|
Por Martín Pérez El tema dice algo así como "Loco, no te sobra una moneda/ esta noche toca Pappo/ no me lo quiero perder". Su autor, Charly García, lo compuso allá por los setenta y terminó grabado en un olvidado disco de Billy Bond. Una década más tarde, García lo recuperó para abrir sus mejores shows en el Gran Rex. Y el sábado pasado, casi al límite de los noventa, en los alrededores de Obras los versos volvieron a tener validez. Pero con su autor en lugar de Pappo. Porque ése era el ánimo que flotaba por Av. del Libertador al 7600. Esa noche de sábado tocaba Charly, y nadie se lo quería perder. Es más: el cartel de no hay más localidades y las varias cuadras de cola para entrar invitaban a retroceder en el tiempo. Una o dos décadas atrás. Algo que seguramente le habrá sucedido también al mismísimo García desde arriba del escenario, por momentos perplejo ante la visión de un Obras repleto coreando su nombre y sus canciones en tiempos tan poco propensos a los estribillos. Y tan agradecido por la respuesta de su público, que no tuvo ni un gesto violento, ni un desplante, ni un arrebato que no completó con una sonrisa generosa. No son éstos buenos tiempos para García, es algo sabido. Desde hace casi una década que sus exabruptos hablan más que sus canciones, que sus shows dependen mucho más de lo que no hace que de lo que hace. De hecho, García llegó a este Obras con no muy buenos antecedentes: sus últimos dos shows se habían cancelado, uno de ellos (realizado en Tucumán) con devolución de entradas, y el otro (Rosario) anunciado para un viernes y realizado recién dos días después. En definitiva, durante todo el sábado la noticia fue que el show no se iba a realizar. Charly no se había presentado al ensayo con la banda, y no iba a ir a Obras. Por eso la gente hizo cola: las puertas recién se abrieron a las 21.30, apenas media hora antes de su anunciado comienzo, recién cuando se pudo confirmar que el artista iba a concurrir a la cita. "Si Charly no viene, tendríamos que ir todos a la esquina de su casa, a Coronel Díaz y Santa Fe, y pedirle que salga al balcón", bromeaba Quebracho, histórico asistente de García, mezclado entre el público. Hubiera sido una buena idea: cualquier escenario es mejor que el nuevo Obras. Acústicamente sellado para el beneplácito auditivo de los silenciosos propietarios de la zona, el resultado es un sauna inhumano, en el que definitivamente no se pueden hacer recitales de rock. Un detalle del que inclusive se percataron los energúmenos que decidieron encender una bengala en ese ámbito asfixiante, ya que la apagaron casi inmediatamente. El calor seguramente ayudó a que García no pudiese completar la ambiciosa lista de temas que anunció desde los avisos callejeros. Demasiado hizo Charly durante un show de hora y media dividido en dos entradas, con una tercera sólo para despedirse cantando "El Aguante". Pero es mejor volver a ese comienzo, apenas una hora más tarde de lo anunciado. Exactamente a las once de la noche del sábado, las cortinas negras que ocultaban el escenario se abrieron ante un Obras lleno, y ahí arriba estaba Charly. Y, por un segundo apenas, fue imposible no verlo como en sus mejores tiempos. Sobre todo cuando la banda comenzó a tocar "Cerca de la revolución", y las cuatro mil gargantas presentes cantaron a voz en cuello toda la letra y hasta los arreglos. Todo siguió así durante una deslumbrante primera mitad de show, con esos temas, y una hinchada dispuesta a cantarlos. La verdad llegó con "Dos edificios dorados", un tema de la época solista de David Lebón, habitual de Seru Giran e incluido en El Aguante, el último disco de García. No todos lo conocían, así que sólo pudieron mirar en silencio el espectáculo actual de la banda y de García. La prueba, sin embargo, fue superada con naturalidad. Ya pasaron los tiempos en que su público de siempre salía llorando de sus shows, con el shock de ver en qué se había convertido su ídolo. "Lo que ves es lo que hay", anuncia García, y la frase se hizo carne. Hoy a sus fans --los de siempre, las familias o los jóvenes que nunca antes lo vieron en vivo-- les alcanza con "sólo un poquito nomás". Y así como en algún momento su pedido pareció egoísta --al menos ante un artista que no parecía tener nada más que dar salvo su vida en escena-- hoy esa actitud, esa presencia, sólo muestra una generosidad que pocos se atreverían a pedir. Cuentan que hace algunos años, en Montevideo era común encontrarse con el gran Eduardo Mateo caminando por la avenida 18 de Julio. Autor de uno de los temas más populares de Uruguay, "Príncipe azul", Mateo --en bancarrota-- sólo buscaba algunas monedas. Pero no pedía limosna: "Te cobro los derechos de autor", decía. García no cobra sus derechos de autor en la calle, sino que su público llena feliz Obras para cantar por él --para devolverle de la mejor manera-- esos temas que los acompañaron, los acompañan y los acompañarán toda la vida. No es poco. En particular en un país siempre tan entregado al olvido.
|