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Panorama Politico
Fragmentos

Por J. M. Pasquini Durán

La Navidad “es una idea de profundo vigor cultural que nos muestra los valores centrales de la vida y los gestos que le dan sentido: cooperación y solidaridad, mano tendida y gesto fraterno; el reconocimiento del prójimo”. Son palabras rubricadas por el presidente de la Nación en su mensaje ritual del 24 de diciembre. En una realidad como la actual, que se presenta en múltiples fragmentos como un caleidoscopio de movimiento continuo, no hay más remedio que asociar las palabras con los hechos para entender el sentido de lo que se dice. Para combinar actos y discursos, nada mejor que una referencia concreta de estos días: el Instituto de Oncología Angel Roffo, el primero en América latina y único en el país de su género, está en riesgo de clausura.
Acreedor por más de dos millones de pesos, debido a cuentas impagas del PAMI y de obras sociales sindicales, está siendo estrangulado por la indiferencia de sus deudores, de la Universidad de la que depende y del Estado subsumido en la ley del mercado. Si la Navidad encuentra allí el sentido que menciona el mensaje presidencial se debe nada más que a la epopeya solidaria de su propia comunidad: médicos, trabajadores y enfermos. Mientras tanto, el gobierno nacional dispuso del dinero de los contribuyentes para otorgar más de cincuenta millones de pesos a la obra social de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) de Lorenzo Miguel, uno de los deudores del Roffo, y cuatro millones y medio por año a la UPCN. Armando Cavalieri, el mercantil, ya se presentó a reclamar más de veinte millones de pesos. Todas las opiniones, menos la oficial, creen que esos subsidios están relacionados con las disputas internas por el control del partido de gobierno.
A propósito de la “mano tendida” y el “reconocimiento del prójimo”, ¿alguien sabe a qué menesteres se aplica el ministro Alberto José Mazza, de Salud y Acción Social? En los últimos dos años, el presupuesto nacional destinó más de 10.000 millones de pesos a salud y a promoción y asistencia social, menos de la mitad de lo que se pagó por la deuda externa en el mismo plazo. De acuerdo con la sinopsis estadística 1998 del INDEC, cuyos últimos datos sobre salud son de 1995/96, el sector oficial controla 84.094 camas en establecimientos asistenciales, las obras sociales 4403 y los privados 67.243, en un país con peligros de muerte por enfermedades que parecían superadas (sarampión, chagas, paludismo y otras) para siempre. Con un ministro invisible, un presupuesto insuficiente (¿o ineficiente?) y un cuadro hospitalario que camina entre la escasez y la impotencia, ¿cómo suenan las siguientes palabras del mensaje navideño?: “Y digamos bien fuerte aquello que nos enseña la memoria genética de nuestra nación, ¡Al gran pueblo argentino, salud!”.
Puede ser que estos temas no sean apropiados para mencionar entre fiestas que, al fin y al cabo, son comercializadas para olvidar y no para recordar. ¿O, por el contrario, puede y debe haber en la conciencia de cada festejante un pensamiento para los débiles, los enfermos, los desvalidos? Los que prefieren evitar la acidez de los recuerdos ingratos siguen aplicando el método del príncipe Potemkin. “Durante el reinado de Catalina la Grande (1729/96), su favorito, el príncipe Potemkin, tuvo la brillante idea de construir fachadas palaciegas portátiles a fin de colocarlas al paso de la emperatriz en sus giras por las miserables aldeas de Rusia. Una vez cumplido el trayecto imperial, las fachadas eran trasladadas a la siguiente aldea prevista para una visita de la reina”, recordó Carlos Fuentes hace un par de meses. Catalina no fue la única en dejarse engañar. Cuando Polonia fue desmembrada y dejó de existir como Estado, el sultán turco, que no aceptaba la repartición hecha por Rusia, Austria y Prusia, en cada recepción anual de los embajadores extranjeros preguntaba: “¿Dónde está el embajador de Polonia?”. Y cada año, el canciller respondía: “No pudo llegar todavía”.
