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El mercado redescubrió a los jazzmen cubanos

El legendario sello estadounidense Blue Note acaba de grabar, en la isla, sendos discos de Chucho Valdés y Frank Emilio Flyn, en otro reconocimiento tardío al talento de los viejos músicos locales.

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Compay Segundo, el héroe del CD “Buena Vista Social Club”.
Tiene 91 años y acaba de encantar al público porteño.

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Chucho Valdés grabó este año dos discos en Estados Unidos.
Ya en los 40 Dizzy Gillespie era un fan de los jazzmen cubanos.


Por Mauricio Vicent desde La Habana

t.gif (67 bytes) El jazz cubano y sus legendarias descargas han empezado a ponerse de moda en Estados Unidos y Europa. Sólo en el último mes, la famosa compañía discográfica especializada en jazz Blue Note grabó en la isla dos discos –uno de Chucho Valdés y otro de Frank Emilio Flyn– mientras que cada vez son más frecuentes los intercambios y conciertos de jazzistas cubanos en Estados Unidos, antes prohibidos. Después del éxito internacional alcanzado en los últimos años por la salsa y la música tradicional cubana, que permitió rescatar del olvido a figuras como Compay Segundo, que acaba de tocar en Buenos Aires, o Rubén González, ahora le tocó el turno al jazz latino. “Cuba está de moda, y el jazz cubano se está abriendo paso a toda velocidad por su calidad y su ritmo endiablado, como ocurrió con Chano Pozo en la década de los 40”, cuenta René López, productor independiente y asesor del programa de jazz del Lincoln Center de Nueva York, donde este año se presentaron Valdés y Frank Emilio con su grupo, Los Amigos.
A finales del año pasado, López organizó el viaje a La Habana del fantástico trompetista norteamericano Winton Marsalis y de Rob Gibson, directores artístico y ejecutivo del programa de jazz del Lincoln Center. “Ambos quedaron encantados e impresionados”, recuerda López. A raíz de aquel viaje, Frank Emilio y sus amigos, entre ellos el percusionista Tata Guines, el timbalero José Luis Quintana “Changuito”, y el güirero Enrique Lazaga, todos bien conocidos en la isla, fueron invitados a viajar a Nueva York, donde ofrecieron un gran concierto en el Lincoln Center. El éxito fue absoluto. El intercambio cultural entre Cuba y Estados Unidos ha estado interrumpido durante décadas por el bloque ordenado por este país como una forma de boicotear el régimen de Fidel Castro.
También Chucho Valdés ofreció un concierto de piano en el templo del jazz, que fue grabado por Blue Note y salió al mercado con el título de Piano solo. Ante los buenos resultados Blue Note decidió grabar en Toronto otro disco con Chucho y su trío, que se llamó Bele Bele en La Habana. En Bele Bele... Chucho exploró todos los géneros de la música cubana, desde el guagancó hasta el son montuno y la guajira, pero siempre desde el punto de vista de un músico cubano de jazz. El resultado fue espectacular. “El disco de Chucho Valdés fue de los grandes éxitos de la Blue Note de este año. Según los últimos datos, está entre los cinco más vendidos en el último semestre”, asegura López, que fue productor del registro y está trabajando ahora el tercero de Valdés para el mismo sello. “Es otro disco con el trío. Toca Roberto Vizcaíno la percusión, Raúl Pineda la batería y Frank Rubio el bajo. Hay rumbas, sones, está Rhapsody in blue, un homenaje a Gershwin en su centenario...”, apunta Valdés, quien en marzo viajará a Nueva York para tocar en el famoso club The Jazz Vanguard.
Las razones del éxito actual del jazz cubano son varias pero no sorprenden a nadie: en todo el mundo se sabe de la calidad de los músicos locales, que si no refulgen más alto sólo es por el famoso bloqueo. La difusión que tuvo el año pasado la música cubana con los Grammys de Buena Vista Social Club, el disco de veteranos músicos locales –como Compay Segundo– producido por Ry Cooder, y el éxito comercial del disco de jazz latino Habana, de Roy Hardgrove y Chucho, influyeron positivamente. “La música cubana tiene una rítmica peculiar, y esto, mezclado con el talento de sus músicos y la tradición local del jazz, está impactando como una gran bomba en los mercados”, asegura López.
López viajó a La Habana en noviembre en compañía del ingeniero de grabación John Fausty, quien trabajó con Celia Cruz, Tito Puente y muchos de los grandes de la música latina del mercado estadounidense. Además de Valdés, López produjo también a Frank Emilio el disco Charanga en descarga, que incluye temas como el mambo Rico Melao, Rumba elegante, Bilongo o el danzón Juventud de pueblo nuevo. Todos ellos acaban de participar del Festival de Jazz de La Habana, al que asistieron importantes músicos norteamericanos actuales, entre ellos Roy Hardgrove, Max Roach, Steve Turre y Ramsey Lewis, quienes, como Dizzy Gillespie en la década del 40 se dejaron seducir por el jazz cubano.

