Por Ariel Greco desde Mar del Plata
Andrea González
está viviendo un sueño. Para coronar una temporada fantástica, que incluyó 21 medallas
entre el Mundial y los Juegos Odesur, se llevó el Olimpia de Oro al mejor deportista
argentino. Tras vivir una Navidad diferente, en la tranquilidad de la casa de su novio en
Mar del Plata, Andrea recibió a Página/12 y le contó sus emociones por el lauro.
Los Olimpia fueron lo mejor que me pasó. Nunca pensé que podía llegar tan alto y
jamás se me cruzó por la mente conseguir un Olimpia. Por eso cuando escuché mi nombre
por primera vez me agarraron cosquillitas en el cuerpo y eso que era el de Plata. Cuando
me dieron el de Oro parecía una momia, no reaccionaba, me quedé quieta en el escenario
como una hora después y no me daba cuenta de que tenía los dos premios. Me los traje a
Buenos Aires, ayer en Navidad brindamos con mis Olimpia en la mesa, los sigo mirando y
todavía no lo puedo creer. Me llaman por teléfono y por ahí me quedo colgada tocando
las estatuillas sin prestar atención a lo que me están diciendo. Quiero disfrutarlos,
pero aún no caí. Me pasa lo mismo con las medallas del Mundial y de los Odesur. Es
sueño, estoy segura de que van a pasar los años y no voy a poder creer que soy Olimpia
de Oro.
El de Plata era previsible, ¿pero se le cruzó por la mente que se podía llevar el
de Oro?
Yo sabía que iba a ser muy difícil, porque me tocó una pelea muy dura. Estaba un
ídolo como Batistuta, que es uno de los mejores, Meolans y varios más. Yo sinceramente
pensaba que se lo iba a llevar Bati.
¿Qué le resultó más emocionante, ganar el Olimpia de Oro o escuchar el himno en
un podio mundialista?
Las dos cosas son lindas, pero no puedo distinguir qué fue más emocionante. Porque
para que te reconozcan con un premio, primero tenés que ganártelo en la pista. De lo que
sí estoy segura es de que en el 98 me pasaron los mejores momentos de mi vida.
Espero que el que viene sea tan bueno como éste, aunque para eso hay que seguir luchando.
Siempre comenta que uno de sus próximos objetivos son los Panamericanos de Winnipeg
del año que viene. ¿Se imagina siendo la abanderada de la delegación argentina?
Ojalá que se dé, aunque ya sería empezar el año con una alegría inmensa de
nuevo.
¿Y en lo deportivo?
Para esos Panamericanos sé que tengo que entrenar muy duro, porque quiero volver a
subir al podio. Estoy convencida de que por más que te entreguen un premio no hay que
bajar los brazos y decir listo, tengo todo lo que quiero. Para nada. Todavía
soy muy joven y puedo seguir luchando.
¿Cómo lleva una mujer un deporte tan duro para el físico?
Si vos querés destacarte, tenés que soportar todo. Sean golpes, caídas, trampas
que hagan en las carreras o lo que fuese porque la fama cuesta. A veces me miro y digo
uy, tengo hombros regrandes, las piernas musculosas, la cola, pero este
deporte es así y a mí el cuerpo que tengo me gusta. Y los golpes los tomo como cosas de
la naturaleza. A veces venís corriendo muy bien, pero la de adelante se cae y te hace
rodar a vos. Son riesgos.
¿Hay mala intención?
Tanto a nivel nacional como mundial todos se matan por ganar y todos ponen su
granito de arena, su fuerza, su voluntad y a veces también ponen algunas trampas. Te
empujan, te toman de la cintura, te tiran para atrás, pero para soportarlo hay que estar
bien preparada.
¿Se puede entrenar contra eso?
Sí, por eso hago pesas y me entreno con mi novio Javier y con Martín Gómez. A mí
me cuesta seguir el ritmo de ellos porque tienen más fuerza pero intento que no me saquen
mucha ventaja. Ya tratando de seguirles elritmo a mí me sirve para después correr con
las mujeres. A veces practicamos haciendo series y tanto Javier como Martín me tocan con
los hombros, me mueven para que yo tenga que ponerme firme. Por eso después cuando me
pega una chica o me empujan no lo siento tanto el golpe como mis compañeras.
Del arte a la velocidad
Por A.G.
