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Por Martin Kettle desde Washington Monica Lewinsky dominó la crisis de la presidencia de Bill Clinton a lo largo de este año, y ahora está posicionada para convertirse en la bomba de tiempo activada de los dramas de 1999. La ex pasante de la Casa Blanca, cuyas conversaciones telefónicas grabadas sobre su relación con Clinton gatillaron los acontecimientos que terminaron en el impeachment del presidente, dará en las próximas semanas entrevistas de televisión que con toda seguridad tendrán un efecto en el espectáculo que está por empezar en Washington. Lewinsky ha firmado contratos para conceder dos largas entrevistas en año nuevo. Probablemente, los reportajes serán televisados antes de que el Senado empiece a procesar a Clinton, para lo cual los procedimientos preliminares empezarán cuando el Congreso vuelva a entrar en sesión, el 6 de enero. El proceso en sí puede empezar más de un mes después. Las dos entrevistas, con Barbara Walters en la red ABC y Jon Snow del Canal 4 de Gran Bretaña, tendrán lugar en Los Angeles durante las fiestas, aunque no se han fijado fechas para las entrevistas y su difusión. Las entrevistas se transmitirán simultáneamente a ambos lados del Atlántico, y es probable que la fecha de su difusión se determine en función de la programación de ABC y del momento en que empiece el proceso en el Senado. La perspectiva de Lewinsky dando su versión de la relación que tuvo con Clinton en declaraciones ante el proceso del Senado horroriza a todas las partes en Washington. La posibilidad de que Lewinsky deba comparecer varios días en las solemnes instalaciones del Senado dando detalles de cuándo, dónde y cómo Clinton tocó distintas partes de su cuerpo es un incentivo poderoso para evitar el desarrollo pleno del proceso. Pero es probable que las entrevistas se difundan más allá de lo que ocurra con el proceso. Lo que Lewinsky diga inevitablemente va a centrar la atención de los medios en todo el mundo, afectará la discusión sobre la culpa o la inocencia de Clinton e influirá los cálculos sobre el proceso del Senado. Las partes de las entrevistas de Lewinsky que van a pesar política y legalmente serán las que se relacionen a las preguntas que están en el centro de las acusaciones del impeachment: si Clinton le pidió mentir sobre su relación y si trató de ganarse su cooperación consiguiéndole un trabajo. Lewinsky negó ambos cargos al ser interrogada por los investigadores del fiscal independiente Kenneth Starr y en sus respuestas a las preguntas de los miembros del Gran Jurado federal que investigó a Clinton, de modo que los abogados de ambos lados van a estar observando en qué dirección se inclina en sus últimas descripciones de los hechos que están en el centro del caso. Aparte de su aparición frente al Gran Jurado en julio, una transcripción de la cual se incluyó en el material enviado por Starr al Congreso junto con su propio informe en setiembre, Lewinsky nunca ha hablado públicamente sobre su relación con Clinton. Ella se fue de Washington algunas semanas atrás y pasó el otoño con su madre en Nueva York. Recientemente se ha mudado a Los Angeles, donde creció y donde todavía vive su padre. Actualmente, está trabajando en un libro donde cuenta sus experiencias, y se está preparando para las entrevistas. Por más duramente que Lewinsky trate de ocultarse, su figura alcanza una estatura de icono en todo el mundo. La semana pasada, el Parlamento ruso debatió una propuesta para pedirle que usara su influencia con Clinton para que terminara el bombardeo de Irak. Mientras tanto, en Irak mismo, un funcionario bautizó el ataque aéreo como Operación Mónica.
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