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DIÁLOGO CON EL PENALISTA RAÚL ZAFFARONI SOBRE LA MAFIA, MANI PULITE, LA POLICÍA Y EL CÓDIGO DE CONVIVENCIA

"Ni Dios puede resolver la prostitución"

Si la Legislatura porteña decide cambiar el Código de Convivencia Urbana para penalizar la prostitución delante de una casa o castigar a los clientes, Raúl Zaffaroni ya decidió qué hará: votar en contra. Aquí explica por qué, en su opinión, cuando los políticos de centroizquierda aceptan el desafío de ser corridos por derecha terminan perdiendo.

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Por Martín Granovsky


t.gif (67 bytes)  --A usted lo preocupan, en la política y en sus columnas, la corrupción y la mafia. ¿Cómo están hoy? ¿Qué hay de nuevo en las dos?

--Hay un cambio cultural en el funcionamiento de la mafia. Los viejos tiempos, los tiempos felices, cuando la mafia sólo "vendía" protección y cobraba una suma a cambio de no afectar un negocio, se terminaron. Es lo mismo que pasa aquí con la policía.

 

--¿Cuáles eran aquí los viejos buenos tiempos?

--Los de la policía controlando sola la prostitución y el juego mientras el poder político la dejaba actuar. Hoy, con luz verde, habrá tráfico de drogas e industria del secuestro. En Italia, de donde acabo de llegar, la mafia emprendió actividades a las que antes era ajena. Los viejos mafiosos consideraban sucio e inmoral el tráfico de drogas, y se planteaban como una organización machista, centrada sobre la familia, con supuestas reglas éticas. Eso entró en crisis por la globalización.

--¿Mani Pulite no terminó con las mafias a nivel local?

--No. Redujo su influencia en el Estado central.

--¿Qué resultado arrojaron los juicios contra la mafia?

--¿Los megaprocesos antimafia? Ningún resultado.

--Es interesante. La mafia perdió peso en el Estado central por un gran movimiento de opinión que se concentró en la política. Al desmontar el sistema de contrataciones y financiamiento sucio de la política, la mafia perdió razón de ser en Roma. Y eso fue más importante que los procesos antimafia en sí mismos. ¿Es así?

--Es así. Y yo tengo la certeza, aunque no pueda probarlo con todas las letras, que influyó mucho la situación europea. Uno no puede ser socio de Alemania, con la cultura impositiva que tiene la Bundesrepublik, si es el paraíso de la evasión fiscal. En Italia, sin duda, el festival no podía seguir.

--¿Cómo se resolverá el problema de la mafia en Italia?

--Nunca con un enfoque puramente penal. Ahora cuentan con una parte de los excluidos de la zona sur. Se trata de una población lo suficientemente importante como para que puedan reclutar colaboradores y personal para la mafia a un sueldo de mil dólares mensuales.

--Pero en España hay un 20 por ciento de desocupación y no hay mafia.

--En Italia hay un componente cultural que en España no existe. Además, la mafia no funciona si no va del brazo con la corrupción pública. Y la corrupción pública no está siempre arriba.

--Si está también abajo, ¿dónde?

--La base de la Tangentopolis, el sistema de sobornos, era la contratación de servicios públicos en las ciudades, donde la comuna tenía mucho poder. Es muy difícil controlar la corrupción cuando se diluye en microcorrupciones, que sumadas terminan representando un monto muy considerable.

--Cuando estuvo aquí el actual primer ministro italiano, Massimo D'Alema, de los Demócratas de Izquierda, planteó el problema de que, terminada Mani Pulite, era el momento de rediscutir el papel de los jueces.

--La clase política italiana en general critica al juez-espectáculo. Cree que muchos jueces salvaron a la república pero cuestiona que algunos tengan tendencia a sobreactuar.

--También los socialistas de Bettino Craxi decían que Mani Pulite era un montaje y que los jueces actuaban pensando en el impacto público.

--La preocupación actual no es la misma de los socialistas. Ellos querían una cosa sola: salvarse.

--¿Cuál es la diferencia concreta?

