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SERGIO ROTMAN: GRACIAS POR EL FUEGO
 

Después de su conflictivo alejamiento de Los Fabulosos Cadillacs, Sergio Rotman se dedicó de lleno al que hasta entonces era su grupo paralelo, Cienfuegos. Hechas las paces con sus ex compañeros, con su nueva banda en pleno funcionamiento (tocan el 17 en La Trastienda) y otra banda paralela en bambalinas (con su mujer Mimí Maura), Rotman recuerda con ira un pasado que se remonta a sus años punk, las noches en la cárcel, intermitentes incursiones en el periodismo y un enfrentamiento feroz con Charly García.

Por Santiago RIAL UNGARO

Sergio Rotman llega, saluda y comienza la entrevista. En los camarines, esperando para tocar, también está Martín Aloé, bajista de Cienfuegos, que cada tanto se sumará a la charla. Por ahí se pasean los demás integrantes de la banda, entre quienes está Fernando Riccardi (también baterista de los Cadillacs). Pero Rotman, con sus dreadlocks rasta y su actitud abierta y decidida, llama la atención aunque no quiera. De hecho, hace menos de una semana protagonizó un episodio llamativo y emotivo: en el último recital del año de los Cadillacs, en Punta Carrasco, volvió a tocar con sus ex compañeros después de dos años y un mes de separación. El reencuentro provocó el delirio de los fans, que corearon su nombre durante varios minutos. Predispuesto a la charla y despojado de cualquier asomo de vedettismo Rotman habla: “Yo sé, siempre voy a ser un ex Cadillac. Es como la adicción a las drogas: la cantidad de años que tomaste una droga es igual a la cantidad de años que te va a costar quitártela de encima. Y no es que no me moleste, pero me es más fácil tomármelo con naturalidad. Mi presente musical es Cienfuegos, pero no tengo ningún problema con mi pasado”.

VIDAS PARALELAS Durante un tiempo Cienfuegos era la banda en la que Rotman cantaba cuando no tocaba el saxo con Los Fabulosos Cadillacs. “Cuando te vas lentamente de un grupo porque tenés una banda paralela puede ser más fácil, y uno puede ir preparándose. Pero para mí el proceso fue rápido y lo viví de una manera bastante dramática”. Cuando se le pregunta por qué se produjo su salida del grupo, Rotman contesta: “Porque de golpe me di cuenta que habían cambiado un montón de cosas. Y no sólo no estaba de acuerdo, sino que además tampoco me habían avisado, así que quedé muy mal parado. Es como si vos vivieras en una casa y estás muy tranquilo en una habitación y de golpe te dicen: A partir de ahora vas a vivir adentro del armario. Te mudás y listo. Cienfuegos no tuvo nada que ver con mi partida de los Cadillacs”.

Aun así, los Cadillacs tuvieron una influencia decisiva en el primer disco de Cienfuegos. El bajista Aloé (ex Los Pillos, ex Lions in Love) dice: “El primer compact lo grabamos porque Rotman y Ricciardi habían hecho plata con el éxito de Matador, de los Cadillacs. Y hasta que lo editó Todos Tus Muertos Discos, ni siquiera sabíamos si iba a salir. Pero de última, si no salía, no importaba demasiado. Con Fernando (Riccardi) estamos tocando juntos desde que tenemos catorce años y vamos a seguir tocando. Esa es nuestra fuerza y uno de nuestros problemas más graves, porque te peleás y al rato te acordás de cosas que te unen desde hace más de diez años”.

La tapa del primer disco simulaba ser una caja de remedios (Cienfuegos- Dihidrocodeína tartrato- Liberación controlada- 20 comprimidos, editado en 1996). La del segundo, era una caja negra (NS/NC, editado este año). Ya desde esos diseños, Cienfuegos se da el lujo de ser un grupo nuevo, esquivo y oscuro. Aloé reconoce: “Es cierto, los primeros dos discos son bastante opresivos, pero eso no quiere decir que vaya a ser siempre así. Tal vez el próximo sea alegre y cumbiero. Todavía no sabemos”. En realidad, que Cienfuegos es un grupo nuevo es una verdad a medias: a Rotman y la base rítmica del grupo (Aloé, Riccardi y el guitarrista Hernán Bazzano) los une una larga amistad que se remonta a mediados de los ochenta. Ya entonces, cuando Rotman todavía no era un Fabuloso, formaban Día D, uno de los primeros grupos punk de la Argentina, en aquellos tiempos en que ser punk era una elección marginal y no una de las opciones de pertenencia tribal de la era MTV.

