Además de ser actor, Mauricio Dayub es el autor de una sola obra teatral: El amateur. Con esta historia de dos crotos que quieren batir el record de permanencia en bicicleta, ya ganó el Premio María Guerrero en una terna en la que participaba junto a Roberto Cossa y Carlos Gorostiza. Y Juan Bautista Stagnaro está filmando la versión cinematográfica. En esta entrevista con Radar, Dayub habla de sus eclécticos trabajos en televisión y teatro, de Mojarrita, el correntino al que le rinde homenaje en su obra, y de cómo hace para hablar y pedalear al mismo tiempo.
Por Laura Isola
Pajarito y Lopecito son los protagonistas de la obra. Dos crotos que se proponen cumplir un sueño: batir el record de permanencia en bicicleta. El Pájaro (Mauricio Dayub) es el que pedalea y Lopecito (Vando Villamil) es su manager. Y aunque el tema de la marginalidad está presente, no ocupa más líneas que las que se pueden leer en el vestuario y el tono de los diálogos. Lo que importa en El amateur es cumplir con la fantasía, a pesar de los condicionamientos físicos y sociales. Porque, en definitiva, de estos personajes no se espera nada, excepto el fracaso.
Por eso, la esencia del amateurismo es la explicación que Dayub esgrime ante las preguntas obvias sobre qué quiso decir con su obra: Son dos tipos que quieren lograr algo imposible y para conseguirlo siguen a su corazón. En estos tiempos, El amateur devuelve algo que no está cotizando en el mercado: hacer y ser lo que uno quiere sin que esto tenga que ver con la coyuntura, la clase social o el aspecto físico. Estos dos tipos, aparentemente precarios, hacen entender que eso es posible lograrlo. Pero la obra empieza con una suerte de engaño, porque apenas aparece Lopecito baja una línea realista y dice: Todo lo que parece, es. Si tiene cara de gil, es un gil; y si tiene cara de cagador, ya te cagó. De ahí en más, toda la obra intenta desmentir esta idea, y esos dos borrachos, que parecen unos don nadie, terminan logrando lo que se proponen.
SER AMATEUR Nunca había escrito nada, dice Dayub. Pero durante unas vacaciones me levanté todos los días a las siete de la mañana y escribí compulsivamente, como una apuesta contra mí mismo. Sólo quería saber si la podía escribir. Al final, pudo. La estrenó en el 97. Y ese mismo año lo ternaron junto a dos pesos pesado como Roberto Cossa y Carlos Gorostiza para el Premio María Guerrero al mejor autor. Y ganó. Con su única obra de teatro, que además es lo único que escribí en mi vida.
SER MOJARRITA La inspiración tiene nombre y apellido. O mejor dicho, tiene sobrenombre: Mojarrita. Un criollo que en los setenta batió el record de permanencia flotando atado de pies y manos en una pileta. Tuvo que aguantar sesenta y dos horas en el agua para quedarse en la memoria del niño Dayub, de cinco años, que lo vio romper la marca: Me llevó mi viejo en Paraná. El tipo sólo podía salir cinco minutos por hora. Durante ese período le daban líquidos y comida. Pero lo más espectacular es que se jactaba de batir el record sin modificar su dieta. A diferencia de los norteamericanos que toman pastillas, vitaminas, suero y consumen chocolate para reponer calorías, Mojarrita comía guisos y puchero, y tomaba mate.
El año pasado, la epopeya tuvo su segunda parte y Mojarrita, con sus setenta y dos años, vino a Buenos Aires a repetir la hazaña en el Riachuelo. Dayub repitió la visita, pero con resultados un poco más sórdidos que los de su infancia: Era un panorama terrorífico por la suciedad. El tipo estaba solo en un rincón. Encima, después de tres días en el agua se le empezó a caer la piel. Yo fui a verlo a las dos de la mañana. Hacía un frío terrible, y me dio no sé qué irme a dormir calentito y dejarlo ahí en el agua.
SER ACTOR La carrera de Mauricio Dayub es bastante ecléctica: trabajó en televisión (Como pan caliente), en cine (La furia y Dibu 2), y por supuesto, en teatro (Compañeros del alma). Sabiamente, sabe apreciar los méritos de cada ámbito para no caer en el cliché de subestimar la televisión y endiosar la labor teatral: No creo que exista lo serio y lo frívolo en cuanto a teatro y televisión. El problema es no entender que cada uno tiene reglas diferentes: no se puede hacer televisión y ensayar un mes para una toma, como tampoco se puede venir al teatro y ensayar dos horas antes.
Sin embargo, sus dotes actorales se pueden apreciar mejor en la sala del Teatro Payró cuando, por ejemplo, Pajarito (el personaje que interpreta en la obra) larga un monólogo de veinte minutos mientras pedalea en la bicicleta. Dayub ya repitió ese monólogo en escena más de doscientas veces: todo un record de permanencia. Después de tantas funciones hemos pasado todas las pruebas: con mucha gente, con poca, con los padres de Cabezas en la sala, con estudiantes secundarios. Hasta vino a vernos el propio Mojarrita. Cuando vinieron los padres de Cabezas fue una función muy seria, la gente no se quería reír por respeto a la tragedia. En el caso de los estudiantes secundarios, se rieron mucho hasta que una profesora les dijo: Alumnos, silencio. Ahora les pedimos a los profesores que dejen que los alumnos se rían en paz.
SER CICLISTA Si bien adoptó al ciclismo con fines estéticos, hoy es todo un experto que pedalea en la bicicleta sobre un rodillo (Algo que muchos campeones no pueden, dice). Yo buscaba una forma para poder escenificar el record. No quería estar dando vueltas por el escenario, pero la bicicleta fija me parecía muy zonza. Una vez me caí en medio de la función porque se me salió la rueda. Quedé tirado con la sala a oscuras. Vando me dijo: Tranquilo, yo me ocupo. Durante toda la escena siguiente se puso a ajustar la rueda y, fuera de libreto, decía que una rueda no le iba a ganar y que él no iba a dejar de ser manager por esto y bla, bla, bla. Fue maravilloso pero me subí al rodillo con un susto terrible, porque si realmente no la había armado bien, me mataba. Vando Villamil, su manager en la ficción, cumple con creces la tarea. Y lo bien que hace: la obra cierra con Pajarito cumpliendo su sueño de volar. El rito consiste en sobrevolar el escenario por medio de un aparejo y una soga, sujeto por un arnés. Si falla, Dayub certifica con tono convincente: Eso sería la muerte del Pájaro.
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