--En Italia hay básicamente dos poderes fuertes, el parlamentario y el judicial, y la clase política quiere equilibrarlos.

--¿Y los jueces qué dicen?

--Algunos comparten ese objetivo.

--¿La corrupción sigue siendo el tema que más los preocupa?

--A veces. Y otras veces la mafia.

--¿Hasta qué punto?

--Muchos jueces, algunos de ellos investigando los crímenes cometidos contra otros jueces, están muy sugestionados por el problema de la mafia o como se llame en cada región. Están bastante psicotizados.

--¿En qué se nota?

--Gente responsable en el ministerio público sostiene que en lo que tiene que ver con la mafia hay que dejar de lado los principios garantistas.

--¿Por qué dice que al investigar a la mafia los jueces dejan de lado las garantías?

--No sólo los jueces. Sucede que cuando a un problema tan complejo se le busca una soluciónna12fo03.jpg (15454 bytes) exclusivamente penal, el problema no se resuelve nunca. El peligro, además, es ideológico y siempre abarca un círculo vicioso. Por lo pronto se aumenta la legislación de emergencia, que siempre es el pretexto para acabar con el derecho penal de garantías. Las garantías se empiezan a minar desde la necesidad de dar batalla contra un fenómeno delictivo: mafia, narcotráfico, terrorismo. Surge un procedimiento extraordinario, que muy pronto se ordinariza.

--¿A pesar de la emergencia?

--Siempre hay emergencias. Me acuerdo de un congreso en el que participaba el procurador de la República Centroafricana. Compartía con todos el rechazo a la pena de muerte. Pero tenía un problema: "Pena de muerte no, está bien, pero lo de Bokasa es distinto".

--¿Por qué son muchas veces las fuerzas de centroizquierda las que terminan aceptando que la emergencia se haga común?

--Porque los corre la derecha imputándoles la incapacidad para establecer el orden. Entonces se curan en salud y sobreactúan para demostrar que tienen aún más decisión que los otros. El laborismo inglés de posguerra sancionó leyes más represivas que las de los conservadores, y en Italia terminó con sanción administrativa la tenencia de droga para el propio consumo.

--Pero el argumento político, al margen de la competencia con la derecha, es que la gente lo quiere. ¿Usted sugiere ir contra el sentimiento mayoritario?

na12fo03.jpg (15454 bytes)--Yo creo que hay una alternativa: explicarle a la gente. Es preferible perder una elección y no hacer barbaridades que, en definitiva, se volverán en contra como un boomerang. Igual será imposible superar el discurso de los ultras. Siempre uno se va a quedar corto. A más represión que uno esté dispuesto a propinar, más represión pedirá la derecha. Siempre imputará que el desorden aparece porque no hay suficiente represión. Miremos Estados Unidos. Hay cinco millones de personas controladas penalmente: un millón y medio en prisión y tres millones y medio entre libertad condicional y condena condicional. Pero el crimen baja cuando un día aparece un tipo que proclama "Tolerancia cero", y en realidad pone unos dólares para mejorar el servicio policial y restablece ciertas condiciones mínimas. También echa a los sectores más corruptos de la policía.

--La Legislatura puede cambiar el Código de Convivencia Urbana para penalizar la prostitución delante de las viviendas, a los consumidores de prostitución y a los voyeurs. ¿Está de acuerdo?

--No. Es devolverle el canon a la policía.

--Usted habla de la posibilidad de que la policía les cobre a prostitutas y cafishios.

--Sí. Es un error gravísimo. Pasará lo mismo que con la mafia. Mire, la prostitución en una gran ciudad es un tema que ni Dios puede resolver. Frente a este hecho hay unos que saben lo que están haciendo, y lo hacen conscientes de sus intereses y del mal que causarán, y hay un grupo convencido de que se puede volver a los tiempos felices, cuando la policía se quedaba tranquila a cambio de un canon. Lo grave es que en lugar de discutir cómo compensarle presupuestariamente a la policía la desaparición del canon, se le devuelve el permiso para cobrarlo. Así se destruye a la institución, porque hoy, con la economía globalizada, el crimen no tiene límites. La diversificación vendrá con el tráfico de cocaína, los grandes delitos económicos y los secuestros extorsivos.

