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NAVIDEÑA
Por Antonio Dal Masetto

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t.gif (862 bytes) Hoy voy a presentarles tres personajes de esta ciudad. El primer personaje es una osa. Una osa muy hacendosa. Vive en una casa grande con jardín. Su mayor pasión es limpiar, lustrar, mantener todo ordenado y brillante. Cada mañana se levanta, se pone el delantal y los guantes de látex y se dedica con entusiasmo a esa tarea. Es feliz plumereando y pasando la franela. Pero hay una sombra en su vida. La osa vive sola. Cada día ordena lo ya ordenado. Limpia lo limpio. Hace todo eso para nadie. No hay nadie que le ensucie la casa. La osa está triste.
El segundo personaje es un oso. Un oso goloso. Se vuelve loco por la miel, el dulce de leche y cualquier otro dulce. Tiene un olfato extraordinario y puede detectarlos a mucha distancia. Uno de sus placeres es vagabundear por la ciudad con los ojos entrecerrados y el hocico en alto siguien-do las pistas aéreas que lo lleven hasta los dulces. Vive metiendo la trompa dentro de frascos y tarros y anda siempre enchastrado y rodeado por una nube de moscas. Al principio los vecinos del barrio donde vive lo consideraban un oso simpático, pero después empezaron a acusarlo de sucio y le hicieron el vacío. Ahora lo esquivan, no lo saludan, cambian de vereda cuando lo ven venir. El oso está triste.
El tercer personaje es un zorro. Un zorro bromista. Es astuto y escurridizo. Solía meterse en los almacenes y en los mercaditos y cambiaba los rótulos de los envases. De manera que, a la hora de cocinar, las amas de casa se encontraban con sorpresas. Por ejemplo, una señora estaba preparando un tuco para los fideos, abría una lata y al volcar el contenido en la cacerola lo que salía no eran tomates sino choclo desgranado. Otra señora estaba por servir un postre de duraznos en almíbar y de la lata salían corazones de alcahucil. Es una diversión simpática y barata y en un tiempo la gente se reía con el zorro, pero últimamente todo el mundo ha perdido el sentido del humor y los almaceneros lo declararon persona no grata, a tal punto que en los almacenes y mercaditos aparecieron carteles que dicen: Señor zorro, ni se le ocurra arrimarse por acá porque la próxima vez le prendemos fuego a la cola. El zorro está triste.
En Nochebuena, un poco antes de las doce, coinciden en la misma plaza la osa hacendosa, el oso goloso y el zorro bromista. Están sentados en diferentes bancos, pero cerca uno de otro. No hay nadie más en las cercanías y es casi inevitable que inicien una conversación. Por turno cuentan sus desventuras.
–Estoy tan triste y tan sola, si al menos pudiese limpiar y ordenar para alguien –suspira la osa hacendosa.
–Estoy tan aburrido, si al menos pudiese hacer una sola broma sin que nadie me persiga –suspira el zorro.
–Estoy tan deprimido, si al menos pudiese meter el hocico en un pote de dulce de leche sin tener que sentirme humillado –suspira el oso.
Se miran pensativos.
–Tal vez podamos hacer algo el uno por el otro –dice la osa.
–¿Como qué, señora osa? –pregunta el oso.
–Yo tengo una casa grande y me gustaría compartirla. Está siempre demasiado limpia, necesitaría alguien que la ensucie –dice la osa.
–Si solamente se trata de eso, podríamos conversar –dice el oso–. Estoy enteramente a su disposición para lo que ordene.
–Y usted –dice la osa dirigiéndose al zorro–, podría encargarse de ir todos los días hasta el almacén y traer las provisiones.
–Eureka –dice el zorro–. Los almaceneros no podrán decirme nada porque iría de compras como cualquier vecino y en el camino de regreso a casa podría cambiar todas las etiquetas de los envases y después nos divertiríamos mucho cuando en la cocina usted abra los tarros equivocados y se encuentre con un chasco.
–Eureka doble –dice el oso–. Con las etiquetas cambiadas yo podría volver a ejercitar mi extraordinario olfato para adivinar cuáles son los tarros de miel y de dulce de leche y cuando los encuentre voy a poder ensuciarme bien ensuciado sin que nadie me ande molestando y lo mejor de todo será que la señora osa se pondrá contenta –dice el oso.
–Y yo –dice la osa–, cada noche, antes de ir a dormir, te voy a bañar todo enterito con champú para bebés, con mucha espumita, y después te voy a secar y a frotar con la toalla grande y te voy a cepillar el pelo y te voy a perfumar.
–Si hay una verdad verdadera es que tres cabezas piensan mejor que una –dice el zorro–. Vamos todos para su casa.
–A vos también te voy a bañar, a perfumar y a frotar bien con la toalla grande, zorrito juguetón –dice la osa.
Se levantan y se van juntos tomados de las manos.
Feliz Navidad señora osa. Feliz Navidad señor oso. Feliz Navidad señor zorro.

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