 


 

OTRO ILUSTRE DESCONOCIDO: REINALDO CREAGH
El éxito a los ochenta y pico

Por Miguel Mora desde Madrid

t.gif (862 bytes) Impecablemente vestido de blanco, con un chorro de voz impresionante incluso para uno que no fuera octogenario, y seduciendo con su enduendado humor a cuanta dama se cruzaba en su camino, el viejo trovero cubano Reinaldo Creagh presentó el miércoles en Madrid su primer disco solista. Se titula Boleros de toda una vida, y es una espléndida selección de 14 clásicos del género, que combina piezas celebérrimas, como la que da título al disco, “Dos gardenias”, “Angelitos negros”, “Piel canela”, “Contigo en la distancia”, “Nosotros” o “Quizás quizás”, y otras menos conocidas pero no menos escolásticas y evocadoras: “Cenizas”, “Vereda tropical”, “Como fue”...
La presentación se celebró durante una comida puramente cubana en un restaurante argentino que antes fue un tablao y que el miércoles parecía una boda. Hubo mojitos y daiquiris, arroz con frijoles, yuca frita, puerco asado y Cohibas, y en las mesas alargadas se apelotonaban unos 200 invitados, entre ellos el escritor José Luis Sampedro, las actrices Emma Suárez y Loles León, y una nutrida representación de la colonia cubana.
Pese a lo inusual del horario, Creagh convirtió el informal acto alimenticio en un auténtico espectáculo lleno de corazón, descargas de ritmo, elegancia y buen gusto. Junto a él estaba una parte de la fabulosa banda hispano-sueco-cubana que le acompaña en el disco, liderada por Demetrio Muñiz, que dio una exhibición de trombón.
Creagh fue carpintero antes de ponerse a cantar, y según ha confesado alguna vez prefirió el espectáculo para ver mundo y conocer mujeres. Aquí, cubano vacilón dejó una generosa muestra de su natural capacidad vocal y sentimental para entrar por derecho y contar con pasión y un punto de ironía todas esas historias de amor loco o sufrimiento salvaje que los boleros proponen. Su breve actuación confirmó lo que se intuye en el disco. Sólo desde las raíces, el cariño y el talento innato es posible dar gloria a un género tan peculiar como el bolero, género que por cierto viene sufriendo últimamente todo tipo de incursiones, entre el atrevimiento y la ignorancia total.
Entre puros y “roncitos”, susurrando a veces y subiendo mucho la voz, otras en el precioso micrófono tipo años cincuenta, el Rey Creagh (así se lo llama en el disco que acaba de editar Virgin) rindió cabal homenaje a gente como Arsenio Rodríguez, Bobby Capó, Osvaldo Ferrés, Pedro Junco y otros tantos genios boleristas que llevan casi un siglo deleitando almas, derritiendo corazones y favoreciendo romances. Don Reinaldo dio y recibió besos sin parar, paseó entre las mesas sin dejar de bromear y, cuando se enfrentó a sus piezas preferidas, pidió perdón por dedicárselas a dos de sus amigas presentes en la sala. “Ha nacido una estrella”, dijo alguien al final bromeando. Pero no había chiste de esa frase. Como suele decir su amigo y compañero de trova Aristóteles Limonta hablando de asuntos más físicos, “nunca es tarde para amar si la lapicera escribe todavía”. Y a Creagh le queda mina para rato.

 

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