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Panorama Politico
Resultados y teologías
Por J.M. Pasquini Durán

¿En qué se parecen los presidentes Bill Clinton de Estados Unidos, Saddam Hussein de Irak, Carlos Menem de Argentina y el gobernador Ramón Mestre de Córdoba?: todos ellos están haciendo lo posible para retener el poder en sus manos. ¿En qué se parecen Tony Blair y Chacho Alvarez?: aunque provoquen controversias en sus propias filas, los dos son complacientes con sus aliados. Los últimos acontecimientos, en el mundo y en el país, dan pie para este juego de comparaciones.
A contramano de los argumentos oficiales que justifican los ataques contra Irak, dos sospechas se han generalizado, monstruosas y repugnantes las dos. Una supone que Clinton ordenó el bombardeo de Bagdad como último recurso para impedir el juicio político que acabará con su mandato. Quiso ser otro Kennedy y corre el riego de terminar como Nixon. La otra sospecha apunta contra Hussein: provocó el ataque por las mismas razones que Galtieri ordenó la invasión de Malvinas, para forzar la solidaridad de su pueblo y la de sus vecinos. En ese juego cruel, por el momento, el iraquí parece llevarle ventaja al norteamericano, a pesar de la lluvia de misiles, porque el trámite en el Capitolio que juzga al perjuro siguió adelante, porque se rompió la coalición occidental de la Guerra del Golfo de 1991, y porque esta política de fuerza bruta, además del bloqueo, fabrica fundamentalistas mulsulmanes dispuestos a sacrificar la vida en operaciones kamikaze y abre el camino a futuras dictaduras.
Aun suponiendo que las razones invocadas fueran ciertas, como editorializó ayer El País de Madrid, “a falta del aval previo del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, los bombardeos ordenados por Clinton contra Irak tienen una legitimidad dudosa, resultan desproporcionados ante la amenaza limitada que representa hoy Irak, y está en cuestión su eficacia para eliminar la capacidad iraquí de fabricar armas químicas y bacteriológicas”. Con los antecedentes recientes de Sudán y Afganistán, y ahora esto, la Casa Blanca ha vuelto a la odiosa posición de gendarme mundial, con los modales de un matón.
Como era de esperar, Menem apoya a Clinton, haciendo suyos los argumentos oficiales, sin ninguna evidencia que lo respalde, sin consultar a la oposición, al pueblo ni a su propio partido. El país no puede ceder al chantaje de un tercer atentado terrorista, es verdad, pero tampoco hay justificativos para sostener una política agresiva que mañana se puede volver contra América latina. Después del affaire Lewinsky, el gobierno argentino debería saber que hay “relaciones carnales” que no son recomendables.
Las estrategias norteamericanas de seguridad para el próximo quinquenio, muestran dos objetivos: “Una clara voluntad política para consolidar el liderazgo de Estados Unidos y una clara determinación de emplear todos los medios con la finalidad suprema de preservar sus intereses en el mundo”, según el análisis de una integrante del Centro de Estudios Estratégicos de la Escuela Superior de Guerra, publicado en la edición octubrediciembre/98 de la revista del Círculo Militar de Buenos Aires. La conclusión, basada en documentos del Departamento de Defensa de Washington, no es irrelevante, sobre todo porque esas estrategias acaban de proponer en la conferencia contra el terrorismo la instalación de bases militares en cinco países de América latina para operar en contra de los enemigos de Estados Unidos, elegidos a dedo por el Pentágono y la CIA.
La subordinación de la diplomacia menemista al interés norteamericano es simétrica con la adhesión militante al antiabortismo del Vaticano, con la defensa activa de Pinochet para bajar la guardia de la extrema derecha chilena sobre los hielos continentales, o con los “mimos” a Gran Bretaña para que levante el embargo a la venta de armas, aunque sus efectos sean más políticos que militares. El propósito es siempre el mismo: obtener adhesiones externas para ver si puede levantar el desprestigio interno, con la esperanza de reabrir una chance para el tercer mandato, con la misma sutileza de los sindicalistas de la UPCN que lo vivaron después de obtener un subsidio anual de 4,5 millones de dólares. En el caso de Pinochet hay que reconocerle coherencia al presidente argentino, porque mucho antes de ahora había confesado su admiración personal por la obra del dictador.
Blair, con el prestigio todavía erecto, tiene otros motivos para secundar a Clinton, aunque la socialdemocracia europea no lo acompañe en esta empresa. Ambos, Bill y Tony, coinciden en “la importancia vital que reviste para el funcionamiento de la economía capitalista la conservación de las fuentes de petróleo de los países del Golfo Pérsico”, como bien anotó aquí el embajador Mario Cámpora. Esa es la razón por la cual Hussein sobrevivió hasta ahora, y pudo masacrar a los kurdos en el norte y a los chiítas en el Sur, porque las potencias no tienen un socio local que lo releve. Además de esto, el primer ministro británico tiene una visión sobre el significado de la alianza, tal cual lo escribió hace cinco semanas en la prensa internacional: “Si queremos continuar beneficiándonos del compromiso americano en la defensa de Europa y de sus intereses en todo el mundo, debemos reconocer a los Estados Unidos el derecho a reclamar nuestra total participación” (Frente Unido, 13/11/98). En el mismo texto afirmaba: “Nuestro debate [entre Estados Unidos y Europa] debe estar orientado a perseguir resultados, no teologías”.
