Se parecen en muchas cosas y son diferentes en muchas más. Pasan de hablar en difícil a apasionarse con el boxeo y la pesca, Cassius Clay y las tortugas. No le hacen asco a los grandes temas: la política, el arte, la locura y la salud mental. Después de varias peleas y reconciliaciones, Norman Briski y Eduardo Tato Pavlovsky se encuentran unidos gracias a Poroto, la obra que están representando en el Teatro Calibán basada en una novela de Pavlovsky, dirigida por Briski y actuada por ambos. Y, para despuntar el vicio porteño de conversar con infinitos cafés de por medio, ofrecen a los lectores de Radar este diálogo imperdible.
Por LAURA ISOLA
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