La canción no es la misma porque ¿cómo seguir después de un megaéxito universal, de la droga y la muerte en banda y de la solidificación de uno de los egos más poderosos y justamente consistentes en los últimos días del rock? La respuesta que se autorregaló Billy Corgan (alias The Smashing Pumpkins) fue la grabación de un álbum antológico -Adore- y, por si esto fuera poco, venir a tocar a la Argentina.
A veces pasa y ya se dijo y se escribió: de vez en cuando, muy pero muy de vez en cuando, un determinado artista -uno de esos artistas que, además, juegan en la primera de los rankings- se arriesga a reinventarse frente a su público fanatizado. Y, más de vez en cuando todavía, esa jugada sale bien. Le pasó a Bob Dylan demasiadas veces, a The Beach Boys sacando a pasear sus Pet Sounds, a John Lennon gritando primal en Plastic Ono Band, a Bruce Springsteen cuando viajó a su propia y privada Nebraska, a U2 cuando parió un Achtung Baby. Le pasó a The Smashing Pumpkins ahora, hace un rato. Qué bueno.
1En lo que a mí respecta -y esto para hablar, por una vez, un poco bien de MTV- conocía a The Smashing Pumpkins vía video. Había leído notas, había escuchado algo -poco- pero nunca me había comprado nada. A confesar que se acaba el mundo: nada sé de los supuestamente trascendentes álbumes Gish (1990) y Siamese Dreams (1992). Pero los dos videos que vi (primero una maravilla retro-nostálgica llamada 1979 y, enseguida, un todavía más logrado ejercicio en el primitivismo cinematográfico à la George Meliès conteniendo una canción hermosísima titulada Tonight Tonight) encendieron casi mi interés y casi me compro el CD doble Mellon Collie and the Infinite Sadness (1995). Lo escuché en la casa de un amigo y me pareció un poco demasiado -con el tiempo, supe, se convirtió en el álbum doble más vendido de la historia del rock- la manera de, ugh, Tales from the Topographic Oceans de -sí, oui, da- Yes. No, me dije, y lo dejé pasar como dejé pasar la coqueta valija lados-B que sacaron al año siguiente. Era un objeto grande y yo vivía en Iowa y ya tenía exceso de equipaje. Alguien por ahí me dijo que la valijita psicodélica suena como ahora suena Adore. ¿Alguien puede informarme dónde conseguir la valijita?
2 Adore -digan lo que digan- vale diez puntos. Y punto. Adore es, también, un triunfo artístico, un fracaso económico y un hito de importancia histórica, porque no sólo se presenta como el más logrado y sentido requiem para el grunge -género del que surgió The Smashing Pumpinks- de un modo mucho menos drástico que el que puso en práctica Kurt Nirvana Cobain sino que, además, proponen la deconstrucción de lo que debe ser el siguiente trabajo después de un greatest hit: el bang después del big. El duro y difícil trance al que van a tener que enfrentarse Radiohead o The Verve cualquier día de estos, eso que le salió tan pero tan mal a Oasis y a U2 el año pasado y que a The Smashing Pumpkins le salió tan bien y, parece, le cayó bastante mal a sus seguidores.
3 Adore es la fotografía de ese momento preciso en que -en algún lugar dan las doce, las trece, las quince canciones más coda- el carruaje principesco se convierte en noble calabaza. La apuesta definitiva que paga a la hora de comprender que lo auténticamente moderno no tiene por qué ser novedoso sino algo que se juegue por lo atemporal antes que por el sabor de la semana o la fácil tentación de lo alternativo. Puro invierno de nuestro contento. Agonía, muerte y transfiguración. Adore se parece a The Cure + The Beatles + Serú Girán + John Lennon + Erasure + R.E.M. + Depeche Mode + Big Star + James Taylor + New Order. Y The Smashin Pumpkins se parece a Billy Corgan.
4 La palabra que más aparece en las canciones de The Smashing Pumpkins es I: Yo. Ese Yo es Billy Corgan, una mezcla de Sobrino Lucas y Nosferatu pasado por el tamiz indie norteamericano, ese sitio donde todos empiezan pero en el que ninguno quiere quedarse y, mucho menos, volver. Billy Corgan suena, también, a clásico. A Tom Sawyer, a Dick Tracy, a George Bailey, a Tim Burton. Entiéndase: el ahora trío The Smashing Pumpkins (la bajista Darcy Wretsky, el guitarrista James Iha, más el baterista profesional/mercenario Kenny Aronoff) es la banda que acompaña a Billy Corgan, la calabaza pensante y rapada de The Smashing Pumpkins. Un grupo puede echar a un baterista con problemas de drogas; se le puede morir un tecladista al que, claro, ya no afectan los problemas de drogas; aungrupo pueden pasarle tantas cosas. Pero Billy Corgan es la pieza sin recambio posible, la esquiva figurita difícil que -siempre lo sospechamos- nunca se imprimió para volvernos locos y quitarnos el sueño. Por eso, si Billy Corgan dice cambiamos es porque él tiene ganas de cambiar. Y, entonces, The Smashing Pumpkins cambia. The Smashing Pumpkins que la gente conoce y ama están muertos. Esta banda siempre tuvo que ver con el hecho de ser una monstruosidad, una aberración de la naturaleza. Nuestro objetivo es explotar e implosionar. Si no lo hacemos, nada tiene sentido. No hay nada que puedan decir de nosotros que no haya sido dicho ya y nada que puedan hacernos que no nos hayan hecho ya. Y eso es bueno. Vencimos la tormenta. Ahora estamos del otro lado, dice Billy Corgan, famoso por hablar demasiado en las entrevistas y no dar lugar a que hablen los otros. Muy neurótico y un poquito paranoico, dicen. Los padres se lo regalaron a su bisabuela y ésta se lo regaló a su abuela paterna. Después se llevó muy bien con su madrastra, quien lo ayudó -un poco- a comprender que la marca de nacimiento que surca su brazo derecho no era un estigma sino otra cosa. Su primera banda -a la altura del secundario- se llamó The Marked. Después siguió sufriendo. Murió su madre, se divorció. Después le puso música a todo eso. En Blank Page -una de las canciones más hermosas entre las hermosas canciones de Adore- Billy Corgan canta: Tómate un día / Planta algunos árboles / Que te den sombra de mí. Billy Corgan dice: Mi único y auténtico objetivo es convertirme en el mejor folk singer de mi generación. Explosión, implosión, da igual. Con un estallido o un gemido. Lo mismo. Va a ser bueno escucharlo cuando vuelva a ocurrir, va a ser lindo escucharlo ahora, acá, en Buenos Aires.
5Ayer, cuando no sabía cómo iba a terminar esta nota, soñé con The Smashing Pumpkins. Tocaban en vivo. Billy Corgan tenía cabeza de caballo y una suerte de artefacto ortopédico en las piernas que lo mantenía a varios centímetros del piso mientras cantaba, y se acercaba al
público para obsequiar guantes de colores. Me desperté pensando si se había tratado de una pesadilla o no, pero muy seguro de que hacía mucho que el rock nuevo no me hacía soñar, soñar en algo.
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