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Por José Natanson El diputado radical Rodolfo Terragno recorrió a pedido de Página/12 los principales temas que ocupan (y preocupan) hoy a la Alianza: la derrota de Córdoba, la extensión de la coalición a todo el país, los votos de Domingo Cavallo y el perfil ideológico de una eventual gestión de Fernando de la Rúa. A continuación, sus principales definiciones. --¿Cuál es su evaluación de revés electoral de la UCR en Córdoba? --Pasó lo mismo que pasó el año pasado a nivel nacional: estamos asistiendo a los límites del ajuste. El ajuste es, por definición, una política transitoria. Cuando se prolonga, empieza a socavar las bases de cualquier gobierno. Por otro lado, cuando uno, desde el gobierno, se ve obligado a aplicar políticas duras tiene que demostrar que le duele. Y tiene que hacer todos los esfuerzos posibles por compensar a la gente en cuanto esté en condiciones de hacerlo. La compensación no es sólo la obra pública, aun cuando sea necesaria. La gente empieza a preguntarse en qué ha mejorado su vida. Cuando la respuesta es que, lejos de mejorar, ha empeorado empieza una natural rebeldía. Es interesante analizar esto: hasta hace poco se decía que lo que la gente reclamaba eran buenos administradores, que además fueran honestos. (Ramón) Mestre demostró que era estas dos cosas y, sin embargo, eso no bastó. También es necesario que la gente advierta que su sacrificio tiene premio. --¿Impactó la no constitución de la Alianza? --Sí, porque la Alianza es una expectativa de cambio. Cuando yo planteé la Alianza a nivel nacional y la mayoría de los dirigentes de mi partido dijeron que no, uno de los primeros en aceptarla fue Rubén Martí (el intendente de Córdoba). No es casual que hoy sea uno de los políticos con mejor imagen de la provincia. --¿Cuál es la posibilidad de extender la Alianza a todo el país? --Para lograrlo hay algo que tenemos que resolver: el Grupo de los Cinco es un grupo promotor. En algún momento la Alianza tiene que constituirse a nivel nacional, con sus autoridades y un procedimiento para su elección. --¿Esto no implicaría una pérdida de identidad por parte de la UCR? --Eso no va a pasar. Cuando yo asumí la presidencia del partido veníamos de salir terceros en una elección presidencial. Eso es perder la identidad. El riesgo que yo veía era que la UCR terminara como el APRA en Perú o en lo que acaban de convertirse Acción Democrática o COPEI en Venezuela: partidos que parecían eternos y que han desaparecido. El afán de mostrarse puros y no mezclarse nos estaban llevando a la extinción. Hoy un radical encabeza una fórmula con posibilidades de llegar al poder en 1999, algo inimaginable antes de la constitución de la Alianza. --¿Qué debería hacer la Alianza con Domingo Cavallo (y sus votos) antes de las elecciones del año que viene? --Tenemos que tener cuidado con que (Eduardo) Duhalde se quede con los votos de Cavallo y nosotros nos quedemos con el Plan de Convertibilidad. Me parece que hay una porción del electorado que identifica a Cavallo con una política de estabilización exitosa, que funcionó. Ese voto se mueve por los resultados, no necesariamente es ideológicamente cavallista. Entonces nosotros podemos expulsar esos votos hacia nuestros competidores, al mismo tiempo que demostramos que no vamos a comprometer la estabilidad (cosa que no vamos a hacer) e insistir con una adhesión retrospectiva a un plan de 1991. Podemos dejar el camino libre para que, por ejemplo, Cavallo diga que es el momento de la convertibilidad social. --¿Cuál es la diferencia entre Ricardo López Murphy y Cavallo? --Tienen una formación distinta, vienen de convicciones ideológicas distintas. López Murphy mamó la política, fue un militante universitario rebelde y todo estas cuestiones pesan. Por otro lado, López Murphy tiene algo que lo perjudica: hace uso de la "boutade": decir a veces algo escandaloso para sacudir y obligar a reflexionar, sobre todo cuando quiere remover algún criterio anacrónico. Esto hace que a veces exagere, lo que le ha construido una imagen de ortodoxia feroz. Pero es una persona con una calidad moral y una sensibilidad que hacen inverosímiles esas posiciones de dureza que algunos le atribuyen.