La realidad convertida en caleidoscopio histérico, con fragmentos que forman todo el tiempo imágenes diversas, muchas veces incoherentes, cumple las funciones del príncipe Potemkin o de aquel canciller turco. Así, uno puede ignorar la Carpa Blanca y elegir otra fachada más placentera o aceptar que la respuesta que se merecen “no pudo llegar todavía”. En esa línea de opciones a la carta, habrá quien piense que el total de la inversión interna bruta fija aumentó 22 por ciento en el primer trimestre de 1998 comparando con el mismo período de 1997, mientras otros podrán comprobar que el consumo por habitante de huevos, leche y carne vacuna fue en 1997 menor que en 1992 y la tendencia sigue para abajo. Unos celebrarán que el índice de precios al consumidor en el Gran Buenos Aires, con base 100 en 1988, era de 0,3 en 1997; otros, entre tanto, se preguntarán por qué tres de cada diez pobladores del mismo Gran Buenos Aires (dato oficial) viven por debajo de la línea de pobreza.
Mirar los hechos con los ojos de la mosca, que abarca 360 grados pero en un cuadriculado que no permite reunir la imagen de una porción con otra, facilita toda clase de manipulación política. Muchos saben que el actual gobierno mantiene relaciones de adhesión privilegiada con el Vaticano, a tal punto que en las semanas pasadas el servicio de prensa del embajador Caselli ante el Papa dejó trascender que un beato lasalleano será santificado en el segundo semestre del próximo año, en plena campaña electoral argentina, gracias a los buenos oficios de ese diplomático. El mismo servicio olvidó anotar que la diplomacia argentina respaldó el último ataque de Estados Unidos y Gran Bretaña contra Irak, aunque Juan Pablo II y el cardenal Sodano, secretario de Estado del Vaticano, lo calificaron como “una inútil masacre”. El más fuerte, razonó el Pontífice, no puede usar la ley sólo cuando mejor responde a sus intereses particulares.
Del mismo modo, aquí llegó la noticia de la destitución de uno de los principales colaboradores de Tony Blair porque fue sorprendido con un crédito no declarado de 500 mil dólares, mientras María Julia Alsogaray, cuyas inversiones millonarias están bajo investigación judicial, sigue gozando de los favores presidenciales, a la espera de que los tribunales, sospechados de parcialidad manifiesta, le otorguen el mismo sobreseimiento que consiguió el radical Eduardo Angeloz en Córdoba en su respectivo juicio por enriquecimiento ilícito. Son pequeños fragmentos de un torrente noticioso, pero cuando se los reúne ensamblan como las piezas de un rompecabezas: componen una imagen única pero, al mismo tiempo, resaltan las diferencias en los detalles.
Es un ejercicio contagioso esto de fragmentar para ignorar. En los habituales brindis de estos días, en ámbitos de la oposición se han escuchado voces importantes que afirmaban: “Las derrotas no duelen”. Peor todavía, con la misma negación del sultán turco, hay opositores que preguntan: “¿Cuál derrota?”. Si uno mira la elección cordobesa como una pieza suelta del puzzle político, puede decir que toda la culpa es de Ramón Mestre, que buenas culpas tuvo para lograr que se quebrara la tradicional adhesión mayoritaria a la UCR en esa provincia. Si el recorte es la interna oficialista, también cualquiera puede concluir que es una victoria de Menem, pero si uno mira sólo el discurso del ganador podría asegurar que se han impuesto las ideas contrarias al “modelo” menemista, ya que mientras el equipo económico nacional –y Mestre– aumentaron los impuestos al consumo, José Manuel de la Sota prometió rebajarlos en 30 por ciento.
Con tantas fachadas a la vista, más de una vez los ciudadanos son despistados por los decorados de Potemkin o pueden creer que la prosperidad ausente, como aquel embajador polaco, “no pudo llegar todavía”. Ya que la Nochebuena y Navidad son parte de la teología cristiana, podría buscarse una orientación en las sentencias papales deesta semana para juntar los pedazos de la realidad y encontrar un sentido de futuro. Una de ellas, de escasa o nula difusión en Argentina, especificó que en el mundo actual “los pueblos y las naciones tienen el derecho a participar de las decisiones que a menudo modifican profundamente su modo de vivir”. La ilusión de ese derecho, apenas un augurio hasta que se vuelva de práctica corriente, vale la pena de toda esperanza. Y la esperanza es lo mejor que se puede compartir en estos días.

 

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