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| Marcelo Birmajer (El fuego más alto, El ser humano y otras desgracias), como tantos escritores, lee. Mucho. Necesita libros. Muchos. Tantos que, a veces, no los encuentra en su casa, en las librerías o en Internet. Entonces va a las bibliotecas. De día, a la Nacional. De noche, a la del Congreso. Ahora descubrió la José Ingenieros. Y de esos recorridos sale esta travesía con estudiantes secundarios, incunables, coreanos, fotocopias a seis centavos, ejemplares mojados, biografías de anarquistas, té y chicas bonitas. No cree, como Borges, que el paraíso tenga forma de biblioteca: para él, los kilómetros de estantes son remansos terrenales concedidos porque en el cielo no hay.
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