--¿Vendrá quiere decir que no está?

--No me animo a decir que la Federal esté masivamente en el narcotráfico o la extorsión aunque dentro de ella avanzaron quienes cometen estos delitos.

--¿Por qué penar parte del ejercicio de la prostitución corrompe?

--Si se quiere punir y penar, lo que se hará es ofrecer un ámbito de selectividad. No sólo para quien ejerce la prostitución sino también para los que van. Y se puede llegar a corromper la justicia contravencional de la ciudad. Hay mucho dinero en juego, se entra en una zona gris y las instituciones no están hechas para héroes morales sino para gente de una ética media. Son todos buenos pero es mejor cuidarlos.

--Como decía el General, ¿no? Zaffaroni, si la Legislatura rediscute el Código, ¿cómo votará usted?

--En contra de todo cambio al Código de Convivencia.

--¿Está realmente convencido de que el Código de Convivencia es superior? ¿De que es más eficaz?

--Los instrumentos legales para controlar el escándalo están disponibles. Lo contrario es consolidar un sistema que no incluye sólo a la policía. Si se cobra canon, muchas prostitutas volverán a los saunas. ¿Y de quién son los saunas? ¿Cómo puede ser que a veces hayan funcionado habilitados como jardines de infantes? ¿Quién lo autorizó y quién lo toleró? Le planteo otro fenómeno delicado: Migraciones no hace nada frente a miles de dominicanas que entraron ilegalmente al país para ejercer la prostitución. ¿Usted cree que tantas pueden entrar sin una organización mafiosa?

--¿Qué cree usted?

--Que se tolera otra mafia. Por eso prefiero insistir en que ser corrido por derecha es sumamente peligroso, sobre todo en una política tan mutable como la argentina. Yo recuerdo que la última campaña en favor de la ley y el orden la largó (el presidente de la Cámara de Diputados, Alberto) Pierri. ¿Qué quería? Llenarle las cárceles a Duhalde para reventarle el sistema carcelario. Hoy está claro el papel de Pierri: es el hombre de la entente con el menemismo.

--¿Por qué la gente suele aceptar la idea de que penalizando todo, o aumentando las penas, o la represión, los problemas quedarán resueltos?

--Mmmm... Pregunta para contestar con un tratado entero. Esquematizo la respuesta. Para resolver conflictos hay muchos modelos: uno reparador, otro terapéutico, y también uno punitivo. Los otros se pueden combinar. El punitivo es difícil de combinar con los demás. La internalización del modelo punitivo para resolver conflictos es característica de toda sociedad industrial. Se mete tempranamente a través de la comunicación y el entretenimiento.

--Pero paradójicamente en su vida cotidiana la gente es más flexible.

--Sabe que el modelo punitivo es limitado. Es eficaz para cuando dejo el auto mal estacionado: sina12fo03.jpg (15454 bytes) me hacen varias veces la boleta, probablemente yo corrija mi conducta. Pero el modelo punitivo no impedirá que yo mate a mi mamá pegándole con el arbolito de Navidad, ni que me abstenga de clavarle 113 puñaladas a mi novia, ni que deje de convertirme en un terrorista suicida. Que se cometan más o menos delitos como ésos no depende de cinco años más o menos de castigo en el Código Penal. Las penas no remueven lo que cada uno tiene introyectado desde chico. Por eso hay que insistir en algunas cosas que a veces parecen tontas pero no lo son. Hay que ir a lo afectivo. Pueden hacer más los libretistas de televisión y los autores de telenovelas. Yo no quiero renunciar a los propios ideales y principios, pero además sé que si renuncio no voy a satisfacer a los brutos ultras. Siempre me criticarán. Por eso pienso que el mejor negocio es la seriedad.

--¿Y qué le diría a la gente que pide mano dura?

--Que no se puede, que lo que dicen los otros son locuras.

--¿Aunque pierda una elección?

