|
Por Maricarmen Almada A un año de la reforma policial en la Bonaerense, otro caso de gatillo fácil se suma a la historia negra de la fuerza: un joven de 20 años fue asesinado de un tiro en la nuca por un policía, cuando volvía del trabajo a bordo de un colectivo, en la localidad de San Miguel. El hecho ocurrió el viernes a la noche, en Ruta 8 y Mitre, cuando el cabo Juan Carlos Giménez, que viajaba vestido de civil en el mismo colectivo, disparó tres veces su arma contra un grupo de jóvenes, en un incidente que la Justicia investiga. Uno de los balazos hirió a Claudio Villalba, quien murió dos horas después en el Hospital Larcade. El hermano y el primo de la víctima fueron demorados en la comisaría 1ª de San Miguel, donde uno de ellos habría sido golpeado, según denunciaron. Lo que en un principio se caratuló como un "homicidio en riña" pasó a calificarse como "homicidio simple" luego de las pericias ordenadas por el fiscal Manuel Moreno. El suboficial, que se encuentra detenido, prestaba servicios en el Comando de Patrulla del partido de Moreno. "El policía se bajó un escalón del colectivo, me apuntó y falló. Apuntó de nuevo y le pegó a mi primo en la nuca y lo dejó ahí, tirado, muriéndose", relató a Página/12 Walter Soto, primo de Claudio, quien murió dos horas después y fue sepultado ayer. Los hermanos José y Claudio Villalba, acompañados por su primo Walter, volvían de trabajar como todos los días en el colectivo de la línea 203 hacia su barrio, Santa Paula, en Moreno. Se ubicaron en el asiento de atrás. Venían haciendo bromas. Claudio llevaba puesta la camiseta de Deportivo San Miguel y no faltó algún cantito al club de sus amores cuando se acercaron a la cancha, ubicada muy cerca del lugar donde lo mataron. Nadie pareció molestarse por la actitud de los muchachos, salvo el policía. Según relataron los testigos, el suboficial, al llegar a la rotonda de la Ruta 8, obligó al chofer a detenerse con el arma en la mano. "Gritó que nos bajemos. Le mostramos los boletos para que viese. Pero nos siguió amenazando. Nos asustamos y decidimos hacerle caso", recordó Walter. "Primero salimos Claudio y yo, arriba quedó José. Cerraron la puerta y el policía empezó a pegarle culatazos. Ahí reaccionamos y rompimos el vidrio de la puerta con un ladrillo. El logró escapar y escuchamos el primer tiro hecho al aire. Salimos corriendo y volvió a disparar. A mí me dio en la oreja y a Claudio, en la nuca", agregó, llorando. Mientras abrazaban al herido, que todavía respiraba, los chicos pedían ayuda a los pocos automovilistas que circulaban por allí. El primero en llegar fue un móvil de la comisaría 1ª de San Miguel, que se los llevó demorados. En esa dependencia, José Villalba habría sido golpeado con puños y patadas, según denunciaron. Derivados luego al Hospital Larcade, los uniformados impidieron que los médicos tomaran placas y revisaran la oreja de Walter, quien perdió el segmento inferior de ese órgano. Ambos fueron obligados a regresar al calabozo hasta el día siguiente. El principal Carlos Colazzo, de la Jefatura Departamental Noroeste, dio su versión de los hechos a Página/12. "Los muchachos venían haciendo desorden en el colectivo. El cabo se identificó y los hizo bajar, pero todo se precipitó en unos minutos", dijo, sin dar mayores explicaciones. "Es grave que a un año de la reforma todavía ocurran comportamientos criminales. Y es sugestivo que el hecho se produzca en San Miguel, donde la conducción policial hace alarde de mano dura", señaló el abogado Luis Valenga, quien junto con Fabián Musso patrocina a la familia Villalba. El abogado elogió el trabajo de los fiscales, en el marco del nuevo Código Procesal. "En menos de veinticuatro horas vimos al resultado con el cambio de carátula. Con el sistema anterior, donde la instrucción estaba a cargo de la policía, el homicida estaría tomando mate en su casa", dijo Valenga.
|