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Por Pablo Ferreira Con la zanahoria del veto en una mano y el látigo de la promulgación de la ley de tarjetas de crédito en la otra, el Gobierno encaró ayer una ofensiva negociadora para que los banqueros bajen las tasas de interés que cobran a los usuarios y los aranceles al comercio. No es algo casual en una etapa preelectoral. Pese al fuerte lobby del establishment financiero para que se vete la nueva norma, posición que avala Roque Fernández, el menemismo no quiere quedar en offside con nada menos que 300 mil comerciantes y casi 8 millones de usuarios de dinero plástico. Así, se busca instrumentar mecanismos, como el cobro ejecutivo de los resúmenes, para bajar los costos bancarios. De lograrse, la ley razonan en el Ejecutivo dejaría de ser un problema. Hoy empezarán las reuniones técnicas para acercar a las partes. La alternativa de hierro planteada obligó al presidente Carlos Menem a instruir al jefe de Gabinete, Jorge Rodríguez, para que oficie de rápido mediador entre los bandos en pugna. Pero no se escatimarán presiones. Si la solución viene antes de la promulgación, mejor, si no, que se promulgue, amenazó ayer ante Página/12 el secretario de Control Estratégico de la Jefatura, Miguel Solé. En ese contexto, no llama la atención que el Parlamento haya demorado el envío al Ejecutivo del texto sancionado. De hacerlo, pondría en marcha el plazo de diez días hábiles disponibles para resolver sobre su veto o promulgación. Lo cierto es que ayer los banqueros reconocieron abiertamente que las tasas de interés tienen niveles irracionales. Y asumieron, además, su mea culpa ante ese fenómeno que alimentaron con una diseminación de plásticos sin tomar las mínimas precauciones crediticias. El sinceramiento ocurrió en una reunión presidida por el jefe de Gabinete, donde estuvieron presentes los representantes de las dos entidades bancarias próximas a fusionarse, ADEBA y ABRA. Del otro lado del mostrador estuvo Jorge Di Fiori, titular de la Cámara Argentina de Comercio, que agrupa a los supermercados y grandes cadenas. En tanto, los comercios medianos y pequeños, los más perjudicados por el actual régimen de tarjetas, se hicieron oír a través de Raúl Lamacchia y Osvaldo Cornide, presidentes de la Coordinadora de Actividades Mercantiles Empresaria (CAME) y de la Federación de Comercio de Buenos Aires, respectivamente. El problema es real y aunque no me gusta la regulación, menos me gustan las tasas y aranceles que deben pagarse, admitió Solé sin una sombra de duda. Por eso, aseguró el funcionario, ofrecimos encontrar soluciones que permitan una baja de los costos bancarios. A nadie le conviene semejantes tasas de interés, resaltó Solé aludiendo a los niveles que transparentaron los rankings que viene editando la Secretaría de Comercio. Los mismos evidencian niveles promedio del 50 por ciento de interés anual. La idea que maneja Rodríguez y algunos funcionarios de Economía es implementar medidas estructurales que resuelvan el problema del riesgo que lleva a que los bancos cobren altas tasas de interés. Uno de los instrumentos bajo análisis es la habilitación de la vía ejecutiva y la penal, que permitiría reducir los riesgos de cobro de los resúmenes de los plásticos. La propuesta había sido incluida a pedido de los banqueros en el proyecto original de la conflictiva ley, pero fue eliminada por los legisladores. Ahora los comerciantes no tendrían problema en aceptar esa cláusula. Lamacchia precisó que estamos de acuerdo en que hay que facilitar y agilizar la vía ejecutiva. Hoy mismo comenzarán las rondas técnicas, con participación de todos los protagonistas y el trasfondo de millones de usuarios disconformes. Estarán presentes, entre otros, Carola Pessino, secretaria de Equidad Fiscal, representantes del comercio y el propio Solé.
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