--Ganaré otra. Y aunque las encuestas me den en contra. Las encuestas cambian cuando un José Luis Cabezas es asesinado. Ese día la gente te mira. ¿Y cómo te ve? Embadurnado de la cabeza a los pies, después de haber hecho un desastre. Eso le pasó a Duhalde. Si uno generó otra actitud, la respuesta será distinta. Dirán que el loco tenía razón.

--No quiero dejar pasar la mención a Duhalde. Cumplió un año la reforma policial bonaerense, que usted en un principio criticó. ¿Lo mantiene?

--No creo que la reforma haya dado muchos resultados. Se han hecho las llamadas depuraciones, pero no veo que se esté estructurando un sistema. Reconozco que es difícil. Que la Bonaerense, a diferencia de la Federal, se encargó siempre de la instrucción de las causas, y eso le dio un gran poder. Que la provincia de Buenos Aires no es fácil. Pero sin una policía controlada los policías nuevos se van a corromper como los viejos. Y no hay solución sin más infraestructura judicial. Le doy números. En la Capital Federal hay entre 60 y 70 jueces de instrucción para tres millones de habitantes. En La Matanza había por ejemplo cuatro o cinco para dos millones. Y con un nivel de conflictividad muy superior.

--Sin embargo, es muy posible que sin la reforma la situación actual sería infinitamente peor.

--Tal vez, tal vez. Y hay que precisar que el enorme grado de deterioro no es imputable sólo a Duhalde. Nadie se preocupó por el orden institucional durante 60 o 70 años.

--¿Qué modelo de castigo puede haber si no se usa el Código Penal?

--Hay que convertir algunos delitos en contravenciones. Ciertos hurtos mínimos. Un caso: le roban la gorrita al hincha en la puerta de la cancha. Como lo empujaron, es robo. Entonces hay instrucción y juicio oral.

--¿Esto pasó?

--Sí, y hay miles de juicios por casos como ése. Y una Justicia que ocupa mucho tiempo y mucho dinero cuando sería mejor que en algunos casos se utilizara un procedimiento menos formal y más barato. ¿No tiene dinero para reparar el daño? No va preso, venga a arreglar gratis mi jardín. ¿O está bien que reciba el mismo tratamiento la mechera de la tienda que un homicida?

--¿Su idea de Justicia se aplica en algún lado?

--En muchos países de Europa. Alemania, Italia... Allá los tribunales no se ocupan de estupideces y quedan paralizados por el desborde y la judicialización de todos los conflictos.

--¿Qué dicen en Italia los jueces que no son partidarios de seguir jugando un papel tan de primera línea en la política?

--Al César lo que es del César, a Dios lo que es de Dios.

--¿Se hicieron apolíticos?

na12fo03.jpg (15454 bytes)--No, porque en Italia el Poder Judicial fue preparado para tener protagonismo político, aunque no partidista, y formar un verdadero poder plural. Digo plural porque dentro del Consejo de la Magistratura se puede individualizar quién es quién. Nadie juega al tecnócrata no comprometido. Es gente de un alto nivel técnico con compromiso ideológico. A la vez, no son jueces que un partido pueda manejar por teléfono.

--¿Cómo se integra el Consejo?

--Son treinta consejeros. Diez son juristas nombrados por el Parlamento en proporción a los partidos. Los veinte restantes son elegidos por todos los jueces siguiendo el sistema proporcional. Un voto cada juez, sin importar la jerarquía del que vota. O sea: no llegaron a Italia jueces de Laponia que un día hicieron Mani Pulite. No puedo pensar que Mani Pulite se dé hoy en México.

--¿En la Argentina el Consejo de la Magistratura puede tener el mismo efecto que en Italia?

--A la larga puede cambiar el perfil del juez. A la larga: digamos 20 años. No es que (el juez federal Rodolfo) Canicoba Corral mañana encabezará aquí Mani Pulite.

--¿Ah, no?

--(Risas) No, pero en la Argentina se puede dar un fenómeno distinto, que vimos varias veces. Es el cambio de camiseta.

--El oportunismo positivo.

