Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


Giovanni Jannuzzi, embajador de Italia
“Aquí hacemos negocios de manera transparente”

No tiene problema en admitir que es un lobbista que defiende a su país. Dice que la corrupción se arregla con libertad de prensa y que todavía falta mucho para un Mani Pulite argentino.

na08fo01.jpg (7106 bytes)

Por Adriana Meyer

t.gif (67 bytes) “La decisión del gobierno italiano de constituirse en querellante en los juicios por desaparecidos de nuestra nacionalidad tiene un valor moral, porque esas familias que han perdido a sus hijos, nietos o maridos no deben sentirse abandonadas ni por el gobierno argentino ni por su madre patria”, aseguró a Página/12 el embajador italiano Giovanni Jannuzzi, al tiempo que se mostró respetuoso de la posición argentina que rechaza estos procesos con el argumento de que son “cosa juzgada”. El diplomático prefirió mirar hacia adelante de manera esperanzada. “Quizá las condiciones cambien en el futuro”, manifestó ante un escenario que plantee un pedido de extradición de los represores argentinos por parte de Italia.
Jannuzzi habla un castellano casi perfecto, pero el acento delata su procedencia sureña. Nació en Andria, provincia de Bari. “Mi padre era el alcalde del pueblo y arregló el acceso al castillo”, dice orgulloso mostrando una foto del lugar. Aquí se hizo hincha de Boca. En Italia es de la Lazio. Diplomático de carrera con gran experiencia política, presidió la delegación permanente de su país en la OTAN y fue uno de los negociadores del Tratado de Maastricht. Aún hoy mantiene un trato directo con el presidente Luigi Scalfaro y con el premier Massimo D’Alema. Jannuzzi cree que la Argentina todavía tiene que esperar para tener su proceso Mani Pulite y describió su receta contra la corrupción: libertad de prensa y ausencia de impunidad, además del control del dinero público por parte de las instituciones del Estado. En la casona de Billinghurst y Libertador donde tiene su sede la embajada dialogó con Página/12 delante de un auténtico café ristretto.
–¿Un embajador es un lobbista de lujo?
–De lujo no. Lobbista sí, en el buen sentido de la palabra. Un día estaba con el presidente Menem y le pregunté si estaba molesto por la historia de los radares y él me contestó: “¡Qué bueno que un embajador pelee por su país!”.
–Justamente en su último viaje a Italia el presidente Carlos Menem fue consultado por D’Alema sobre la licitación de los radares...
–(interrumpe) Creo que el primer ministro expresó al Presidente el interés que tenemos en esa licitación, el respaldo técnico que podemos dar. El Presidente le aseguró que la licitación sigue su curso natural y que habrá definiciones antes de fin de año. Tuve varios contactos con el ministro de Defensa, Jorge Domínguez, y confío en que todo se hará en forma regular y abierta. Tenemos un buen producto a un precio interesante y por eso las posibilidades son buenas.
–Menem le aseguró a D’Alema que la empresa italiana Alenia está bien posicionada. ¿Ustedes recibieron alguna señal concreta es tal sentido?
–Bueno, el presidente Menem avaló la idea de que Alenia tiene un buen producto, pero no podía ir más allá de eso. No creo que haya anticipado el resultado que corresponde a una comisión técnica. Quizás al principio hubo un problema de incomunicación. Los diarios daban la licitación ya terminada y a Alenia descalificada. Cuando nos comunicamos con el ministro Domínguez tuvimos la constancia de que no era así.
–Sin embargo la empresa hizo denuncias por presuntas irregularidades que la perjudicaban.
–La empresa recurrió a un tribunal civil para presentar un recurso de amparo. En la justicia penal quedaron las denuncias de los diputados de la oposición. Nosotros estamos afuera de eso, que son problemas internos. No queremos hacer una guerra por esto.
–¿A los inversores italianos les preocupa la inseguridad jurídica de la Argentina?
–No. A los empresarios italianos, como a todos, les preocupa si el siguiente gobierno cambiará la política. Pero respecto de la Argentina en este momento no hay preocupación ni económica ni jurídica ni política. Si hay un país en América latina y el Mercosur en el cual los empresarios confían, es la Argentina. Aquí hacemos negocios de manera muy transparente.
–¿La Argentina es tan corrupta hoy como lo era Italia hace unos años?
–Es cierto que Italia atravesó un período muy difícil en el que la corrupción de ciertos medios políticos y administrativos fue descubierta, investigada y condenada. Eso está comprobado. Creo que en la Argentina no se pasó por esa etapa. El día en que se compruebe y se condene a los corruptos, veremos. Me parece que hay que esperar que la historia se desarrolle para ver algo como un Mani Pulite. Pero cuando un país tiene libertad de prensa, el problema está casi resuelto.
