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Por Mariana Enríquez



ohn Lennon tenía un proyecto con su hijo Sean. Le sacaba una foto en cada cumpleaños y, en orden, las colgaba de la pared. Sean al año, a los dos años y así hasta la última foto, que colgó el 9 de octubre de 1980, cuando su hijo cumplió 5 y él, 40 -porque Sean cumplía el mismo día que su padre-. Dos meses después, el 8 de diciembre, Mark Chapman, un fan, asesinó a John Lennon en la puerta de su casa. Poco después se editaba Double Fantasy, el álbum póstumo de John Lennon, el primero después de los 5 años de ostracismo que le ocuparon el nacimiento y la cría de su hijo. Lennon había abandonado todo para dedicarse a Sean: se recluyó y no hizo nada más que estar con su hijo. Nada más. Ni un solo disco. Yoko se encargaba de los negocios; John estaba con el bebé. Lo grababa. Los fans no conocían al hijo de Lennon. Años más tarde aparecieron los Lost Lennon Tapes, grabaciones en donde Sean toca en la guitarra eléctrica una canción de Elvis y detrás se escucha a su padre, orgulloso y feliz. “Siempre estábamos juntos”, contaba Sean en una entrevista que concedió a los ¡12 años! “Tenés que tener muchas pelotas y amar con locura a tu hijo para abandonar una carrera tan exitosa y convertirte en esposo y padre. El siempre estuvo ahí, fue mi padre y lo amaba”.
Nadie completó el proyecto de fotografiar a Sean todos los años. Pero, según cuenta Yoko, Andy Warhol lo intentó. Pocos meses antes del cumpleaños número 6 de Sean, Warhol moría en un hospital neoyorquino, en una confusa situación en la que incluso se habló de mala praxis. Pero a esa altura, la prensa se encargaba de documentar el crecimiento del joven Lennon. El chico tenía 5 años y vivía rodeado de guardaespaldas, que lo acompañaban al colegio y en sus paseos por el Central Park. No era el hijo de cualquier celebridad: era hijo del hombre más famoso que Jesucristo y líder de una generación, y de una de las mujeres más enigmáticas y controvertidas de la historia del rock, villana-genio, viuda sufrida-viuda calculadora, artista de vanguardia-culpable de la separación de los Beatles. Pese a todo, él trataba de hacer una vida normal. Tarea difícil. Un año después de la muerte de John, madre e hijo eran tapa de la revista Rolling Stone, la misma que había publicado esa foto donde Lennon se abrazaba desnudo a su mujer, en posición fetal. Yoko decía: “Sean se hace el duro y me protege. Entra a mi habitación y dice ‘no llores, mami. Papi no es el único hombre en el mundo. Hay otros’. Hace chistes. Después se encierra en su habitación y llora”.
Ese mismo año se editaba el primer disco de Yoko sin John, Season of Glass. En la portada estaban los anteojos de Lennon y un vaso de agua: detrás se veía Central Park. Ese disco era el debut de Sean Lennon: aparecía contándole un cuento a su mamá. En 1982, Double Fantasy ganaba el Grammy. Yoko y Sean fueron a recibirlo. Ella dijo: “Siento que John está con nosotros esta noche”.

La primera entrevista

Sean Lennon tenía 7 años cuando habló por primera vez con un periodista, Don Singleton, del New York Daily News. El periodista escribió: “Es un chico precioso, especial. Abierto, brillante. Uno busca a John Lennon y Yoko Ono en su rostro, pero no puede encontrarlos. Al menos yo no puedo. Los dos elementos, John y Yoko, Inglaterra y Japón, se juntan en Sean de una manera sorprendente, como cuando el azul se mezcla con el amarillo, y de esa combinación resulta el verde”.
Singleton le preguntó cuál era su deporte favorito. “El baseball”, contestó el chico. “Tengo camisetas y bates y gorras. Tengo revistas y cartas. Alguien de mi edad al que le gusta el baseball tanto como a mí debería haber ido por lo menos a 15 partidos ¿o no? Adiviná cuántas veces fui a ver baseball. Una. Y los Yankees perdieron, 14 a 1”.
--¿Por qué solamente una vez? --Bueno, mi mamá piensa que es peligroso, y le creo. No me importa tanto: si las opciones son que te asesinen o ver baseball, ¿cuál elegirías? Igual, cuando fui, tuve autógrafos de todos los jugadores.
--¿Qué recordás de tu padre?
--Usaba una colita.
--¿Qué hacían juntos?
--Saltábamos sobre la cama y nos hacíamos cosquillas.
--¿Qué cosas te lo recuerdan más?
--Las canciones. Escuchar las canciones.
--¿Lo recordás bien?
--Antes lo recordaba mejor.
Ese mismo año, cuando unos fans peregrinaron hasta la puerta del edificio Dakota el 8 de diciembre, en el segundo aniversario de la muerte de Lennon, Sean bajó a agradecerles y les regaló remeras. Yoko Ono decía: “Mi hijo tiene 7 años, pero está por cumplir 50”.