Esta frase sobre resultados y teologías probablemente podría suscribirla Chacho Alvarez en lo que se refiere a su conducta en la coalición con la UCR, en particular sobre las elecciones cordobesas de mañana. El radical Mestre quiere la reelección, que creía segura debido a la tradicional hegemonía de su partido en la provincia, y el senador menemista José Manuel de la Sota (referente de la renovación con Manzano y Grosso cuando Alvarez era del mismo partido) aspira a la gobernación por tercera vez. En esta oportunidad, la primera desde la refundación democrática, las encuestas ponen en duda la continuidad de los radicales.
Mestre hizo una gobernación en abierta confrontación con los empleados estatales y otras franjas populares. Con una tasa de desempleo del 11 por ciento, aumentó los impuestos, pagó los sueldos estatales con bonos que valían en billetes el 70 por ciento de su valor nominal, endeudó a la provincia y mantuvo una actitud cerrada y hostil, que muchos entendieron como pura soberbia, hacia sus adversarios y potenciales aliados. Para colmo, cargó con el desprestigio de Eduardo Angeloz, aunque ambos encabezan tendencias encontradas dentro de la UCR, porque en la opinión pública cordobesa, lastimada y defraudada porque confió tres veces en Angeloz para gobernar la provincia, alguna influencia política incidió en el sobreseimiento por las acusaciones de enriquecimiento ilícito. Además, Mestre rechazó la Alianza con el Frepaso, al que despreció siempre, mucho más después de las internas del 29 de noviembre en las que De la Rúa, cordobés de nacimiento, aplastó a la competencia (77 contra 23 por ciento de Fernández Meijide). Hoy en día, de acuerdo con las encuestas, necesitaría cada voto que supo perder con su gestión y sus actitudes.
Alvarez sugirió en público esta semana lo que venía pidiendo en privado desde antes: que la fórmula encabezada por el veterano agrarista Humberto Volando se retire de la contienda para volcarse a Mestre. Así, sin más, de manera acrítica, haciéndose cargo de toda la gestión del gobernador, sin pedir a cambio ningún compromiso público, aunque fuera de cambio programático. Volando es el prototipo de los líderes “naturales” de la comunidad que Alvarez quiere para formar su movimiento, más que la estructura orgánica de un partido. A principios de este mes, después de las internas, mencionaba al candidato cordobés como un ejemplo para multiplicar en todo el país. Todo cambió con las encuestas desfavorables, cuando los radicales entraron en pánico ante la posibilidad de perder. En la misma lógica de Blair, para Alvarez, que busca resultados y no teologías, la elección cordobesa había que mirarla desde el atalaya nacional de la puja con Menem, quien también quiere “nacionalizar” la competencia en su propio beneficio, como si la elección no la perdiera el gobernador sino que la ganara el Presidente. Ni el menemista Rubén Marín que hace poco ganó cómodo la reelección en La Pampa mereció tanta atención del oficialismo y la oposición.
Es obvio que la quiebra del bastión cordobés de la UCR es un dato crítico para la Alianza y la Casa Rosada. Si gana De la Sota podría tener, el año que viene, un apoyo tan generoso del gobierno como el que tuvo para hacer una campaña millonaria, y la Alianza podría disminuir la diferencia a su favor en uno de los distritos grandes del país. A veces, sin embargo, lo que Blair llama “teologías” son sentimientos y dinámicas políticas que no se allanan tan fácil a las megaestrategias. Hablando de Irak, en el matutino Repubblica de Roma, Tahar Ben Jelloun escribió esto: “Los americanos no tienen ninguna curiosidad cultural, humana o sociológica por el mundo árabe. Sus relaciones con los árabes han sido dictadas siempre por intereses económicos o estratégicos. Ningún sentimiento. Ningún estado de ánimo. Sólo lo que se llama pragmatismo político”.
Desde Córdoba, el indiscutido caudillo del Frepaso recibió, en respuesta a la pragmática solicitud, la primera desobediencia legítima de uno de sus distritos partidarios. En la decisión mayoritaria del Frepaso cordobés, seguro que han influido sentimientos locales, antes que desconsideración hacia la voluntad del líder carismático. Quizá también en fracciones de la Alianza, no sólo en Córdoba, hay una mirada diferente sobre la “realidad nacional”, derivada del mensaje central de la Alianza que propugna la derrota de Menem pero promueve proyectos económicos que, en el mejor de los casos, representan un rostro más humano del mismo “modelo” vigente. Que los votantes de la interna, hace menos de un mes, no hayan querido correr todo el riesgo de elegir a una mujer sin experiencia administrativa, no quiere decir que hayan renunciado a la voluntad de cambio. Eligieron lo que tenían a mano, pero eso no significa que el electorado nacional haya vuelto a la UCR en bloque, como si nada hubiera pasado desde 1983 hasta la fecha.
Cada vez son más difíciles las opciones, aquí y en el mundo. ¿Cómo elegir entre Hussein y Clinton, si ambos son responsables de la muerte mensual de siete mil niños iraquíes por hambruna y pestes? ¿Cómo elegir entre la soberbia provinciana de Mestre y la soberbia nacional de Menem, si los dos mostraron indiferencia por la suerte y la opinión de los más débiles y de los desamparados? ¿Cómo elegir entre la democracia chilena, a causa de sus pactos y debilidades, y la justicia de los lores, si Pinochet consigue las consideraciones que ningún pueblo recibe? Al reabrir el caso del dictador, la Cámara de los Lores dio un paso atrás con una decisión sin precedentes en un siglo y medio de jurisprudencia británica. Si la ecuanimidad de los jueces puede cuestionarse porque uno de ellos simpatiza más con las víctimas que con sus verdugos, la civilización de Occidente, en cuyo nombre se desatan guerras, volvería a la edad de piedra. Las leyes, la justicia y la política pueden ser ejercidas sin teologías, pero sin sentido común ¿a qué se reducen?

 

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