el tratado Menem-Aylwin. El Gobierno tenía claro que no había
voluntad en la Cámara de Diputados de ratificar el tratado Menem-Aylwin que establecía
un límite arbitrario y caprichoso de los Hielos, pero igual insistió hasta que el
plenario lo rechazó.
¿Por qué no hay consenso con el Gobierno en temas como el fondo de financiamiento
educativo?
Nosotros quisiéramos que el Gobierno tomase determinadas cuestiones como política
de Estado. El problema es que donde hay plata en juego el Gobierno no acepta ninguna
política de Estado y lo único que aplica es mayor ajuste. La diferencia es que el
Gobierno insistió hasta donde pudo en obtener la ratificación del tratado Menem-Aylwin.
Además, en el bloque oficialista aparecen más disidencias cuando se tratan problemas
donde no hay plata de por medio que cuando sí la hay.
¿Este acuerdo representa un triunfo de las democracias jóvenes de América latina
sobre los sectores más reaccionarios de la sociedad?
Solamente gobiernos democráticos son capaces de rectificar rumbos en estos temas.
Creo que hubo un contexto internacional que favoreció una solución inteligente y justa.
Por supuesto esto es un avance sobre los sectores más refractarios de la sociedad que
quedaron como voces aisladas por el apoyo casi unánime a la firma de este tratado. Ahora,
la oposición al tratado Menem-Aylwin estuvo conformada por una enorme cantidad de
sectores claramente democráticos como el radicalismo, el Frepaso, organizaciones
sociales, dirigentes de todos los sectores, lamentablemente con la compañía de sectores
de la derecha que ahora se quedaron solos.
¿Cómo sigue ahora el proceso de integración con Chile?
Creo que hay que avanzar en una integración que no debe ser solamente económica,
que tiene que ser política, cultural y despojada de inconvenientes y las cuestiones
limítrofes cuando no están bien resueltas son inconvenientes.
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