LOS BUENOS Y LOS MALOS Para Rotman y Aloé haber tenido una adolescencia punk fue una suerte y una desgracia. Una suerte porque les permitió ver algunas bandas importantes que a esta altura ya son casi míticas (Sumo, Los Violadores). Y una desgracia porque ser punk a mediados de los ochenta significaba dormir preso.

Rotman: “Eramos una minoría. Ser punk no era algo popular, así que éramos blanco fácil de todos. Para nosotros, era andar todo el día con el libro de Artaud en el bolsillo. Tuvimos la suerte de ir a ver los primeros (y los mejores) conciertos de Sumo y Los Violadores. O a The Police. Me acuerdo que a Sumo lo íbamos a ver los punks y éramos cincuenta. O sea que me acuerdo muy bien quiénes estaban y quiénes no”.

Aloé: “Antes de tocar en Día D tocábamos en Los Marginados. Y éramos así. La paríamos: dormíamos presos y nos echaban de los bares y de las fiestas. Después, con el fenómeno Ramones todo se masificó. Nosotros éramos reabiertos: a los dos años de eso yo era hippie y escuchaba Color Humano y Manal”.

Rotman: “En realidad hay una distorsión muy grande. El hippismo es lo más libre que puede haber. Entonces, ¿quién es hippie? ¿Piero es hippie? ¿Neil Young? ¿Charles Manson? En cambio, si soy punk, de última todos saben cómo soy. Lo máximo que puedo llegar a ser es Velvet Underground. En cambio los hippies eran muy jodidos. Si no mirá lo que le hicieron a Sharon Tate: la colgaron de las patas embarazada de ocho meses, le sacaron el feto de la panza y escribieron Helter Skelter en la pared con sangre. ¡Y esos eran los más hippies! Vivían en comunidad, eran amigos de los Beach Boys. Comparado con esto, The Exploited (grupo paradigmático del punk del 80) son bebés”.

CRECIENDO EN PUBLICO Dice Rotman que con los Fabulosos Cadillacs crecieron haciendo discos. “Cuando grabamos el primero (Bares y fondas en 1987), yo tenía diecinueve años y no sólo vivía con mi mamá y mi papá, sino que además me daban plata. Eramos chicos y, guste o no, el que deja algo registrado en un disco o en un libro está más enroscado con la realidad que el que solamente ve televisión. Por eso, ahora puede aparecer alguno y echarnos en cara: Ustedes en el ‘87 dijeron esto. Sí, está bien, pero lo que pasa es que no todo el mundo hace discos a medida que va creciendo”.

FAN GUN CLUB Quienes hayan leído los últimos números del suplemento No de este diario ya lo saben: Sergio Rotman es un gran coleccionista de discos de vinilo, razón por la cual tiene en ese suplemento una sección llamada “El cazador de discos”, en la que plasma sus experiencias vinílicas. Sin embargo, los memoriosos recuerdan que la “carrera” periodística de Rotman comenzó a fines de los 80, en la revista Rock & Pop. Allí, el actual cantante de Cienfuegos firmaba una divertida columna en la que ofrecía una extraña y polémica visión del mundo, a la vez que arremetía contra algunos de los “intocables” del rock argento. Pero lo más importante era la música que Rotman escuchaba y comentaba. Bien podía ser el temprano descubrimiento de grupos por entonces ignotos en la Argentina, como los Pixies, o sentidos homenajes y loas a los Gun Club, el grupo del genial Jeffrey Lee Pierce, hoy ignorado por prácticamente todo el mundo salvo por Rotman, que es fundador del Fan Club en Internet del grupo, y que se autodeclara como el chabón más grosso del mundo sobre Gun Club. Hoy, Rotman recuerda: “Siempre me encuentro con gente que se acuerda de esas notas. Era la época de la hiperinflación y era muy difícil encontrar discos importados para los que querían salir de Bon Jovi y Elton John”.

Aloé: “Escuchar música siempre te abre la cabeza y te hace crecer. Te ayuda a darte cuenta de que no sos el único”.

Rotman: “Eso es lo que le pasa a Prince, que dice que sólo escucha sus propios discos. Y eso se nota. Hace una música de mierda. Para mí, tendría que escuchar a Bach”.