A pesar de haber empezado a patinar a los siete años
imitando a su hermana mayor, Andrea González recién comenzó a competir en pista tres
años después. Por más que ella ya le fascinaba la velocidad, sus primeras armas fueron
en el patín artístico, pese a que hoy señala que esa disciplina no era para ella.
Mi tía me llevó al club Italiano de José C. Paz, y así me enganché. Querían
que hiciera artístico, pero eso de dar vueltitas o bailar con la pollerita no era para
mí. Yo iba de una punta a la otra de la calle lo más rápido que podía, asegura.
Me peleaba muy seguido con el profesor porque iba a toda velocidad y siempre corría
el riesgo de tirar a alguna de las chicas de artístico. Así me decidí a seguir en
patín carrera.
Además de la satisfacción que le producía patinar, reconoce que el deporte también era
el mejor tranquilizante de su infancia. Cuando estaba nerviosa el patín me
relajaba, lo mismo cuando mi mamá me retaba. Cuando era chica sentía que todos los
problemas desaparecían cuando empezaba a patinar.
Sin notas no hay sponsors
Por A.G.
Junto con las medallas y los premios, a Andrea González le
llueven pedidos de entrevistas que su novio Javier McCargo, integrante del equipo
argentino de patín, se encarga de agendar. González atiende cada una de las solicitudes
a pesar de su timidez, por la necesidad de conseguir auspiciantes para poder mantenerse en
ese nivel. El reconocimiento es algo muy bonito, pese a que les tengo mucho miedo a
los periodistas y a los micrófonos, que trato de superar. Creo que el miedo se me tiene
que ir con la práctica y porque el periodismo me ayudó mucho. Las notas las tenés que
dar porque si no nadie te conoce y los sponsors nunca aparecen. |
OPINION
¿Se parecen Andrea y Bati?
Por Diego Bonadeo |
Aunque
sea cierto que las comparaciones no son odiosas, sino simplemente comparaciones, cuando de
mezclar se trata, algunas veces se corre el riesgo de perder identidad. La historia de los
premios Olimpia, que anualmente entrega el Círculo de Periodistas Deportivos, y de los
que en ciertas oportunidades uno fue partícipe aún bajo protesta por ciertas
metodologías, tiene un más que antojadizo eslabonamiento de nombres, apellidos y
actividades.
Desde siempre, resultó incomprensible que en el mismo deporte se ternaran
amontonados arqueros con jugadores de campo en el fútbol o velocistas con
maratonistas en atletismo. Es, por cierto, muy poco lo que tiene que ver lo que hacen unos
con lo que hacen los otros. Tanto en la preparación física, como en los entrenamientos o
en la competencia en sí.
Otros dislates aparecen a la vista cuando deportistas hiperprofesionales, ya hechos como
mujeres u hombres en la vida, deben dirimir trofeos con promisorios preadolescentes tan
preocupados por mejorar su rendimiento deportivo como por el examen de geografía o
literatura de fin de año.
Pero como el espectáculo debe continuar, siga, siga. Así pueden aparecer
peleando el Olimpia de oro una mariposista todavía no señorita, como un
motonauta-diputado con pergaminos no debidamente acreditados, pasando por un enorme
pesista o un rugbier con orejas arrepolladas.
Y aquí, independientemente de las muy diversas historias de vida extradeportiva que cada
uno trae en sus alforjas, aparecen elementos absolutamente inconciliables e incomparables
entre unos y otros en cuanto a sus respectivas actividades lúdicas.
Aceptemos aún sin aceptar que un chiquilín de secundaria llega como el mejor
en su deporte a la final-final por el Olimpia de oro, con antecedentes
parecidos a los de un maduro deportista que gana millones por año por jugar a
algo, más televisión, merchandising, ropa deportiva y demás.
Generalmente ese algo a lo que juega cada uno no se parece en nada
prácticamente a lo que juega el otro. A veces inclusive, en la terna de un mismo deporte
aparecen deportistas tan disímiles como los ya puntualizados antes en el caso del
atletismo o el fútbol.
Para qué hablar y escribir sobre el absurdo que supone evaluar el año deportivo de un
pelotari respecto de un polista o un gimnasta. O el año deportivo de Andrea González
respecto del de Batistuta. Es algo así como elegir al mejor de entre los mejores metiendo
en la misma bolsa a Enrique Cadícamo, Marta Pelloni y Miguel Angel Solá. |
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