LA VISION DEL FREPASO SOBRE CORDOBA Y SOBRE Por J. N. El Frepaso terminó 1998 en una posición compleja: por primera vez en su corta historia política tiene la posibilidad cierta de pelear por un gobierno cuya máxima autoridad será un radical y no un frepasista. El diputado Darío Alessandro aceptó analizar para Página/12 esta situación hipotética y otras más reales, como la derrota del domingo pasado en las elecciones de Córdoba. --¿Cuál es su análisis de la elección de Córdoba? --Es obviamente negativo. Creo que hubo un gran cansancio de la gente, que buscó el cambio. Algunos podrán decir que es una paradoja porque ganó el peronismo. Pero me parece que el análisis de la gente es más simple: sacarse de encima lo que pueden, en este caso el gobierno provincial. El otro tema es no haber constituido la Alianza. No sólo por (Ramón) Mestre sino también del Frepaso. Lo que tenemos que analizar nosotros desde el Frepaso es por qué, salvo la Capital, Neuquén y Rosario, no somos tenidos en cuenta cuando hay que votar gobiernos en el interior del país. En el Frepaso hay una polémica en el sentido de pensar que se perdió la interna porque no se ha constituido una fuerza nacional. Para eso se necesitan referentes locales en los que la gente pueda confiar para gobernar. Esto se explica en parte por la historia del Frepaso: somos básicamente desgarramientos de otros partidos. Casi toda nuestra estructura de dirigentes se conformó no con las máximas figuras políticas de otros partidos sino con la militancia más llana. Y muchas veces, como vienen de los márgenes del espectro político y no del centro, cargan con un pasado que nosotros reivindicamos pero que la gente no considera a la hora de buscar gente para gobernar. --Si la Alianza llega al poder, ¿usted cree que el Frepaso va a servir para inclinar la política de gobierno hacia la trasformación? --Lo central es aprovechar el respaldo popular con el que se llega al poder para marcar una orientación determinada: no sólo en el sentido ético sino también en el de buscar un mayor nivel de equidad. Es cierto que en el Frepaso esta idea es mayoritaria, pero yo creo que hay una discusión transversal hacia adentro de la Alianza. --¿De qué sectores del radicalismo se ven más cerca? --Hay un sector con el que generacionalmente nos sentimos más cercanos, me refiero a (Federico) Storani, (Jesús) Rodríguez, o (Rodolfo) Terragno, con quien coincidimos mucho, sobre todo en la etapa previa a la Alianza. Con (Raúl) Alfonsín hay una buena articulación. --Por su perfil de partido tradicional, el radicalismo tiene una masa importante de dirigentes que aspiran a ocupar cargos en un futuro gobierno. Esto, sumado a que si gana la Alianza el depositario del poder real va a ser De la Rúa, puede generar intentos de hegemonización por parte de la UCR ¿qué va a hacer el Frepaso para evitarlos? --No hay que partir de esta idea. El proceso de constitución de la Alianza va a permitir una discusión acordada de quiénes son los mejores hombres para cada lugar. Hay una visión bastante consensuada para ver qué hombre es mejor para cada área. El Frepaso no tendría que ponerse en una actitud defensiva. Creo que hay que ponerse en una visión superadora. Hay que ver cómo se hace un gobierno sin hegemonía, algo nuevo en la Argentina. El hecho de que Chacho (Alvarez) sea el candidato a vice se vincula con esta necesidad. --¿El Frepaso quedó conforme con esta decisión de Alvarez? --No fue fácil. Había dos posturas. Una fue pensar que, como no va a ser un gobierno enteramente nuestro lo mejor era refugiarnos en algunos lugares, hacer buena gestión desde ahí y demostrar que el Frepaso es distinto al radicalismo. Hubiera sido muy cómodo: ser los guardianes ideológicos de la Alianza, quedarnos en los rincones del poder. Esa fue la primera visión que tuvimos... y me incluyo. Me parece que la visión que triunfó fue pensar que la Alianza es de todos. Aunque hayamos perdido, tenemos que tratar de ocupar el lugar más central posible en un futuro gobierno de la Alianza. Este camino es más difícil. Pero también, en parte, el éxito del gobierno de De la Rúa tiene que ver con que nosotros nos comprometamos de lleno. --Es una situación complicada: quedan atados al éxito o al fracaso de un gobierno cuya máxima autoridad no es un frepasista sino un radical. --Pero el país también queda atado a ese gobierno. Tiene sus riesgos, jugamos sin red, pero también es nuestro gobierno. Lo otro sería repetir, con diferente intensidad, dos experiencias del pasado: la JP cuando se fue del gobierno de (Juan Domingo) Perón, el Grupo de los Ocho cuando se fue del gobierno de (Carlos Saúl) Menem. Creo que, hasta generacionalmente, ya no hay espacios para nosotros si pretendemos ser siempre la oposición o los críticos.
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