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Caminos
Por Antonio Dal Masetto

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t.gif (862 bytes) Para estas fechas todo el mundo anda saturado de buenas intenciones. Y justamente estoy en un banco de plaza y se me sientan al lado un anciano con su nieto y oigo la siguiente pregunta:
–Abuelo, ¿por qué se dice que el camino del infierno está sembrado de buenas intenciones?
–Te contestaré con un ejemplo –dice el abuelo–. Conozco una señora que se llama Marita y que se preocupa mucho por los demás. Siempre anda llena de buenas intenciones. Vive en un barrio humilde, pero con frecuencia se traslada hasta un barrio de gente pudiente y lo recorre hurgando la basura y revisando las cosas abandonadas en las veredas. La señora Marita piensa que la gente pudiente se desprende de cosas caras y todavía en buen estado, ya que por eso es gente pudiente. Y la verdad que encuentra de todo, jarrones, espejos, zapatos, capelinas, fuentes, cuadros, sillas. Después los regala a quien los necesita. Cerca de la casa de la señora Marita vive un pintor que es pobre y le gusta mucho el vino. Se llama Santiago y usa dentadura postiza. Dos por tres, cuando se emborracha, pierde la dentadura, la deja olvidada en cualquier parte y después se pasa una larga temporada sin dientes, hasta que algún amigo se apiada y lo socorre. A veces me lo encuentro y me dice: “Hace cuatro días se me perdió la sonrisa”. Así es como Santiago llama a la dentadura postiza. Y un tiempo después: “Recuperé la sonrisa”. Y más tarde: “Perdí otra vez la sonrisa”. Resulta que la señora Marita en una de sus recorridas por el barrio de la gente pudiente encuentra una hermosa dentadura tirada en la basura. Se la lleva pensando que a alguien le puede servir y justo coincide con una de esas etapas en que Santiago anda sin sonrisa. Así que en cuanto lo ve le avisa que tiene una dentadura para él y que pase a buscarla cuando quiera. Esa misma mañana la señora Marita va camino de la casa de Pepe, zapatero del barrio y amigo de Santiago. En la casa de Pepe la señora Marita se encuentra con un drama. A Pepe acaban de caérsele dos dientes, justo adelante, y ese día se casa su hija y ya no hay tiempo para ir al dentista, y la hija se niega a que el padre la lleve al altar y asista a la fiesta de casamiento en esas condiciones. La señora Marita pide que se tranquilicen. Corre hasta su casa y vuelve con la dentadura que le prometió a Santiago. Pepe, con una pinza, le saca dos dientes a la dentadura y se los coloca pegándolos con poxipol. Le quedan fenómeno y puede concurrir al casamiento y todos felices. Al día siguiente Santiago pasa por la casa de Marita para retirar la dentadura. “Los dos dientes que faltan los tiene Pepe”, dice Marita y le cuenta la historia del casamiento. Santiago va a lo de Pepe: “Vengo a buscar los dientes”. “Esperame un par de días, hasta que vaya al dentista”, dice Pepe. “Está bien, te espero un par de días”, dice Santiago. Pero Pepe está muy contento con sus dos dientes pegados y va pasando el tiempo y de ir al dentista ni noticias. Santiago mientras tanto usa la dentadura, pero sin esos dientes de adelante se siente peor que si le faltaran todos. Una vez por día pasa por el negocio de Pepe y reclama: “¿Cuándo pensás a ir al dentista?”. “Mañana sin falta voy.” Pero Pepe no va. Santiago empieza a perder la paciencia: “Esos dientes son míos, devolvémelos”. Pepe siempre tiene una excusa. Santiago se pone un poco violento e insulta a Pepe: “Rufián, dame mis dientes”. Pepe se ofende y reacciona: “¿Desde cuándo son tuyos? ¿Cuándo los compraste?”. Y acá es donde empieza a pudrirse todo. Los dos amigos dejan de hablarse. Pepe comenta con los vecinos: “Me da bronca, parece una mosca, todo el día dando vueltas alrededor”. Por su lado también Santiago habla con los vecinos: “Es un malparido, lo hace para joderme, qué le cuesta ir al dentista y hacerse poner esos dos putos dientes de una vez”. La cosa se pone áspera y los insultos aumentan de calibre. Santiago ya no entra en el boliche de Pepe, pasa por la puerta, se asoma y le grita: “Ladrón”. Pepe, desde adentro, con un zapato en la mano y el martillo en la otra, le sonríe para que vea lo bien que le quedan los dos dientes. A esta altura, después de tantas agresiones, ya no hay posibilidad de reconciliación. ¿Te quedó clara la historia?
–Más o menos –contesta el chico.
–Es fácil. La señora Marita tuvo muy buenas intenciones, pero ahora Santiago y Pepe se odian y lo que antes fue una sólida amistad se convirtió en un infierno. Por eso se dice que el camino del infierno está sembrado de buenas intenciones.
El anciano me mira buscando aprobación. Yo apruebo.

 

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