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Si la NBA no se arregla el 7 de enero, no juega

El comisionado David Stern lanzó el ultimátum, pero el sindicato de jugadores cree que todo se va a arreglar. Tres estrellas se van a Europa.

Michael Jordan encestando, una escena que se extraña.
Van 178 días de lock-out, y ya hay una fecha límite.

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Por Pablo de Jesús desde Los Angeles

t.gif (67 bytes) La NBA se vanagloriaba de ser la única liga profesional deportiva de importancia en Estados Unidos que nunca había perdido un juego debido a un paro patronal, pero a partir de ahora tendrá que inscribir a 1998 como el año en que la todopoderosa organización faltó a la cita con la historia y los aficionados. Tras 178 días de lock-out, el comisionado David Stern dio ayer un ultimátum: si el 7 de enero no se llegó a un acuerdo entre jugadores y dueños, recomendará la cancelación definitiva de la temporada 1998/99.
El conflicto se ramifica, porque tres jugadores –Nick Van Exel, de los Denver Nuggets; Marcus Gamby, de los Knicks, y Reggie Slater, de los Toronto Raptors– presentaron una demanda en Houston para que se les permita jugar en Europa mientras dura el lock-out.
No es esta la primera vez que los diferendos financieros estremecen a la Asociación Profesional de Básquetbol de Estados Unidos, pues en el verano de 1995 se produjo un cierre patronal que duró tres meses y en 1996 hubo otro que apenas duró un par de horas.
En esta oportunidad los basquetbolistas han presentado un frente más homogéneo ante la intransigencia de los 29 dueños de franquicias y, con el aderezo de los intermediarios o agentes de los jugadores, la cuestión ha tomado un rumbo imprevisto y sin solución aparente.
Desde la medianoche del 30 de junio –cuando expiró el acuerdo laboral vigente desde 1996– hasta la fecha, ambos bandos han tenido incontables encuentros públicos y secretos y, como los matrimonios de conveniencia, unas veces se arrullan como tórtolos y otras sacan a la luz los trapos sucios. El diferendo principal gira en torno al porcentaje de las ganancias que será destinado a los salarios. Mientras los dueños abogan por incluir en el nuevo convenio un tope salarial inflexible, los jugadores reclaman lo contrario y sobre todo que se mantenga la famosa “cláusula Larry Bird”.
Esta última regla permite a los equipos exceder el tope salarial para retener a sus propios agentes y les sirvió a los Chicago Bulls para pagarle a Michael Jordan más de 33 millones de dólares la pasada temporada, pese a que el tope en el convenio vigente había sido establecido en 26,9 millones. El acuerdo anterior debía expirar en el 2002, pero los propietarios hicieron opción de la cláusula que les permitía revisarlo cada año si la cifra designada a pagar los salarios de los jugadores excedía del 51,8 por ciento del ingreso obtenido en cada temporada.
Según los dueños, la situación se estaba yendo de control y ya debían dedicar al pago de salarios el 57 por ciento de las recaudaciones, un total de 950 millones de dólares. Poco a poco la cifra del diferendo ha ido cambiando y los dueños habían aumentado el 48 por ciento inicial que ofrecieron hasta un 52, mientras los jugadores bajaron del 58 al 56,5 por ciento.
Al menos ya hay acuerdos bases sobre otros tópicos en disputa, como la escala salarial de los novatos, la realización de pruebas antidoping para la detección de marihuana –droga habitualmente usada por los atletas estadounidenses– y la conducta de los jugadores dentro y fuera de las canchas. El primer golpe fuerte se lo anotaron los propietarios, quienes ganaron ante la corte el derecho a no pagar los salarios de sus empleadosdeportistas mientras durara el paro ni a aceptar un mediador independiente en el conflicto, como exigía el Sindicato de Jugadores.
Stern y su lugarteniente Russ Granik han hecho lo imposible por buscar fórmulas de consenso y con más paciencia que diplomacia han enfrentado la tozudez del camaleónico Billy Hunter, representante del Sindicato de Jugadores, y del presidente de esa organización, el pivot de origen jamaiquino Pat Ewing, de los Knicks de Nueva York. La primera consecuenciade este lock-out fue el boicot de las estrellas de la NBA al mundial de básquetbol realizado en julio en Grecia.
Otros “tragos amargos” del problema han sido la cancelación del Juego de las Estrellas –que dejó pérdidas millonarias a Filadelfia, sede del mismo– y la cancelación de los contratos comerciales de muchos jugadores que sacaban jugosos dividendos de su imagen. Aunque no se ha anunciado todavía una fecha tope para cancelar la temporada, que debía haber empezado el 6 de noviembre, es casi imposible que se pueda comenzar después del 1º de febrero. De llegar un acuerdo inmediato, los equipos necesitarían al menos cuatro semanas para firmar a los agentes libres y los jugadores otras dos para alcanzar la forma competitiva.

 

Optimismo en los jugadores

Distintas opiniones arrojó la última reunión entre los propietarios de la NBA y el sindicato de jugadores, ya que un portavoz de la Liga admitió que “no hubo avances” en el conflicto, en tanto que representantes del sindicato creen que se llegaría a un acuerdo en el próximo fin de semana. La reunión se desarrolló ayer entre David Stern y Billy Hunter en las oficinas del agente del pivote Shaquille O’Neal (Los Angeles Lakers), Leonard Amato, en Los Angeles. Tras el encuentro, Brian McIntyre, portavoz de la NBA, confirmó la reunión entre los líderes de ambas partes, pero indicó que no se progresó en cuanto a una solución al lock-out.
“No hubo avances y lo único positivo fue que se reunieron y que se podrían producir nuevas negociaciones durante el fin de semana”, confirmó McIntyre. No obstante, la otra parte de la negociación le dijo a una cadena deportiva estadounidense que Stern y Hunter podrían llegar a un acuerdo este fin de semana y la propuesta podría ser presentada a votación por el sindicato. Stern, máximo dirigente de la NBA, había anunciado horas antes de la reunión que se estableció como fecha definitiva para la cancelación de la temporada el 7 de enero.

 

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