Vale decir


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En el nombre de Melvin
  Por RODRIGO FRESAN  

UNO. Cuando a lo largo de 1990 el mensuario norteamericano Esquire decidiÛ proponer una serie de tapas girando alrededor del concepto del American Rebel, los elegidos �si mal no recuerdo� fueron el escritor y neoperiodista Tom Wolfe, el poeta y m�sico Bob Dylan (quien, muy rebelde, se disculpÛ a �ltimo momento), el basquetbolista Michael Jordan y... Jack Nicholson. El sentido ensayo firmado por el joven escritor pynchoniano Steve Erickson comenzaba con una buena anÈcdota que �como las verdaderas buenas anÈcdotas� se las arreglaba para contarlo todo. Y decÌa asÌ: una noche de Hollywood, una pareja recibiÛ la visita de un amigo acompaÒado �°sorpresa!� por Jack Nicholson. Esta gente nunca habÌa visto a Jack Nicholson antes pero, claro, habÌa visto a Jack Nicholson demasiadas veces. Jack Nicholson los saludÛ �sonrisa, cejas� fue directamente a la cocina, abriÛ la heladera y sacÛ una botella de champagne que la pareja habÌa recibido como aniversario de bodas, regresÛ al living, procediÛ a descorcharla y se la bebiÛ en dos o tres tragos ante la pareja aterrorizada que, seguramente, la guardaba para una ocasiÛn todavÌa m·s especial o por lo menos m·s Ìntima que la s�bita materializaciÛn de Jack Nicholson. Pero no dijeron nada. Puede ser que se hayan sentido demasiado intimidados por el calibre del desconocido/conocido o hasta perversamente felices de haber sido violados por Jack Nicholson. Algo para contarles a los amigos, despuÈs de todo. Pero lo m·s seguro �aunque no fueran del todo conscientes de ello� es que sintieran que Jack Nicholson no estaba haciendo m·s que lo que correspondÌa hacer, su parte del trato: que estaban siendo testigos y partÌcipes de una tÌpica escena de una tÌpica pelÌcula de un tÌpico Jack Nicholson.
Hubo un tiempo que, en uno de los espacios del estacionamiento de los estudios de la Paramount, habÌa una placa donde podÌa leerse RESERVADO PARA JAKE GITTES. Jake Gittes es el nombre del personaje de Jack Nicholson en Barrio chino y, sÌ, la cuestiÛn �el dilema� es averiguar dÛnde termina Jack Nicholson, dÛnde empiezan sus personajes y, lo m·s importante y complicado de todo, dÛnde nos ubicamos nosotros.
DOS. Y de acuerdo: nosotros �me refiero a casi cualquiera entre treinta y setenta aÒos� lo hicimos grande y lo convertimos en la perfecta pantalla donde proyectar nuestras m·s, sÌ, rebeldes fantasÌas; nosotros lo elevamos a la altura de la estrella m·s brillante de nuestra decadencia. Pero atenciÛn: a diferencia de lo que ocurre con Dustin Hoffman en El graduado, o James Stewart en °QuÈ bello es vivir!, o �con cierto esfuerzo a la hora de la renuncia Èpica� Humphrey Bogart en Casablanca, ninguno de nosotros puede ni podr· ser Jack Nicholson ni sus personajes. Jack Nicholson es ese Dios �Alfa y Omega, contracultural y multimillonario, el rebelde como tumor dentro de un sistema al que tiene que mantener vivo para poder seguir funcionando como rebelde� que creamos a nuestra imagen y semejanza. Pero el detalle que hace la diferencia, la palabra operativa, es Dios. Y no nos est· permitido tomar su nombre en vano.
Buenas noticias: a partir de Mejor... imposible todos podemos ser Melvin Udall. TRES. Esto no es una respuesta al ensayo de JosÈ Pablo Feinmann publicado en esta misma p·gina el pasado domingo pero sÌ una encendida defensa de Melvin Udall. Ya se sabe: escritor solterÛn y solitario neurÛtico obsesivo-compulsivo repetitivo pero �por encima de todo� verosÌmil y prÛximo y cercano. Es alguien que escribe mucho, del mismo modo en que lo hicieron Charles Dickens y Marcel Proust, por sÛlo mencionar a dos de los m·s cÈlebres neurÛticos compulsivos. Dentro de la TeologÌa Nicholsoniana, si The Joker es Dios, entonces Melvin Udall es el hijo que no muere pero sÌ sufre por nuestros pecados. Melvin Udall no es un freak pero sÌ es un personaje freak de Jack Nicholson porque, por regla general, los personajes de Jack Nicholson no son seres humanos: son nativos extraterrestres del Planeta Jack. Eso es lo interesante del asunto y por eso es una actuaciÛn diferente. Acaso lo m·s parecido a Melvin Udall en el Canon Nicholson fueron el abogado lisÈrgico de Busco mi destino, el pianista fisurado de Five Easy Pieces o el astronauta bon-vivant de La fuerza del cariÒo o el killer bobo de El honor de los Prizzi. Pero Melvin Udall hace la diferencia porque es un hombre enamorado y �si se lo piensa un poco� Èsa es la fuerza que mueve la pelÌcula: Mejor... imposible no es la historia de un loco sino la historia de un loco de amor. DifÌcil ver a Jack Nicholson enamorado. Y, hasta ahora, el amor nicholsoniano funcionaba como excusa para enarcar las cejas. De ahÌ el desconcierto, supongo. Lo que puede llegar a inquietar de Melvin Udall es que �por una vez� nos ofrece la visiÛn de un Jack Nicholson vulnerable y s�bitamente prisionero de las mismas pasiones de los mortales que lo adoran. A veces pasa.
CUATRO. El gran mÈrito de Jack Nicholson, hasta ahora, era haber representado a los 60, los 70, los 80 y los 90. No el Actor del MÈtodo sino el Actor de la Met·fora. Y si Melvin Udall �alguien que se tomarÌa nuestro champagne, pero con nosotros� tiene algo que ver con el tercer milenio y con el siglo XXI y con la posibilidad del cambio. Dicho en otras palabras: si hasta el dios Jack decide mostrar que el corazÛn es algo m·s que un m�sculo importante, entonces podemos sonreÌr tranquilos y enarcar las cejas: vienen buenos tiempos, tiempos mejores para todos nosotros.