ODIAMOS TANTO A CHARLY Rotman y Aloé mantienen una vieja costumbre punk en la que se mezclan la crítica, la crueldad y la diversión: hablar mal de otros músicos. Según Rotman: “Todo eso de darles con un palo a los viejos empezó con los Cadillacs. A nosotros nadie nos daba cabida y nos trataban mal. Pero si íbamos a ver los shows que hacían los viejos, eran una mierda. Y pensábamos ¿Estos quiénes son? Al principio criticábamos para llamar la atención, pero también porque es algo combativo: hay que criticar para que algo mejore. Y si todos siguen sobando las bolas a los mismos tarados, nada va a cambiar. De la única persona de la que no me arrepiento de haber hablado mal es de Charly García, que me parece un tipo bastante desagradable. En el fondo, siempre fue muy conservador y nunca ayudó a las bandas nuevas. Cuando lo hizo con Los Twist y Los Abuelos fue sólo para poner el puño. En eso estoy completamente de acuerdo con Calamaro. A Andrés lo adoro. Creo que él y Charly son los dos espejos del rock nacional. En Charly están los cosas típicas del argentino que todos odiamos, el que se cree el mejor y en realidad es un facho. En Calamaro, en cambio, está el argentino talentoso, humilde, sensible, que va para adelante. Y no es que me gusten sus discos: no tengo ninguno. Pero su actitud como músico es otra. Tiene muy buena onda. Si Andrés hubiera nacido antes, y hubiera empezado a grabar en el ‘71 o el ‘72, el rock nacional ahora estaría mejor” (Aloé, por su parte, es más drástico aún: “García es el autor de Vida de Sui Generis. Con eso ya está. Con ese disco arruinó todo el rock nacional”).

¿Say No More no les parece un buen disco?

-En eso estoy de acuerdo. Este es su mejor momento, porque está tan arruinado que, de última, marca una brecha con toda esa porquería pop que hizo siempre. Talento tiene mucha gente. Andrés es un tipo al que le pedís un teclado y te lo trae él mismo a tu casa. Con García eso es impensable: él pone una muralla entre él y el resto de la gente. Y eso es aburridísmo.

Pero hasta no hace mucho tiempo Calamaro era un incondicional de García...

-Más mérito todavía, porque lo puede decir mejor que nadie: Calamaro lo bancó siempre a muerte a García. ¿Para qué? ¿Para que sea de esa forma?

PUERTO RICO MON AMOUR Todavía fresco el reencuentro entre Rotman y los Cadillacs, las suposiciones son inevitables: ¿hay alguna posibilidad de reunión o simplemente se trata de un acercamiento? Rotman dice que ni una cosa ni la otra: “El motivo principal de ese concierto fue que era una buena ocasión para presentar a Mimí Maura y la Esquina Caliente, el grupo que tenemos con Martín, Fernando y mi mujer, Mimí. Y como las cosas estaban más relajadas entre Favio, Gabriel (Vicentico) y yo, no había demasiados motivos para que no pudiera mostrarle al público lo que estoy haciendo ahora. Además, era una forma de exorcizar todos esos fantasmas”. Mimí, la mujer de Rotman, es una cantante portorriqueña. El comienzo de esta providencial historia de amor tiene su origen en el Caribe y, no podía ser de otra forma, tiene a la música como eje principal. “Veníamos de tocar cuatro noches tremendas en Colombia, dignas de Bogotá en todo sentido. Llegamos a Puerto Rico en un estado cataléptico, y yo intuí que algo me iba a suceder: no sabía si me iba a morir o si iba a ir preso, pero sabía que iba a pasar algo extremo. Veía signos: siete pájaros en el cielo, siete palmeras alineadas. Ahí entró en acción Melba Miranda, que es la que se encarga de llevar a los grupos de rock a Puerto Rico. Nos contó que era manager de un grupo heavy metal de chicas que se llamaba Alarma. Nosotros dijimos ¿Chicas metálicas? y fuimos a verlas. Y bueno, la cantante del grupo resultó ser Mimí”.

Con ella, el músico vivió un año y ocho meses en Puerto Rico, donde engendraron al primogénito de Rotman, Leroy, un pequeño niño cosecha ‘98. “Cuando nos conocíamos no teníamos gustos musicales en común. Ella escuchaba a cantantes mujeres, blues sobre todo, y es una fanática enferma de Billie Holiday. Yo escuchaba cualquier otra cosa, así que lo único que nos gustaba a los dos era el rock-steady y el ska, que es lo que tocamos en el grupo”. Definitivamente instalado en Buenos Aires, Rotman parece confirmar aquel viejo manifiesto Cadillac que proclamaba querer “morir tocando ska”. Pero con un grupo tan oscuro como Cienfuegos, una mujer y un hijo pequeño, en un mundo tan duro económicamente como éste, ¿nunca piensa en volver a tocar con los Cadillacs por dinero? Rotman se pone serio por un segundo: “Sí, volvería a tocar con ellos por dinero, sin ninguna duda. Pero igual no voy a volver. No voy a volver nunca”, dice y son sus últimas palabras antes de irse hacia el escenario.