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Por Juan Ignacio Ceballos Hace cuatro años el diario francés L'Equipe los bautizó despectivamente como "Las ratas de polvo de ladrillo españolas". Hoy ya nadie se atreve a llamarlos así. Las "ratas" se convirtieron en "luchadores". Y, como los resultados lo confirmaron, el polvo de ladrillo ya no es más su exclusivo terruño de éxitos. En 1998, a la par de cosechar nuevos y numerosos éxitos, la famosa Armada Española ha sido protagonista del mayor cambio en el panorama del circuito masculino de tenis. Dos jugadores entre los primeros cinco del mundo (Alex Corretja y Carlos Moyá), 10 entre los mejores cien, 14 títulos profesionales y 5 finales íntegramente ibéricas (Dubai, Hamburgo, Roland Garros, Bournemouth y Hannover) son record que ya no bastan para reflejar su poderío en el ATP Tour. Hoy, España amenaza con una nueva carta: dominar sobre canchas rápidas (cemento, carpeta y hasta césped), tal como lo hizo en las lentas. Y en esta temporada, sus jugadores demostraron que pueden lograrlo. Archiconocido en el mundo del tenis, el secreto del boom español durante esta década se cimentó a partir de un trabajo a largo plazo desarrollado por la Real Federación Española de Tenis --"para ayudar a los jugadores entre los 12 y los 18 años", como asegura Alberto Berasategui-- y solventado con los millonarios recursos de la R.F.E.T. misma, las subvenciones estatales y el decisivo apoyo del Plan A.D.O. (Asociación de Deportes Olímpicos), creado para mejorar el deporte español antes de Barcelona 92 y aún hoy en vigencia. Pero los resultados superaron las expectativas. "Lo que vivimos ayer en Hannover no fue ningún milagro. Milagros eran los de Santana, los de Orantes, los de tantas genialidades que irrumpían por generación espontánea. Lo de ayer fue fruto de un trabajo bien hecho", escribió el diario deportivo As tras la final entre el campeón Corretja (24 años, 3º del mundo) y su íntimo amigo Moyá (22, 5º del ranking y ganador de Roland Garros y Monte Carlo 98) en el Campeonato Mundial --ex Masters--, sobre carpeta, en noviembre pasado. Y ese partido significó el golpe final para la destrucción de un mito: que el tenis español, de fondo de cancha, no puede triunfar en superficies rápidas. Desde hace dos años España amenaza con abandonar "el pequeño planeta Tierra Batida" para "descubrir un nuevo mundo" (léase las canchas rápidas), tal como escribió el diario El País de Madrid tras el Masters. Los resultados están a la vista. En 1997 Moyá fue finalista en el Abierto de Australia, Sydney e Indianapolis, y ganó en Long Island. Este año llegó a las semifinales del U.S. Open. También en la actual temporada Corretja venció en Indianapolis --sobre cemento, dejando en el camino a expertos en esta superficie como Andre Agassi, Greg Rusedski, Mark Philippoussis y Todd Martin--, Lyon (en carpeta) y Dubai, donde le ganó la final a su compatriota Félix Mantilla (24 años, 20 del mundo y semifinalista en Aukland). Mientras que Berasategui (25 años, 21º) venció en línea, en Australia 98, nada menos que a Patrick Rafter y al mismo Agassi. Justo él, el anticristo del cemento. "Todos nosotros hemos intensificado el trabajo en pistas rápidas, y también lo ha hecho la Real Federación con los nuevos valores", argumentó Francisco Clavet --30 años, 30 del mundo y vencedor de Marcelo Ríos en el último Wimbledon, sobre césped-- acerca del nuevo fenómeno. "Hemos demostrado que podemos ganar sobre estas superficies. Evidentemente, nuestra mentalidad ha cambiado", aseguró Corretja, quien en su momento calificó a su conquista en Dubai como "la más importante" de su carrera, por haber sido obtenida sobre cemento. "Ya no nos consideramos más especialistas en polvo de ladrillo", remató Moya. En realidad, los españoles les han perdido el miedo a las canchas rápidas. Esta temporada, 19 de ellos invadieron el cuadro principal de Australia; 14 jugaron el Lipton; 12, Wimblewdon y 13, el U.S. Open. En 1999 irán en busca de alguno de esos títulos. Y creen poder lograrlo. Por algo entre ellos no se autodenominan "Armada Invencible" y mucho menos "ratas", sino, como el mismo Corretja lo inventó hace años, "La Quinta de la Ilusión". Como para no creer...
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