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OPINION
Córdoba y el país
Por Luis Alberto Quevedo *

Cualquiera sea la buena interpretación de la elección de Córdoba, lo cierto es que movió, ¡otra vez! el tablero político. Hace apenas un año el triunfo de Graciela Fernández Meijide en la provincia de Buenos Aires había cambiado el panorama político, y llovieron los anuncios sobre el fin del menemismo y sobre el triunfo de la oposición en las presidenciales del ‘99. La misma interna de la Alianza
(hace algo más de un mes) fue presentada como la elección del nuevo presidente. Hoy, todo esto parece ubicarse en el siglo XIX. En la Argentina y en el mundo, no sólo la política ha cambiado sus lenguajes y su forma de producir legitimidad por la acción de los medios, sino que, además, se ha acelerado y todos los hechos están llamados a desaparecer antes de producir todos los efectos que de ellos se espera.
La pregunta más relevante es si podemos transferir los resultados de Córdoba al panorama político nacional. A favor del “sí”, podemos decir que Córdoba es una provincia demasiado importante como para decir que no es un dato significativo para el futuro del país: la UCR gobierna desde 1983 y por lo tanto allí se está jugando algo de la credibilidad en la Alianza. A favor del “no”, podemos afirmar que, paradójicamente, entre las claves del triunfo de De la Sota estuvo su estrategia explícita de llevar adelante una campaña provincial, despegándose incluso del PJ y más aún de su alianza con el liberalismo cordobés, en la persona de Kammerath. Durante la campaña se presentó como un candidato que se destacaba por su agresivo programa de reducción de impuestos provinciales y de inversión en aquellos sectores más castigados por los ajustes menemistas: el empleo, la educación, y la salud, y casi nada por su vinculación con la política económica nacional.
Pero, ¿dónde está el dato nuevo que trae Córdoba al país? A la Alianza, le recuerda que en política nunca está dicha la última palabra, ni a nivel provincial ni a nivel nacional. Y si De la Rúa quiere ganar en el ‘99, deberá hacerlo a partir de una política que demuestre realmente ser una alternativa al modelo menemista. Hace muchos años que en las elecciones de cargos ejecutivos la gente no quiere correr riesgos y mide a los candidatos por su capacidad de gestionar bien la economía y no por sus etiquetas partidarias. Y para el PJ, la novedad otra vez la trajo Menem. El sigue siendo su máximo referente político, y les recordó a todos los que aspiran a ser candidatos en el ‘99 que no pueden prescindir de su figura. En este sentido, Duhalde también deberá aprender la lección de Córdoba: dentro del PJ, si no puedes derrotar a Menem, deberás unirte a él.
* Sociólogo. Secretario académico de FLACSO.

 

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