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Una infancia desdichada, un aprendizaje intelectual trabado por la pobreza y el alcohol no son suficientes para conmover a los lectores. A menos que estos elementos se constituyan en la materia prima para articular un estilo tan directo como elíptico a la hora de contar historias. Raymond Carver (1939-1988) concentró sus relatos en hombres y mujeres sometidos a la explotación y el desempleo. Fue caratulado equívocamente como minimalista y realista sucio. Pensaba que un escritor no tiene que ser necesariamente el tipo más inteligente de la cuadra, sino alguien que se para frente a las cosas y las observa con una mirada nueva. También pensaba que toda frase es una decisión ética. Y sin resbalar en ningún tic de moda, construyó un estilo personal de narrar que, a diez años de su muerte, sigue deslumbrando a través de una de las prosas más secas y brillantes de la literatura norteamericana contemporánea.
por Guillermo Saccomanno
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