–¿Cómo fue el Mani Pulite en su país?
–Cuando la oposición pasó a formar parte del gobierno no hubo un control político real de las grandes obras públicas y el sistema de partidos necesitaba muchísimo dinero. Así se hizo la costumbre de que esas obras debían financiarlos. Tras la caída del muro de Berlín los partidos tradicionales empezaron a perder electores. Los jueces comenzaron a investigar en Milán, la gente empezó a hablar, las fiscalías trabajaron duro, cambió la ley electoral... Fue un proceso muy largo y serio que limpió la clase política que sin duda hoy está menos condicionada por el dinero. El juego político volvió a ser normal, con más ideas.
–¿El ciudadano italiano cree en su justicia? ¿El proceso de “moralización” incluyó gente presa?
–Sí, por supuesto. Pero ahora hay una reacción porque la acción de la justicia afectó la actividad económica. El ejemplo está en el sector de la construcción, en donde había una coima casi natural que se distribuía a los partidos. Durante cinco años se paró ese sector. La gente siente que los fiscales hicieron el trabajo que les correspondía, y pide que ahora paren un poco. Hay algo de cansancio, pero no contra la justicia sino contra los efectos económicos de la investigación continua.
–¿Es el efecto “pos mani pulite”?
–Sí, algo así. En el período de Mani Pulite se veía todos los días a un político preso. (Bettino) Craxi se fue a Túnez, los grandes administradores de las empresas públicas fueron a la cárcel, otros se suicidaron. Todo eso creó un clima de inseguridad y ahora la gente quiere una república normal. Pero se sigue defendiendo la independencia de la justicia. Eso está escrito en la Constitución italiana y no se toca.
–¿Cómo se puede evitar en la práctica que un funcionario pida coimas o que un empresario acepte pagarlas o las ofrezca?
–El funcionario debe manejarse por su propia integridad moral y no puede comprometerla corrompiéndose, pero debe saber que si lo hace tarde o temprano no habrá impunidad.
–El gobierno argentino no colabora con la justicia de su país en los juicios por desaparecidos italianos con el argumento de que esto es cosa juzgada. Sin embargo, el Estado italiano se constituyó como querellante. ¿Podría plantearse un conflicto en el futuro?
–El gobierno argentino tiene su legítima posición sobre la territorialidad y la soberanía de la justicia. Pero el código penal italiano establece que si un crimen fue cometido en el exterior contra un ciudadano italiano se debe abrir un proceso judicial. Una vez iniciado, el gobierno resolvió convertirse en parte civil y fue una decisión de valor moral mucho más que jurídico o político. Significa que el gobierno italiano comparte la acción de las familias italianas sobre sus parientes y las respalda. Sobre 600 desaparecidos italianos se seleccionaron siete casos en los que nos parece que hay pruebas. Cuando se llegue a una condena se pedirá la extradición y aunque la Argentina no la otorgue desde el lado italiano no se cuestionará la soberanía de este país. Por ahora no hay conflicto y el tema de la extradición se dará dentro de varios años. Es cierto que por un lado nos queremos aferrar a un principio moral y por el otro no queremos crear problemas. Pero no tenemos intenciones de llevara los militares imputados a Italia de modo que pediremos autorización para que venga aquí el juez de la causa.
–Pero hace cuatro años el juez italiano Antonio Capiello no obtuvo autorización para tomar declaraciones aquí. ¿Qué le hace pensar que habrá un cambio de actitud?
–Yo no estaba en ese momento y quizás las condiciones cambien en el futuro. Lo importante es que los países se respeten los derechos unos a otros, pero más aún que las familias se sientan respaldadas moralmente. Hablo a menudo con ellas y merecen respeto y apoyo. Perdieron sus hijos, nietos, maridos, no deben sentirse abandonadas ni por el gobierno argentino ni por su madre patria.
–Muchos jóvenes están buscando en los baúles las partidas de nacimiento de sus abuelos italianos para conseguir la ciudadanía e irse hacia la tierra de sus antepasados. ¿Cómo los recibe Italia? ¿Hay trabajo para ellos?
–Italia tiene un crecimiento demográfico cero. Los italianos que quieran volver y nos puedan aportar una educación elevada son bienvenidos. Pero sabemos que muchos de los que buscan la nacionalidad italiana lo hacen para poder ser ciudadanos europeos y circular sin problemas.

 

PRINCIPAL