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Por Eduardo Fabregat y Pablo Plotkin En un solo fin de semana, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota vivieron en el estadio de Racing las dos caras de la moneda. La noche del viernes fue tal vez la peor de la banda en lo que va de su historia: el escenario se convirtió en un compendio de deficiencias técnicas, mal humor y contratiempos, pero ante todo el grupo debió soportar una inédita frialdad de su gente, un público que acostumbra llevar a cabo su propio show abajo del escenario y ponerle sangre. El sábado, claro, se produjo lo esperable. El grupo aprendió de ese notorio silencio que sobrevino el viernes tras ¡Esto es to-to-todo amigos!, ajustó las clavijas todo lo necesario y, al fin, la fiesta fue realidad. Sé que por ahí andan diciendo que el viaje de los Redondos está por terminar. Está claro que este viaje se termina cuando ustedes quieran, condescendió el Indio esa segunda noche, y obtuvo el esperado rugido de la multitud. Redoblar la vieja apuesta es sabido que los Redondos son un grupo, pero son también su público demuestra, al cabo, un acto de coherencia por parte de la banda platense, que se resistió a modificar un solo título de la lista de temas para el segundo show. No es poca cosa, si se tienen en cuenta algunas opiniones obtenidas en el césped de Racing cuando la desconcentración recién empezaba. No lo puedo creer. Vine los dos días, y me da bronca que los que vinieron sólo el viernes se queden con la impresión de que los Redondos fueron. Los Redondos van a estar siempre, aunque el primer día haya sido un desastre, decía Marcela, de 24 años. A su lado, Esteban (20) también defendía: Sí, la gente no se mueve con los temas nuevos, parece que solamente estuviera esperando Mi perro dinamita. Pero el disco nuevo acaba de salir, no conocen muy bien los temas, por eso se copan más con lo viejo. A mí, igual cualquier cosa que hagan los Redondos me recabe. No está malo el último disco. Pero los otros me gustan más, disentía René, de 20 años. En general, los pibes de camiseta al aire y voz en cuello trataban de dejar a salvo su amor por el grupo, pero no podían dejar de expresar sus reservas frente a los matices tecnológicos de Ultimo bondi a Finisterre. El viernes, Germán (21) ponía énfasis en su testimonio. Poné esto: yo soy ricotero de alma, doy la vida por esta banda y voy adonde sea, a Mar del Plata, a Córdoba, a que me caguen a palos en Olavarría. Y esta noche, cuando terminó el show y no pasaba nada, me quise matar. Pero yo a este disco le doy tiempo: no es Luzbelito, pero por ahí en un par de meses me gusta. Es en las palabras de la gente, claro, donde puede buscarse la punta para entender por qué el ambiente de la primera noche en Racing estuvo lejos de la mística ricotera. Y también para comprender los matices que se siguieron advirtiendo en la segunda noche. En el antecedente inmediato, las primeras presentaciones de Luzbelito, pudo notarse la lógica diferencia entre el fervor ante las canciones históricas del grupo y su nuevo material, pero la zanja nunca había sido tan profunda. Loco, hasta Cerati habló bien de este disco..., se lamentaba un pibe en la platea alta, aludiendo a una columna del ex líder de Soda Stereo en el diario Clarín y llevando las cosas al extremo de ese célebre enfrentamiento musical. Es probable que a las bandas les cueste asimilar la utilización de bases electrónicas y samples, lo que no significa necesariamente que sea ya una cuestión definida. La misma frase por ahí en un par de meses me gusta permite predecir un futuro cercano en el que un estadio igualmente repleto entre en combustión con Alien duce o incluso Esto es to-to-todo amigos!, la apuesta más audaz de Finisterre. Con su más reciente disco, la banda de Patricio Rey se permitió jugar con un costado apenas explotado. Sin embargo como se dijo en este diario en ocasión del lanzamiento, no es ése el punto que distingue a Ultimo bondi a Finisterre como una de sus mejores obras, sino el elemento esencial, que es la música. La pequeña novia del carioca, Gualicho, Scaramanzia son canciones que, como en la lista de Racing, merecen unlugar junto a clásicos como La bestia pop y hasta Ji ji ji. Y es probable que finalmente se lo ganen: quizá por eso, en la revancha del sábado, cuando pareció que el exorcismo practicado sobre la cancha de la Academia hacía efecto sobre el escenario, el Indio, Skay y compañía pudieron recuperar el buen humor. Como en otras veladas gloriosas, las bandas informaban que no tienen intención de terminar el viaje.
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