--El grueso del Poder Judicial argentino, sobre todo en el fuero penal, tiene un olfato muy sensible a los cambios políticos y entonces sobreactúa para separarse de lo anterior. Pasó en el '55 con la Libertadora, en el '66 con el golpe de Onganía, en el '73 con la vuelta del peronismo, en el '76 con el Proceso y en el '83 con el regreso de la democracia.

--¿Incluye en esa actitud a los jueces federales?

--Naturalmente.

 


Por qué Raúl Zaffaroni

Por Martín Granovsky

Cómo se reconstruye el Estado

t.gif (862 bytes) Dice que la última dictadura produjo un corte en su vida. En 1976 era juez, pero alna12fo05.jpg (16974 bytes) mismo tiempo viajaba por el mundo para cumplir con sus actividades académicas. Aquí recibía las primeras denuncias, los hábeas corpus interpuestos por los familiares, medía el comportamiento en general complaciente de sus colegas, escuchaba historias de terror, registraba casos de secuestro y tortura. Afuera, en Europa o en Costa Rica, completaba el cuadro con evidencias indiscutibles. Raúl Zaffaroni, sin embargo, no renunció. "Fui juez durante 22 años", dice ahora. "Estuve con Onganía, Levingston, Lanusse, Cámpora, Lastiri, Perón, Isabel, el Proceso y Alfonsín. Pero no soy un esquizofrénico: no compartí todas las ideologías de todos esos años, y en 1976 me planteé una disyuntiva. O renunciaba en medio de un escándalo y me iba a enseñar a España, o me quedaba y trataba de hacer algo. Me quedé, y creo que terminé convertido en un polo molesto y seriamente criticado por las autoridades del Proceso, que por supuesto no me ascendieron. Por eso es que no me arrepiento. Por eso y porque a veces me cruzo por la calle con un tipo y me dice: 'Usted me salvó'."

Intelectual y jurista prestigiado, Zaffaroni dirige el Instituto de Derecho Penal de la Facultad de Derecho y participa en seminarios en la Argentina y en el exterior, pero es uno de los pocos expertos obsesionados por explicar problemas técnicos a la gente. Escribe columnas con frecuencia de periodista, una o dos veces por semana, muchas veces en Página/12, y los textos suelen reconocerse por una preocupación: argumentar. Más que condenar o elogiar un episodio, una persona, un fenómeno, Zaffaroni siempre trata de presentar una idea o discutir la idea de otro. Lo hace, además, buscando que un lector común se interese en el razonamiento y pueda entenderlo sin otros elementos que los de su experiencia cotidiana.

Su militancia política también marca un contrapunto perpetuo entre el trabajo intelectual o técnico y la acción práctica. En los años '50 se enroló en la Unión Cívica Radical Intransigente, la UCRI del primer Arturo Frondizi, una de las dos opciones lógicas, junto con la izquierda, para un estudiante universitario. En el '60 el Plan Conintes, de represión interna, lo volcó al peronismo. En los últimos años se enroló en el Frepaso y decidió pasar a la política activa. "Me cansé de que los políticos me consultaran, me di cuenta de que los políticos te consultan para ver si les das la razón, y si no buscan a otro hasta que lo encuentran", dice. "No sé si desde adentro de la política podré cambiar muchas cosas, pero al menos me tienen que soportar y lo intento", ironiza, pero no tanto, este hombre que conduce el bloque de legisladores porteños del Frepaso y dirige el centro de investigaciones sobre la corrupción, un tema que lo ocupa incluso más allá de la ética. "La corrupción nuestra no se arregla con un mani pulite", asegura. "Es el producto de la ausencia de Estado, y no hablo de Estado gestor sino de uno en el que funcionen bien la recaudación, el Banco Central, los entes reguladores y la aduana. Son las cuatro patas sin las cuales la competencia es imposible y la economía de mercado inviable. ¿Cuál es el daño económico de la ausencia de Estado? No encuentro un economista que lo pueda estimar, pero es alto, altísimo. Por eso nuestra apuesta a un FBI de la corrupción no es sólo moral sino económica: un organismo especial puede encarecer la corrupción y dar tiempo para que un nuevo gobierno pueda reconstruir las cuatro patas del Estado."

 

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