Aquí, allá y en todas partes

A partir de ahí, Sean Ono Lennon estuvo presente en cuanto homenaje/entrega de premios/recordatorio de su padre se hiciera. Inauguró junto a Julian, su medio hermano mayor, el pedazo de tierra del Central Park que se llama Strawberry Fields. Celebró su cumpleaños número 9 (y el de su padre) en una radio neoyorquina. Visitó Liverpool perseguido por los papparazzi, a los que les decía “van a leer en la prensa lo que me parece esta ciudad, pero bueno, puedo repertirlo por centésima vez: me encantó”. Iba a los recitales de Michael Jackson acompañado por muchos guardaespaldas. Fue presentador de una de las ceremonias del Rock & Roll Hall of Fame. Acompañó a su madre en todas sus apariciones pacifistas asegurando que “algún día voy a hacer mi propio trabajo pacifista, pero todavía soy muy joven y sólo tengo una opinión”.
Su segunda grabación fue el cover de una canción de Yoko Ono, para el disco Every Man Has a Woman, donde músicos como Roberta Flack o Elvis Costello versionaban a la viuda de Lennon. Sean cantó “It’s All Right” y su madre decía: “Sean es muy artístico y musical, pero estoy preparada para que me diga que quiere ser ingeniero”. Hasta ahí, la vida de Yoko y su hijo no podía ser más idílica. Pero en 1988, la biografía de Albert Goldman sobre Lennon enturbió el panorama. Goldman afirmaba que Lennon era un recluso anoréxico, que le pegaba a su hijo, que no era feliz, ni un padre ejemplar y nada que se le pareciera. Hasta entonces, ni Sean ni Yoko habían desmentido las innumerables versiones de la historia de John. Pero sí lo hicieron con el libro de Goldman. Sean tenía 12 años y les decía a los periodistas: “No recuerdo que mi padre me golpeara. Lo peor que recuerdo es que me gritaba, muy de vez en cuando, pero pegarme... no lo recuerdo en absoluto.” También podía ser irónico. “Pero, claro, seguramente Albert, que estuvo tanto tiempo a solas con mi papá, sabe más cosas que yo. Y tampoco tiró al gato por la ventana. Amaba a ese gato, y, de todas formas, ¿cómo sabe Albert lo que pasaba en la casa? Sí, ya sé, se lo contó Marnie Hair. Pero ella es más enferma que el personaje que describe Goldman”.


Los ‘90

Sean Lennon adolescente era tan ácido como Sean Lennon niño, lo cual es mucho. Cuando recibió un premio junto a los otros Beatles, dijo: “Agradezco estar sobre este escenario sin haber hecho nada”. Cuando le preguntaron si era un rebelde como su padre, dijo que “mi padre se rebelaba porque su vida no era divertida, no era buena. Yo no necesito ser un rebelde. No tengo contra qué rebelarme”.

Pero empezó a hacer música, con un perfil relativamente bajo tratándose del hijo de John y Yoko. Durante la guerra del Golfo versionó con la ayudade Lenny Kravitz “Give Peace a Chance”, luego prohibida por la BBC. En 1995 tocó con su grupo IMA en el disco de su madre Rising. Todos viajaron a Hiroshima para hacer una presentación. En 1996 participó del Tibetan Freedom Concert, otra vez con mamá. Escribía para Internet: “Todos hemos oído hablar de Gandhi, pero pocos practican la no-violencia. Creo que cuando la gente escucha acerca del Tíbet, muchos los comprenden porque los tibetanos no tienen armas para defenderse. Todo lo que tienen son sus plegarias, y eso es hermoso”. ¿A qué hace acordar este pequeño discurso?
Y eso sin tener en cuenta que la novia de Sean Lennon es Yuka Honda, una inmigrante japonesa, artista de vanguardia e integrante del rarísismo y sorprendente dúo femenino Cibo Matto, que editó un disco llamado Viva La Woman combinando cierta actitud punk, menciones constantes en sus letras a la comida y una especial combinación de hip-hop y ambient. Yuka, que se formó en Tokyo pero no tocó hasta mudarse a New York, ya colaboró con el rapper Sha Key, los cultores del acid jazz Brooklyn Funk Essentials y hasta con Caetano Veloso. Su compañera en el dúo, Miho Hatori, escribe esas letras que tratan básicamente de... comida. Y nadie entiende muy bien lo que hacen las chicas, pero todos coinciden en que Yuka (Yuka, no Yoko) es muy talentosa. Sean, su novio, acaba de grabar su primer disco solista. Ella lo produjo, claro. Según Sean, todo el disco es acerca de Yuka: viven juntos desde hace 6 meses, después de un año y medio de noviazgo. ¿Todo esto no suena demasiado conocido?
El debut de Sean Lennon como solista se llama Into The Sun. Estará en la calle el 19 de mayo. Dicen que no suena ni como su padre ni como su madre, pero que Sean heredó la voz de John. Lo edita el sello de los Beastie Boys, Grand Royal: se hicieron amigos durante el Tibetan Freedom Concert, y además los Beastie Boys son íntimos de Yuka, que colabora en el nuevo disco de los rappers blancos neoyorquinos. “Yo no quería ser músico” dice Sean, hoy. “Pero no pude escaparme. La verdad es que no me importa lo que piense la gente. Soy un individuo y tengo mi propia voz. Y este disco es sólo el principio”.
Into The Sun es un disco de canciones, una mezcla de electro rythm & blues, bossa nova, cuerdas y jazz que a veces recuerda a Lenny Kravitz (que casi siempre recuerda a Lennon padre). Por supuesto, hay influencias de los Beatles. “Pero todo el mundo hace eso” dice Sean, que tiene 22 años y el pelo teñido de rubio. “Después de todo es la primera música que escuché”. Sean toca la batería, el bajo, los teclados y la guitarra en el disco. En su contrato figuran dos condiciones sine qua non: que se le permita trabajar con Yuka, y con su mamá. Y no le interesa el éxito: siempre fue famoso. “Cuando era más joven, tuve muchos problemas por ser una seudocelebridad. Ser famoso porque hiciste algo es una cosa. Ser célebre por ser el hijo de... es un arma de doble filo. Quiero escapar de la influencia de mis padres. Eso es muy importante para mí. Es importante para todo el mundo.” Es probable que la música de Sean se haga más interesante cuanto más se aleje de la influencia materno-paterna. Por lo menos, cuando piensa en sus próximos discos, suena como un chico de los ‘90. “Sé bien lo que quiero para mi música en el futuro. Quiero hacer música dance. Música electrónica rarísima, y totalmente avant garde”.



La ley del universo
El 9 de octubre de 1975, a la una de la mañana, cuando John cumplía treinta y cinco años, Yoko sufrió dolores de parto prematuro y fue necesario llevarla enseguida al hospital, donde empezó a tener convulsiones. John se quedó toda la noche a su lado, mientras la mantenían viva con transfusiones. Esa mañana, más tarde, Yoko dio a luz un saludable varoncito. Lo llamaron Sean Ono Lennon.
Sean dio renovada esperanza a John; ahí estaba un diminuto ser por cuyo intermedio él podría recrear su propia infancia. El pequeño Sean pasó a ser la Próxima Gran Cosa, uno de los pocos que nunca le fallarían. John se entregó a la niñez de Sean. “Quería darle cinco años enteros de estar siempre allí”, dijo. “No había visto crecer a mi primer hijo, Julian... No estuve presente durante su infancia, en absoluto. Estaba de gira. Y mi niñez fue cosa seria. No sé qué precio se debe pagar por desatender a los niños. Y, si no le brindo atención hasta los cinco años, sin duda tendré que brindársela de los dieciséis hasta los veinte, porque se los debe, es como la ley del universo”.
Cada mañana a las seis, John se levantaba para iniciar las tareas domésticas y para preparar el desayuno de Sean y Yoko. Se ocupaba todo el día del niño y de noche se bañaba con él. Al crecer el niño, ambos retozaban en el parque, y John se preocupaba por su dieta. Inició la educación del niño respondiendo a todas sus preguntas, tierna y cuidadosamente. Se le brindaban a Sean todo el amor, la atención y las comodidades materiales que un niño podía querer. Hasta tuvo a Elton John como padrino”.

Extracto del capítulo XXI del libro The love you make an insider’s story of The Beatles, de Peter Brown y Steve Gaines.